Autoría y dirección. Aina Tur. Interpretación: Anna Alarcón. Escenografía e iluminación: Marc Salicrú. Vestuario: Mireia Costa. Espacio sonoro y composición musical: Jaume Manresa. Movimiento y ayudantía de dirección: Carla Tovias. Una coproducción del Grec 2020 Festival de Barcelona, El Maldà, FiraTàrrega, Teatre Principal de Palma y Teatre Principal de Maó. Con el apoyo del Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya. Teatro del Barrio, 3 de marzo de 2021, Madrid
DONDE HABITA EL OLVIDO, O NO… por Carlos Herrera Carmona
Sé que todo aquello ocurrió. Sin embargo, no voy a caer en la etiqueta de “teatro documento”, de “autoficción”. Sé que todo lo que allí me contaron en aquella oquedad casi marciana, ocurrió. Tanto fue así, que por un momento pensé que el personaje era “real”, que ni siquiera funcionaba como altavoz de su creadora. Sé, porque lo he leído después de que todo aquello hubo ocurrido, que la génesis del texto dramático nació del epicentro del dolor, de la convulsión de la memoria en su juego más cruel, vivido en el cuerpo y en el alma de la propia autora. El personaje, la actriz, el ser en definitiva que allí en su trono de plástico nos recibía, nos había sutil y hermosamente engañado desde el minuto uno que pusimos un pie en la sala. Agradezco tanto no leer los programas de manos, me inclino por el hecho tan simple de asistir virgen a un acto teatral tan puro como este, y por ello me sentí gratamente engañado. La poesía fue la responsable. La magia de aquel ser al pronunciar la palabra “mango”, su éxtasis al hacérnoslo visible, su disfrute al sacar su media lengua como si –me encanta este “como si” que al accionarlo, ya saben, el acto teatral explota- como si lo estuviera lamiendo… La fruta mencionada no era carne prohibida en la boca de aquella Eva desterrada de lo que creyó un paraíso. Tras el festín imaginario, la tragedia comenzó a devorarla. Crónica de una tortura nunca anunciada. El texto -el derroche- coloquial, con tintes de noticiario, casi sensacionalista cuyo transcurrir a veces tomaba el derrotero de cuento de terror contado por un adolescente malvado en una noche de campamento frente a la hoguera. ¿Cuándo iba a ponerle fin? ¿Para cuándo el colorín, colorado? ¿Qué te pasó?, todo eso me daban ganas de preguntarle. ¡Dímelo ya! Ya sé que lo que ocurrió allí fue verdad, pero ¿cómo acabaste? ¿Eres un fantasma? ¿Eres o ya no eres? La inmensa energía, inabarcable, de la actriz iba llenando el tubo negrísimo de mina profundísima. Las luces que sembraban su espacio apenas la amparaban, por eso pienso que con un mínimo candil habría bastado, allí, en el subterráneo, en el inframundo, en la entraña de una tierra que regala cuando se le antoja mangos bendecidos. Sólo podía encontrar este ser asilo en sus palabras y al mismo tiempo estas eran las responsables de haber levantado un cadalso particular al pronunciarlas, salvo el mango u oasis léxico en su diluvio oscuro y difícil de detener que era, o es, su recuerdo. Una vez me dijeron que para sanar no le nombrara. Amén. Y funcionó. Aunque sin querer lo iba dejando todo por escrito en mis obras y luego mis personajes se encargaron de expandir lo innombrable. Error. Hablar es crear. Hablar en escena es recrear. Y recrearse en el dolor no es el camino. Sólo si viene precedido por el deseo de saborear un mango… y que esa carne fresca y jugosa nos sirva para terminar nuestra plegaria con otro amén.
P.D.- Enhorabuena tanto a la actriz como a la autora por no hacerme dudar en ningún momento que todo lo que se me contó, ocurrió. Sólo la sonrisa de la actriz en el saludo me devolvió a la realidad.
Carlos Herrera Carmona es autor, director y crítico de teatro además de profesor para la Comunidad de Madrid.
www.carlosherreracarmona.com