Otro curso más, los teatros de Barcelona y de Catalunya por extensión vuelven a festejar su inicio de temporada. En la Gala Catalunya aixeca el teló todos los profesionales catalanes del teatro catalán se suben al escenario para presentar sus propuestas para este año. Pero esta velada viene precedida siempre de la presentación de las cuentas anuales. Esta vez se ha estrenado Xavier Marcé, el nuevo presidente de ADETCA (l’Associació de Empreses de Teatre de Catalunya) y lo ha hecho contento y liberado. Los números, después de unos tiempos muy duros, son positivos.
El inicio de la recuperación se traduce en una recaudación de 58’7 millones de euros en las 60 salas (un 5% más que el año pasado) y un aumento del 3% de espectadores. Eso sí la reducción de funciones y espectáculos hizo que se ocuparan 4’3 millones de butacas (190.000 menos). En canvio, la media de ocupación se situó en un 55% (un 5% más, el mejor porcentaje de la década). Sonreía entonces Marcé, pero también dejó escapar una mueca de reproche. Siguen con la batalla contra el IVA cultural así como recriminan «ciertos recelos de un público que tiene la idea de que el teatro es muy caro», inducidos por ciertos mensajes políticos.
Las producciones más vistas fueron «Bits», de El Tricicle, «El Crèdit», de Jordi Galcerán y el musical «Sonrisas y lágrimas». Las salas más llenadas fueron el Liceu, el Poliorama i el Tívoli. Pero las salas pequeñas, las alternativas como el Teatreneu, la Muntaner i el Teatre Gaudí consiguieron resultados también espectaculares que ayudaron a tirar fuerte del carro. El 81% de las producciones estrenadas fueron catalanas, igual que el 61% de los autores. El castellano logró el mayor aumento de espectadores con un 34% del total, aunque las obras en catalán continúan dominando con un 41% del total.
Así pues relajados pero sin exceso de triunfalismos, Marcé tuvo motivos para celebrar bien la gala a la noche. Y las expectativas estaban altas pues la dirigía el estimable Joaquín Oristrell, hombre de teatro, pero sobre todo de cine y al que un servidor pensaba que le imprimiría buen ritmo y que ofrecería un espectáculo entretenido. Al final me alegré de que los números cuadraran, porque la gala me dejó con mal sabor de boca.
La gala la conducían dos presentadores, Eduard Farelo y Roger de Gràcia y una mujer, Agnès Busquets. Las intervenciones de éstos fueron contadas. Ahí se trataba de enlazar las actuaciones una tras otra. Des del principio los parlamentos iban dirigidos siempre a ensalzar el teatro que se hace aquí y el de animar a la gente que siguiera llenando las salas. Un mensaje que no iba para los que estábamos en la gala (gran parte de los que estaban allí eran gente del mundillo y no sólo espectadores) si no para los telespectadores de TV3 que al día siguiente iban a seguir la gala en diferido. ¿Y porque lo hacen en diferido, se preguntarán algunos? Sin respuesta.
Pero sin duda los más omnipresentes de la gala fueron los del Cor de Teatre, aquellos que hace un par de años arrasaron con Opereta dirigidos por Jordi Purtí. Ellos iban apareciendo para con su particular estilo de clown musical dar paso a los números. Uno de los momentos más brillantes de la noche fue cuando un grupo de primeras espadas del teatro (Jordi Boixaderes, Emma Vilarasau, Jordi Bosch, Carme Elias, Mercè Sampietro, Laura Aubert, Josep Maria Pou, Joel Joan, Joan Pera…) jugaban a las adivinanzas y recitaban fragmentos de obras de dramaturgos como Wilde, O’Neill, Moliere, Beckett, Calderón, Tenesse Williams, Galcerán y otros mientras en la pantalla se iban iluminado los nombres de los autores recitados. Un buen ejercicio para los amantes del teatro de texto. Justamente, junto con el elenco de «Liceístes i cruzados» que interpretaron una escena donde se hablaba del Liceo, esa fue toda la representación del teatro de texto que se vio en la Gala. Realmente pobre. El resto fue eminentemente musicales. Si un extraterrestre, sin saber nada de la realidad teatral catalana, hubiese visto la gala seguramente hubiera pensado que aquí solamente se hacen musicales. I probablemente tampoco entendería el porqué de las cápsulas donde salían políticos, gurús de la comunicación y famosetes para hablar de sus experiencias teatrales sin aportar nada de valor, nada que impulsara al espectador a ir al teatro. A lo mejor Oristrell lo hizo para que el público se desahogara silbando a los representantes del PP y de Ciutadans. Muy cansino, la verdad.
A pesar de todo, hubo presentaciones de espectáculos de calidad como los de los musicales «Sister Act», «Mar i Cel» i «Polonia», o el nuevo espectáculo rítmico de Mayumana auspiciados por Buenafuente. Pero el ritmo en la segunda parte cayó en picado con tanto número musical, que al final acababa cansando.
En la gala hubo tiempo también para las reivindicaciones bien escenificadas. Agnès Busquets salió de entre una serie de actores ataviados con pancartas pidiendo trabajo, declarando que no eran camareros, y hasta señalando el status quo catalán televisivo, pidiendo un papel en La Riera, la telenovela de sobremesa o declarando que siempre salen los mismos.. Mientras la presentadora denunciaba la precariedad del oficio de actor con frases como que sólo 3 de cada diez logran vivir de la profesión. Después, los pancartistas cantaron su propia versión adaptada (con errores lingüísticos sonrojantes) de Los Miserables. Aún mejor quedó la necesaria reivindicación de las salas alternativas o ahora dichas de teatro de proximidad, como el Gaudí, Versus, la Beckett, Atrium, La Seca, Akademia,…. El número en cuestión fue protagonizada por la inefable Maria Santalluïsa que cantó una adecuada adaptación del Touch-a, Touch-a, Touch Me de The Rocky Horror Picture Show, rodeada de una veintena de figurantes ataviados con camisetas donde se leía los nombres de estas salas. Y como último quedó la frase acertada de Roger de Gràcia, «si hacemos a los niños socios de un club de fútbol antes de nacer porque no hacerles socios de un teatro?». Imagínense que futuro más brillante nos esperaría!