TRAICIÓN de Harold Pinter
Reparto: Raúl Arévalo, Irene Arcos y Miki Esparbé.
Pianista: Lucía Rey.
Dirección: Israel Elejalde.
Versión y traducción: Pablo Remón.
Iluminación: Paloma Parra.
Vestuario: Sandra Espinosa y Ángel Domingo.
Escenografía: Mónica Boromello.
Teatro Pavón Kamikaze. 6 de septiembre de 2020, Madrid.
BAJO LA ALFOMBRA por Carlos Herrera Carmona.
(Vaya por delante, y con la venia de esta web, dos cosas: la primera, mis felicitaciones a esta casa por el Max; la segunda, compartir mi defensa a ultranza de que la cultura es segura y de que las medidas que ofrecen las salas son altamente seguras; agradecer también la atención personalizada de sus trabajadores para que el espectador se sienta a gusto en todo momento. Doy fe.)
Comenzaré con esta definición prestada:
LÍTOTE.- Expresión en la que el hablante, sin decir todo lo que quiere expresar, hace comprender su intención, y se realiza generalmente negando lo contrario de lo que se desea afirmar (RAE).
Se trata de una de las bases, la esencial a mi modo de ver, del teatro pinteriano: es la enjundia de su dramaturgia, la pieza esencial de la maquinaria en sus diálogos escrupulosamente medidos a golpe de monosílabos (en español, aun siendo excelente la traducción/adecuación, ya se sabe que traduttore-tradittore…); de vacíos inabarcables entre conjuntos de sílabas aparentemente huecas, pero que esconden la nausea vital y perturbadora del personaje en el momento del verbal facing escénico y que le impide, o se le niega, o se niega a comunicar/-se. ¿Por qué? Sencillamente porque el autor nos retrata a la hora de cuándo y cómo ocultamos la mentira cuya ponzoña es la más agresiva, puesto que la mentira en forma de verborrea incontenible es fácil de que sea descubierta, no como la primera, la de los silencios, la de las pausas, las de las pausas breves -medidísimo por Pinter siempre, cual alquimista del silencio dramático que es); la que se expresa como le apetece con monosílabos, con no contestar lo que se nos pregunta, con el hecho ruin de eludir responsabilidades hasta que el bisturí de nuestro interlocutor llega tan cerca del nervio que la pieza dental, podrida, estalla y la traición queda al descubierto: eso es Betrayal, eso es Pinter.
Sin pasar por alto la interpretación actoral y cómo de bien han transmitido Arévalo, Arcos y Esparbé lo agrio, la derrota y esa forma tan fatigosa de personajes que abandonan su mundo por la puerta de atrás, tanto física como alegórica, voy a dirigir mis piropos hacia la iluminación (bien esas candilejas), el vestuario (dan ganas de ponérselo para un cocktail al uso, sobre todo el de Emma) y, cómo no, la música en directo de piano con aquel allegro vivace enlatado y orquestal que se produce justo en el ecuador de la lucha y que eriza la piel del espectador, al menos la mía, claro está. Me convence menos los anuncios de espacio-tiempo vía micro. No entiendo el distanciamiento en Harold y sus obras. Aunque he ahí la mano de la dirección y su propuesta personal: el director es el actante número dos tras el autor. Eso es teatro.
Vuelvo a echar mano ahora de la filología -de ahí que yo no sea un crítico sino un analista- ya que me llama poderosísimamente la atención los sinónimos que ofrece otro diccionario, (en inglés no hay Academia: Su Graciosa Majestad y la BBC velan por la salud de esta lingua franca incontrolable) que es el Collins. Con los sinónimos que ofrece del título de la obra ya podemos volver a coger el bisturí y diseccionar las emociones de este triángulo sempiterno de filias y fobias, de sexo y necesidad hambrienta del Otro. Lo de siempre. Dicho esto, Betrayal para un angloparlante significaria también deslealtad-disloyalty, decepción-deception; me atrae mucho este de double-dealing, o el doble juego o la doble intención; y este es la monda: perfidy, o perfidia; también se coteja la falsedad –falseness– que está latente desde el minuto uno y este otro, inconstancy o la inconstancia sobre el que se articula la acción paralizante, o suicida anímicamente, del personaje. El abanico se abre hasta más no poder como organigrama emocional y nos vuelve a iluminar todas aquellas sensaciones que el reparto elegido por Elejalde va diseminando, siendo fiel a la semiótica programada por el autor. Hay más: revelación, revelation; y este último, que me encanta, leak: fisura. Nada más apetitoso para director y reparto asaltar a personajes con fallos, resquicios, errores y sobre todo, dudas, vid. Hamlet.
Aprovechen la oportunidad de oír lo que nos dice y lo que no Harold Pinter sobre las tablas del Pavón. Oportunidad para conocer su legado de una forma elegante, maestra y aséptica en el sentido más pinteriano de la palabra. Yo, que tuve que estudiar y examinarme de este obra como lectura obligatoria en mi carrera de Filología Inglesa a comienzos de los noventa, cuando curiosamente mi profesor hablaba de Engaño en su traducción- vuelvo a disfrutar con la lítote y los silencios escrupulosamente secuenciados y medidos, y, como en las mejores familias, descubrir la suciedad bajo la alfombra, hasta que alguien la levanta.