Belleza y desacuerdo
¿Te puede gustar un espectáculo con el que no estás de acuerdo? Esa pregunta me acompaña irremediablemente cuando pienso en este montaje. Porque así es como me sentí en el Lliure, pensando que el mensaje de la artista es peligroso. Y sin embargo, disfrutándolo.
Pero empecemos por el principio. Quiero dejar claro que este texto será totalmente subjetivo. Y quiero ser honesta con mi posición: Admitiré pues que esta es la primera vez que veo un montaje de Liddell y que, a pesar de haberla oído mencionar muchas veces en opiniones buenas y malas, nunca he llegado a leer nada suyo. No puedo por tanto comparar el montaje con su trayectoria, sinó que simplemente me puedo limitar a valorar lo que vi hace unos días en el Teatre Lliure.
Aclarado esto, lo primero que tengo que decir es que The Scarlet Letter me parece en su conjunto una propuesta impresionante. Cuidada, bella y conmovedora. Por la forma en que los cuerpos desnudos de los actores forman estilizados cuadros en movimiento. Por el espacio sonoro, envolvente y sofocante. Por el imaginario que propone lleno de elementos extraños y perturbadores, como la representación de la hija de Hester, en lo alto, en forma de cara saliente de una vagina, la cara fea de la maternidad. Por los cambios del espacio, con cortinas e imágenes que bajan del cielo oculto, el peine del escenario, al infierno de la escena, encerrando a la artista y limitando sus movimientos. Por la potencia de los momentos álgidos llenos de locura, en una representación en la que se diluye la línea entre el dolor y el placer. Y por ella, Liddell, como una sacerdotisa del mal que dirige la velada.
Con la A en el pecho, de Adúltera pero también de Angélica o de Artaud, de quien se confiesa enamorada, la Artista se pone en la piel del personaje de la novela y convierte la marca del pecado en su identidad. Y lo hace con una presencia incuestionable, especialmente en sus monólogos. En ellos, usa un vocabulario rico y poético – fascinante el momento en el que critica la supuesta maldad de las mujeres a partir de los 40-, pero también los dota de energía cuando pronuncia, como si vinieran de unas entrañas llenas de odio, rencor u orgullo. La provocación se convierte en bandera en este torbellino de poesía visual y sonora.
Ahora bien, vayamos al mensaje de su contenido, o al menos a uno de ellos: la libertad de quien crea frente a quien se declara ofendido por el arte. Y ahí es donde viene el pero. Porque el arte y las personas que lo crean no son ajenos a la sociedad. Y porque, bajo mi punto de vista, la persona artista tiene un altavoz y por lo tanto una responsabilidad. ¿Significa eso que el arte tiene que mantenerse en los límites de lo aceptado socialmente? Claro que no. Pero si la actividad artística genera un daño hacia alguien en una posición más vulnerable, debe ser revisada. ¿Puede eso generar una ola de censura en la que cualquier persona afirme sentirse ofendida? Puede. Pero eso no significa que todo valga, sino que la revisión, ejercida en forma de crítica justificada, tiene que ser también revisada. ¿Qué eso, llevado a la práctica, es muy complejo? Pues también. Pero no hacerlo sería perpetuar la injusta ley del más fuerte.
En cualquier caso, The Scarlet Letter es un montaje que trasciende las paredes del teatro para quedarse tanto en la retina como en la mente. Porque ocupa las conversaciones y pensamientos posteriores con sus múltiples lecturas y cuestionamientos. Y eso, en sí, ya lo convierte en una experiencia reveladora.
The Scarlet Letter, Teatre Lliure, 2, 3 y 4 de julio. Grec 2020. Texto, escenografía, vestuario y dirección: Angélica Liddell Inspirado en: The Scarlet Letter, de Nathaniel Hawthorne Interpretación: Pietro Quadrino, Tiago Costa, Julian Isenia, Angélica Liddell, Borja López, Tiago Mansilha, Daniel Matos, Thomas Conor Doherty , Nuno Nolasco, Antonio Pauletta, Antonio L. Pedraza, Sindo Puche Con la participación de: Valeri Bernat, Thomas Sgarra, Philomène Troullier Diseño de la iluminación: Jean Huleu Diseño del sonido y del vídeo: Antonio Navarro Coordinación técnica: Tirso Izuzquiza Regiduría: Nicolas Guy Michel Chevallier Asistencia en la iluminación: Octavio Gómez Maquinistas: Carlos Martínez, José Gil Producción: Sindo Puche Asistencia en la producción: Borja López, Saite Ye Comunicación: Génica Montalbano Subtitulación: Noucinemart Fotografía: Bruno Simao