NEKRASSOV de Jean-Paul Sartre
Dirección: Dan Jemmet
Reparto: José Luís Alcobendas, Ernesto Arias, Carmen Bécares, Miguel Cubero, Palmira Ferrer, Clemente García y David Luque.
Una producción de Teatro de la Abadía.
Teatro de la Abadía. Madrid, a 27 de enero de 2019
ENTRE BROMA Y BROMA… SARTRE de Carlos Herrera Carmona
¿Qué ocurre si comienzo diciendo que no le presté atención al texto? ¿Se me echarán a la yugular los puristas? ¿Me acusarán de desconocimiento o de no haber ahondado más en la profundidad de los parlamentos de Monsieur Sartre? ¿Que no he captado su finísimo sentido de lo más ruin, embustero, patán, frívolo, perverso que mantenemos con bozal entre los pulmones? ¿Tal vez porque no voy a plantear paralelismos con esta prensa ibérica, cadalso para unos, tronos para otros y con una plebe lectora ávida de carnaza que se lanza ya a las calles mientras desecha, harta, el pan y el circo? ¿Y si digo que, simple y llanamente, me quedé ensimismado con el trabajo de los actores? ¿Que esta suerte de vodevil, farsa, opereta, largo entremés de luxe o todo a la vez, me mantuvo sonriente, y por ende, complaciente con su carrusel de dibujos animados que me iban fascinando con su gestos, tonos, miradas, camaleonismo, resistencia atlética de ese savoir faire sobre unas tablas? ¿Que no me explayaré en cómo y por qué el autor clava sus cornadas satíricas al cuarto poder indestructible que aún pervive con su mala baba y su fondo más podrido que un reino danés? Ya sabemos que Monsieur Sartre dinamita sin clemencia el término decorum quitándole de paso todo prestigio a la semántica de la palabra ética; ya sabemos que es, junto con la envidia, deporte nacional el pisotear al que trabaja a tu lado en aras de un triunfo que siempre será supérfluo, porque ya nació monstruoso, ya que la muerte siempre nos sopla en el cogote. La caricatura, también lo sabemos, lastima y su brecha jamás cicatriza; la farsa hinca el aguijón y por su parte la parodia se expande y pica como ladillas en los bajos fondos.
En este montaje, llevado por la fantástica, en todos los sentidos, batuta del británico Dan Jemmett, vemos cómo maneja al elenco al igual que su autor: títeres por partida doble. A pesar de ser un reparto coral, de ellos bien se podría extraer una minicomedia de figurón alla maniera di Molière. Nikita Nekrassov, como ministro del interior ruso, es más que un desertor: es un Tartufo que seduce, enamora y miente como un bellaco a todos los que se mueven en torno al periódico Soir de Paris. Los enredos son los de siempre y funcionan en manos de Jemmett como nunca. El texto, sabiamente adaptado a sólo dos horas y algo por Brenda Escobedo, ni decae ni a la de tres, precisamente por esa impronta que cada uno de los intérpretes nos deja de su máscara. Un «tanto tienes, tanto vales», «un poderoso caballero, es don dinero» y «un dime con quien andas y te diré quién eres». Un totum revolutum de sensacional derroche interpretativo.
Con ecos evocadores de Irma la dulce, la escena se presenta con un tablado acertado por donde se deslizan casi, suben y bajan las máscaras sartrianas. Mientras tanto, las que no participan, contemplan al resto de un modo peculiar, aquello de ni dentro ni fuera sino todo lo contrario; puedes, si lo deseas, no mirar al centro del tabladillo y dedicarte a observar poses y gestos, miradas y fumeteos dado que el personaje continúa con ese estar allí sin estarlo, entre las luces y las sombras, en ese descanso, hasta que vuelve al ring a vilipendiar, mentir, corromper, atacar al submundo periodístico del Soir de Paris y a una Rusia que, como la Torre Eiffel que preside la escena, es de cartón piedra y de color pastel, es decir: falsa, como todos ellos.