Vale la pena decir que no soy muy fan de los monologuistas, los stand-up comedy que llenan plateas contando chistes vertebrados con un cierto relato. No consumo este tipo de teatro y eso me da una desventaja absoluta para hablar sobre ello. Aun así, con mi poca experiencia, mi limitada percepción y seguramente, hablando desde cierto prejuicio (supongo que también tengo un pequeño Javier Marías dentro), creo que en este país pocos ejemplos hay de monologuistas que se desnuden, que salgan de lo cuotidiano, de la conversación chistosa del bar, para hablar de sus propias miserias, desdramatizar una infancia y adolescencia dura y peligrosa. Haberlos, pero, hay los. Pero claro para eso hay que haber vivido ya lo suyo. Y Marc Martínez ya lleva en esta tierra 51 años. Cómo a un servidor le gustan más las historias humanas, el monólogo de más de hora y media que el actor presenta en el Jove Teatre Regina, bajo el nombre de “Mal Martínez”, le parece un buen ejemplo de monólogo estilo “me abro en canal y os cuento las miserias (o no tan miserias) de mi vida”.
Marc Martínez es un tío de barrio, de su barrio, el Raval. Es un buen actor con un recorrido artístico muy interesante, un currante del oficio del actor. Bueno, un currante del oficio del creador, pues en su carrera no sólo alberga éxitos como actor, sino también como director (“Conillet” de Marta Galán fue una de sus últimas direcciones exitosas) o compositor y cantante (en 1999 sacó el disco “El bolero del Raval”, aunque tampoco es que fuera un gran éxito). Con esta carrera a la espalda, Marc Martínez decide volver a la casilla de salida y con medio siglo detrás decide explicar sus orígenes, hacer un retrato de un barrio, de una sociedad, de una familia, de una época muy diferente a la de ahora, de una ciudad perdida en el tiempo.
Pero sobre todo lo que hace es volver a vestirse de niño y recordar des de la inocencia los distintos episodios más o menos vitales que fueron dando forma su carácter. Marc Martínez se ríe de ello porque ya tiene 51 años para hacerlo, pero su interpretación es vivencial, se transmuta en aquel niño que fue, y llora porque tiene miedo. El miedo, pero no como efecto paralizante, sino como efecto punzante. Así Marc Martínez nos cuenta los peligros de su barrio, los de la clase, retrata su familia, somatiza sus traumas y nos cuenta como aprendió a rebelarse de un modo inconsciente con este miedo que, de alguna forma u otra todos hemos sentido de pequeño.
Pero la inocencia con la que interpreta el niño que fue viene salpimentada con una buena dosis de perversidad que le da la experiencia. Además, el texto de Marc Martínez contiene una alta dosis de crítica a ciertos valores, tanto catalanes como españoles, sea en formato de gag o en un aparte desternillante, surrealista (estas imitaciones al actor catalán afectado estilo Flotats). A Marc Martínez se le va suficiente la cabeza, pero sin perder el punto de origen.
Como ya he comentado Marc Martínez tiene un pasado de cantante y compositor que terminó dando fruto en el disco “El bolero del Raval”. Por eso la música también vertebra el espectáculo. Desde la canción con que sale a escena, un mensaje a su padre (o a todos los padres) para decirle que le comprenda pues todo cambia, hasta su canción más conocida, el single “22 años y un día”, retrato de su propio barrio. De hecho, Marc Martínez da más valor a la música en su relato de infancia que el de actuar. Uno de los episodios más desarrollados es en la decisión de si prefería un piano o una batería, no el de si se apuntaba a hacer teatro o tiraba por algo más práctico. Esperemos que en próximos episodios (si los hay), el autor y actor incida más en sus inicios actorales.
De esta manera, y aunque a uno no le vayan los monologuistas al uso, hay que decir que con el magnetismo de Marc Martínez es diferente, un tipo empático, un niño con 51 años, que hace su propia catarsis. Y concluyo pensando que un buen monologuista gana con los años, a cuanta más mierda acumulas más puedes contar. Por eso el subtítulo de Humor y hostias. Las de la vida. Pienso que debe ser cómo Rubianes (a quien le hace más de un guiño), Godoy u otros hombres, que hablan con edad suficiente como para ofrecer historias mucho más humanas y dramáticas… y hacernos reír de lo lindo con ellas.
Mal Martínez de Marc Martínez.
Dirigida por Marc Martínez y Miguel Casamayor.
Interpretada por Marc Martínez.
Monólogo/concierto de relatos de infancia.
Desde el 19 de enero en el Jove Teatre Regina.