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Crítica de "Maestrissimo: Pagagnini 2" de Yllana - Masteatro

Crítica de «Maestrissimo: Pagagnini 2» de Yllana

 

«Maestrissimo. Pagagnini 2» de Yllana.

Idea original, creación y dirección: Yllana.

Intérpretes: Eduardo Ortega, Jorge Fournadjiev, Isaac M. Pulet y Jorge Guillén “Strad”.

Dirección artística: Juan Ramos y David Ottone

Teatros del Canal. 29 de agosto de 2020. Madrid.

EL DUENDE DE IL MAESTRO  de Carlos Herrera Carmona

    Al ser uno músico de refilón y cantor por accidente y afición -más que nada por aquello de quien canta su mal espanta– no me atreveré a escribir ni una sola línea acerca del virtuosismo en los violines y demás instrumentos, y mucho menos sobre el repertorio elegido para la ocasión. Me quedaré, por citar, con el efecto sorpresa y la admiración que en mí produjo Yllana en esta ocasión -y una vez más- con su puesta en escena.

   Vaya por delante matizar que, viniendo de donde vengo, allá donde el humor se despierta cada día renovado y que no se busca sino que surge en el gesto, la frase y el ademán, aplaudo con esta razón de peso cuando de esta guisa la persecución de la risa ténue y exquisita se levanta sobre las tablas. Prueba irrefutable de ello fue la carcajada espontánea -la más genuina y fiable- de unos críos que se encontraban en la platea así como el pudor de la pareja entrada en años y con canas -como las pelucas rococo-punk del elenco- que fue víctima musical para subir al escenario/cadalso y seguir las pautas de il maestro y su cuadrilla. Satisface comprobar el horror vacui que le produce a un espectador de hoy en día aún el ponerse siempre en manos de un personaje y quedarse ante él mudo a merced de sus ocurrencias. Sólo ocurre esto en el teatro donde seguimos comportándonos como unos cobardes sin solución cuando desde el escenario se nos brinda la complicidad, uno de los fuertes de Yllana, como bien se pudo comprobar con su maestría, delicadeza y el éxito orquestal campanillero. He ahí el misterio de que nos quedemos sin respuestas y como zombis con estos seres irreales que nos manejan… Quisiera detenerme pues en el efecto sorpresivo que yo noté como resultado de la propuesta de este cuarteto, no sólo por hacerme recordar y disfrutar con piezas archiconocidas, sino también por el descubrimiento de cómo se volvían a revisitar éstas; la sorpresa en su proceso, la revuelta, el adorno revestido de simpatía y el triunfo por haber ido inoculando en el respetable el deseo, las ganas de saber, no tanto de lo qué vendrá sino del cómo lo harán. Es una espera sabrosa, de vértigo, a lo largo del repertorio, conocido de antemano por el programa, pero bravissimo per il maestrissimo por conseguir, durante hora y media olvidarnos de la realidad, volver a maravillarnos por la sonrisa constante y removernos en la butaca. Se hace patente que Yllana asciende imparable en sus apuestas sin desafinar un sólo instante.

    Ante puestas en escena de esta índole, no dejo de pensar en cómo surgió la chispa por la cual todo arde y se enciende, y cuáles habrán sido los mecanismos para que la llama fuera creciendo hasta convertirse en boccato di cardinale, donde la edad y el bagaje musical de cada uno es totalmente irrelevante y prescindible. Si no eres forofo de lo clásico, Yllana te motiva con golosinas contemporáneas; y si lo eres, Yllana te motiva con golosinas contemporáneas en suave conjunción de acordes que se mezclan hasta conseguir almizcle puro con marca de la casa, armónico, claro está.

    Rematando voy con esta cita de Flaubert que me describe durante el periplo yllanesco que comenzó por Vivaldi, pasó por Albéniz y hasta un quejío aflamencado hermanado con Sting y su Roxanne eterna, sin que hubieran faltado en los condimentos Bach o Mozart a ritmo de cabriolas danzantes coquetamente coreografiadas: «Se dejaba ir en el balanceo de las melodías y se sentía vibrar de pies a cabeza, como si los arcos de los violines se pasearan por sus nervios».

    Lo de siempre alterado -que no adulterado- pues de eso se trata: la búsqueda del equipo creador para innovar -ardua tarea- en estos tiempos donde todo parece estar inventado hasta que llega Yllana y te maravilla. Si no saben lo que es el famoso duende, asistan al cortejo que Yllana se marca con el público, melómano o no.

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