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El pasado 23 de noviembre, durante la gala de entrega de los Premios Butaca 2015, Marta Marco recogió un galardón por su actuación en El curiós incident del gos a mitjanit, musical en el que se ponía en la piel de la maestra de un niño autista. En su discurso, la actriz dedicó el premio a las familias que sufren con este síndrome “porque aún no se ha determinado qué es ser normal”.
Días antes, se había estrenado en la Sala Atrium La nit de Helver, un texto del polonés Inqmar Villqistun en un montaje dirigido por el checo Pavel Bsonek. En esta obra, de naturaleza mucho más trágica, la ‘anormalidad’ se enmarca en un contexto más extremo, en el que la injusticia lleva a una drástica y sensible conclusión. La acción se inspira en la llamada noche de los cristales rotos, una serie de ataques hacia los judíos ocurridos en la Alemania nazi en una fatídica noche de 1938.
En este contexto, la obra presenta la relación existente entre Herber, un chico intelectualmente discapacitado, y Karla, una mujer que lo adoptó movida por el remordimiento de haber abandonado a su hija con Síndrome de Down. Los catalanes Alba Florejachs y Sergi Torrecilla se ponen en la piel de estos personajes que, a caballo entre una relación de pareja y una materno filial, conviven en una vida aparentemente sencilla pero psicológicamente enmarañada.
Torrecillas otorga verosimilitud a un personaje tremendamente complejo a través de los pequeños pero constantes detalles. La mirada, los tics nerviosos y el ligero tartamudeo con el que se expresa están presentes en todo momento, tanto en la muestra de nervio y tensión como en los momentos en los que la fragilidad y vulnerabilidad dominan sus rasgos.
Por su lado, Florejachs queda en un primer momento ligeramente eclipsada por su compañero de escena, si bien adquiere potencia y protagonismo tanto cuando nos cuenta la historia de su vida como en la trágica escena final. La actriz, que sale de su habitual registro cómico para demostrar su valía en historias más trascendentales, consigue con su andar pesado y su rostro desenfocado llegar a hacernos olvidar un aspecto y una voz más joviales de los que parecen corresponderle al personaje.
La puesta en escena cuenta con una escenografía realista y bastante completa que representa el comedor de la casa donde los personajes conviven. La iluminación tiene distintas fases que diferencian la calidez del hogar de la frialdad de los sucesos exteriores. La música es el otro mecanismo utilizado para incrementar la tensión, si bien ambos recursos resultan ligeramente evidentes y repetitivos.
El texto se ha podido ver este noviembre también en el teatro de la Abadia de Madrid, aunque con otro montaje dirigido por Dino Mustafić. No obstante, dicha versión, que también pasó por Barcelona en el pasado Grec 2015, poco tiene que ver con esta. La principal diferencia es la desvinculación del montaje de Bsonek con la sociedad nazi, eliminando la esvástica de la indumentaria del protagonista y acercando el suceso a nuestro tiempo pese a mantener la estética de los años 30.
Y es que a día de hoy aún nos cuesta encarar todo lo que es diferente a nosotros, pese a llenarnos la boca de palabras como inclusión o solidaridad. Aunque nos cueste asimilarlo, y volviendo al discurso de Marta Marco con el que empezaba este texto, han pasado casi 8 décadas desde los sucesos de la obra y “aún no se ha determinado qué es ‘ser normal’”. Así debería ser siempre. Y resulta alentador que, también a día de hoy, el teatro nos lo siga recordando, aunque ello nos incomode planteándonos un juicio a nosotros mismos. Quizá solo por eso el montaje ya vale la pena.
La nit de Helver de Ingmar Villquist.
Dirigida por Pavel Bsonek.
Interpretada por Alba Florejachs y Sergi Torrecilla.
Hasta el 13 de diciembre en la Sala Atrium.