Ivo Van Hove, 70.000 litros de agua en escena y 14 actores del Toneelgroep Amsterdam. Con estos datos no resulta extraño que el teatro estuviera lleno hasta la bandera de personalidades. Actores, periodistas y otros amantes de las artes escénicas llenábamos el pasado sábado las butacas del Lliure para ver el estreno en Barcelona de uno de los montajes más esperados del Grec. Estoy hablando de La força oculta (De Stille Kracht), el nuevo montaje del director belga que llega al festival por cuarto año consecutivo.
A veces, es muy sencillo dejarse llevar por un nombre reconocido o por un dato impactante. El teatro es una suma de artes, y que una obra sea simplemente abordada por su puesta en escena o por el nombre internacional que la representa, por más impresionante que esta sea, no suele ser una buena señal. Hecha este reflexión, tengo que admitir sin sentirme orgullosa que yo misma, como muchos otros de los asistentes, fui al teatro más tentada por ver la lluvia en escena que por la obra en sí. Pero eso no impide que mi comentario incluya otras facetas de la función.
Empecemos por el principio. La força oculta es la adaptación de la novela del neerlandés Louis Coperus escrita a principios del siglo XX sobre la colonización holandesa. Una historia exportable a cualquier otro país colonial sobre la supremacía cultural que el occidente cree tener frente al oriente. El texto está escrito por un miembro del bando occidental y eso se nota, pues es este el que claramente muestra su mirada mientras que los autóctonos aparecen como poco más que criados.
No hace falta haber leído la novela para darse cuenta de la rapidez con la que pasan las acciones y el recorte que ha tenido que hacer Van Hove. Se pierden así matices y sensaciones, algo inevitable en toda adaptación de un texto largo y complejo pensado para ser leído. Además, el tema principal parece alejado de nuestro día a día, más o menos interesante según los gustos de cada uno. Por otro lado, resulta interesante e incluso sorprendente la naturalidad con la que se tratan ciertos subtemas tabú: incesto, adulterio y erotismo aparecen de forma espontánea, fría y sin consecuencias remarcables.
Una de las lecturas más interesantes es la referente a los personajes principales, complejos, profundos, ni buenos ni malos y con una clara evolución. En todos ellos vislumbramos un carácter y una ideología determinada. Por ejemplo el protagonista, el comisario Otto van Oudijck – interpretado por Gijs Scholten van Aschat– es un hombre luchador, soberbio e intransigente, de buenas intenciones, convencido de su causa, pero de mentalidad cerrada. Su mujer, Leonie, sensual y enérgica Halina Reijn, se comporta de forma despreocupada e intensa hasta que el miedo la invade. Y lo mismo ocurre con el joven Teo, hijo del protagonista, un infantil y caprichoso Jip van den Dool al que la vida le ha dado todo lo que podía desear y que, sin embargo, no consigue conformarse.
Y sí, dicho esto también merece mención la puesta en escena y, en particular, la lluvia. La lucha multicultural aparece representada sobre el escenario con una tormenta monzónica que empapa a los actores. Este temporal mantenido a lo largo de toda la función con diferentes intensidades convierte el montaje en un espectáculo de gran envergadura y potencia visual. Si los occidentales llegan a la Índia como un ciclón que arrasa con sus creencias y tradiciones, también la india se convierte en el diluvio que inunda sus corazones y les cambia la vida. Un trabajo en el que merecen ser loados no solo Van Hove y su diseñador escenográfico y lumínico Jan Versweyveld, sino también las productoras Angelina Kroft y Edith den Hamer. Y es que por si no fuera suficiente la locura técnica y presupuestaria que el agua implica, aún es más compleja transportarla desde Holanda.
En definitiva se trata de un montaje con una naturaleza particular que no siempre toca la emoción y que fácilmente notamos alejada. Sin embargo, aunque sea un espectáculo de dos horas y una densidad pesada, se nota que es complejo y elaborado. Y sí, la puesta en escena resulta espectacular.
La força oculta (De Stille Kracht)
Adaptación de la novela de Louis Coperus.
Dirigido por Ivo Van Hove.
Interpretado por Toneelgroep Amsterdam: Aus Greidanus jr., Gaite Jansen, Gijs Scholten van Aschat, Halina Reijn, Jip van den Dool, Maria Kraakman, Marieke Heebink, Vanja Rukavina, Barry Emond, Dewi Reijs, Mingus Dagelet, Otis Schwab, Rob Malasch y Keanu Visscher.
Teatre Lliure, 2 y 3 de julio en el marco del Festival Grec.