La Sala Atrium está de 5º aniversario y lo celebra con una nueva versión del primer texto que albergó. El montaje de Huis Clos (A porta tancada) que dirigió Raimon Molins en 2011 fue una auténtica declaración de intenciones del tipo de teatro al que querían dar cabida: propuestas arriesgadas, densas y con mensaje. La jugada no les ha salido mal, pues 5 años después siguen dando la misma guerra. Ahora, Jordi Prat i Coll se ha encargado de un nuevo montaje a partir del mismo clásico existencialista.
En Huis clos bajamos literalmente al infierno. Una habitación cerrada, roja, densa. Y allí nos damos cuenta de que los tópicos eran falsos, y que el dolor y las llamas no son más que leyendas populares. Es en una habitación de hotel donde se encuentran los condenados, tres desconocidos que se ven obligados a despojarse de todas sus miserias y someterse a un autojuicio durante toda la eternidad. Y es precisamente la mirada de los demás, el reflejo en ellos de sus actos, lo que acaba convirtiéndose en la peor de las torturas. El infierno son los otros, y por ende nosotros, nuestras obsesiones, nuestra mirada inquisitiva y nuestra necesidad de ser absueltos son el infierno de los demás.
La escenografía de Ricard Prat i Coll es el primer gran acierto del montaje. Un espacio cerrado con muebles de estética napoleónica bañados en terciopelo. La única puerta que hay, espacio de entrada pero nunca de salida, es la del ascensor, emulando a la vez el hotel y la bajada al averno. La iluminación estridente y saturada de Raimon Rius aumenta la presión y la intensidad de las distintas escenas, complementando el texto con una atmosfera asfixiante.
Las tres interpretaciones principales están dirigidas con la voluntad de crear un ambiente lento y denso a través de la rigidez y la tensión de los distintos duelos interpretativos. Patrícia Mendoza – quien también estaba en la versión de 2011, aunque esta vez interpreta al otro personaje femenino-, Mireia Trias y Xavier Ripoll dan vida a tres personajes tétricos, oscuros y misteriosos. A medida que avanza la historia, vemos como pierden la humanidad y se desnudan literal y metafóricamente.
En esta versión, el papel de criado lo interpreta Kathy Sey. Además de guiar a los personajes, la actriz y cantante añade el sonido a capella en los tres momentos musicales. Paralelamente a la ruptura de los personajes principales con la vida terrenal, su voz pretende recorrer un desconcertante camino musical hacia un lado más oscuro y primitivo: del vals francés al jazz, y de ahí a una última percusión étnica más salvaje. Cabe decir sin embargo, y como único punto negativo, que sobre todo en las dos primeras intervenciones musicales, el sonido no termina de acoplarse a la historia e incluso provoca algunas interferencias con el diálogo.
Pese a ese detalle, el conjunto en general es un muy buen trabajo. Una propuesta innovadora y diferente, intensa y llena de preguntas sobre las debilidades humanas. Para permitirnos reflexionar sobre los demonios que todos llevamos dentro, con los que atormentamos a los demás y a nosotros mismos.
Huis Clos. A porta tancada de Jean-Paul Sartre.
Dirigida por Jordi Prat i Coll.
Interpretada por Patrícia Mendoza, Xavier Ripoll, Kathy Sey y Mireia Trias.
Hasta el 28 de febrero en la Sala Atrium