Con Txékhov hemos topado una vez más. Después de la inmersión a la depresión de Ivanov de Àlex Rigola, nos trasladamos a La Villarroel donde están tres hermanas sumidas también en un tedio vital y en una perpetua insatisfacción. Pero mientras Txékhov nos muestra en Las tres hermanas una melancolía asfixiante, aquí esta tristeza se transmuta en cinismo y muy mala leche, dos armas muy eficaces para vestir una comedia con unos personajes que se desatan, salvajes. Se trata de Els tres aniversaris, la adaptación catalana de la versión de la autora alemana Rebekka Kricheldorf y que Jordi Prat i Coll dirige con dinamismo y frescura.
Irina cumple los 38 y en su fiesta de aniversario falta la gente, la música y los sueños cumplidos. Junto a sus dos hermanas y su hermano hablan sobre sus expectativas vitales sobre el trabajo y el amor. Es el tedio vital pero el que las hace profundamente insatisfechas, pero están aburridos y tremendamente complacientes porque su vida durante años ha estado demasiado resuelta. Pero la herencia del patrimonio de sus difuntos padres ha sido malgastada y cada vez se asoman más a la ruina. Mientras se dedican a reprochar la herencia y la educación burguesa y de alta alcurnia que han recibido, se critican entre ellas el no tener la fuerza ni el coraje por sacar adelante sus sueños, sus reivindicaciones: Irina , se pasea de carrera en carrera, cansada de no encontrar nada que le interese realmente o de no encontrar a nadie que realmente no le aburra; Maixa es una señora casada con un hombre que es bueno, que trae el dinero a casa pero con quien ya no siente ningún deseo; Olga, la hermana mayor, al contrario de sus dos hermanas, es la única que trabaja y que lleva dinero a casa, pero detesta su profesión de profesora y ve como debido a su profesionalidad y a su vida de solterona, termina siendo, muy a su pesar, la directora; y Andrei, es un prometedor escritor que no termina de acabar su obra mientras sueña en el éxito. A su alrededor, se presentan Georg, un buen amigo de Andrei, con su propio drama y su inmovilismo, que empezará un juego amoroso con Maixa intermitente, inconstante, un amor que tampoco evoluciona. Y la última aparición es la de Janine, esta obrera, esta choni de discoteca que se ha ligado a su hermano. Es el contrapunto activo, la mujer puteada pero que no para de trabajar de tirar adelante con su vida, sin grandes sueños de grandeza (aunque es la única que termina cumpliendo su deseo, un deseo poco planeado, simplemente salir a bailar una noche cualquiera con sus amigas porque ya le toca). A los otros, cuando pueden lograr sus sueños, cuando los tienen al alcance, los desechan. No ven que a ellos también les puede tocar. Toda esta historia, pero tiene un recorrido a través de dos aniversarios más de Irina, donde vemos la involución de los sueños de esta familia. Y como la comedia se va recrudeciendo más, de la risa franca a la sonrisa congelada pasando finalmente al drama absoluto, a casi rozar la tragedia.
El esqueleto dramático del autor ruso se mantiene, pero ahora Kricheldorf sitúa a sus antiheroínas en un hipotético presente y hace un guiño propio a la obra madre, sus tres hermanas se llaman como las de Txékhov precisamente por una broma macabra, pues sus padres, muy leídos ellos, quisieron poner a sus hijas los mismos nombres que aquellas hermanas. Un guiño con muy mala leche al destino de Txékhov. Un destino que no lleva a ninguna parte, que sólo corre en círculos. Los tres aniversarios se repiten con pocas variaciones y muchos diálogos repetidos. Con todo ese material, Jordi Prat i Coll apuesta por el juego escénico, por dar libertad de movimientos a su elenco, rompiendo cuartas paredes y hasta mezclándose con el público. No pierde el ritmo, lo acelera en las escenas más salvajes y divertidas y le pone freno en aquellos monólogos, aquellas reflexiones que cada personaje suelta para sí mismos: unas más ingenuas otras más nihilistas, todas ellas teñidas de una comicidad trágica.
Además, el trabajo de dirección de actores logra que veamos a algunos de sus intérpretes en un registro más cómico y descontrolado que un servidor no había visto aún. Este es el caso de Joan Negrié quien en el primer aniversario va como una moto y hasta modula su voz para luego rebajar su energía derrotado por la vida marital. O el de Anna Alarcón, esta Maixa que ronda entre la resignación y la esperanza de volver a enamorarse, pero sumida en este estado cínico. Luego están Rosa Boladeras y Victoria Pagès, quienes pasan del cinismo más exacerbado a la explosión, a la confrontación más iracunda (sobre todo contra Janine, la intrusa, una Miranda Gas que luce más en este registro cómico).
Honestamente, el trabajo de todos hace lucir un texto que hace del cinismo el arma más poderosa para reírse de las actitudes más patéticas y tristes de los personajes txekhovianos por excelencia. Cinismo y mala leche a raudales. Ya lo dice en un momento Irina, «Todo es tan triste que sólo nos queda la ironía». Eso sí, esa tristeza, ese inmovilismo que impide a los personajes a actuar con decisión conduce el relato hacia el drama y un final casi trágico, aunque nunca abandone la senda del cinismo. Un Txékhov más accesible, más abierto a todos los públicos, pero sin dejar de lado el riesgo y la personalidad propia tanto desde la dramaturgia como desde la dirección.
Els tres aniversaris de Rebekka Kricheldorf, sobre Las Tres hermanas de Anton Txékhov.
Dirigido por Jordi Prat i Coll.
Interpretada por Rosa Boladeras, Anna Alarcón, Victòria Pagès, Joan Negrié, Albert Triola y Miranda Gas.
Comedia con esencia de Txékhov.
Hasta el 11 de junio en la Villarroel.