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Crítica de Wohnwagen - Masteatro

Crítica de Wohnwagen

¿Quién quiere venir a España a crear? ¿A quien le puede interesar sacar adelante algún proyecto teatral innovador y diferente en este país de pandereta? ¿Qué posibilidades tienen aquellos jóvenes amantes de la creación escénica a desarrollar su talento en un país que lo limita? Pues bien podríamos decir que como muchos otros sectores profesionales, la única salida es la huida a aquellos países que acepten de buen agrado estas mentes jóvenes, incorruptas, sin vicios que busquen investigar sobre el hecho teatral desde una perspectiva absolutamente abierta a nuevos lenguajes y disciplinas. Aquí nos cuesta mucho darles cobijo. Por eso muchos de ellos prefieren coger las maletas e irse a otras capitales europeas. Como por ejemplo Berlín. Y ya hace ya un tiempo que esta ciudad se erige como un horno de creación, donde se cuecen y se presentan grandes proyectos creativos. Uno de estos laboratorios es sin duda el teatro Volksbühne, desde donde funciona la P14, el grupo joven de teatro que año tras año se va renovando para parir nuevas propuestas escénicas. Pues emigrando, buscando nuevas vías de exploración y aprendizaje artístico, allá se conocieron varios actores, dramaturgos, directores… Dos de ellos fueron Max Grosse Majench y Rémi Pradére, dos jóvenes que desarrollaron sus inquietudes y que descubrieron que tenían algo en común sobre el cual debían hablar, sobre lo que debían montar un espectáculo diferente: sobre la sensación de estar enamorado y tener la certeza de que todo será pasajero. De ahí salió Wohnwagen. Pero este proyecto es esencialmente un proyecto multicultural, nacido en Alemania, pero con vocación y trayectoria europea. Así pues la Wohnwagen viaja de la Volksbühne a La Seca-Espai Brossa.

Aunque la historia fue escrita por Rémi Pradére y ya no pinte nada más en la producción catalana, sí que coge las riendas del proyecto Max Grosse Majench quien se encarga de la traducción, la dirección junto con Anna Serrano (los dos miembros fundadores de Els Malnascuts, este proyecto espejo de la P14 de la Volksbühne) y de la interpretación del joven Anton, el atontado enamorado de bajas revoluciones. Junto con él se juntan muchos amigos y cómplices del proyecto de Els Malnascuts: en la dirección le acompaña Anna Serrano, quien junto con Marc Salicrú i Gerard Vidal también adaptan dramatúrgicamente la obra al catalán (y a otras lenguas que vertebran el relato de uno de los personajes) y en escenario junto con Max Grosse está Elena Martín, otra joven actriz que es protagonista de varios proyectos que en los últimos han dado mucho que hablar (la película Las amigas de Ágata, el Like si lloras de Els Malnascuts…) quien marca el contrapunto cómico al enamorado Anton con la hiperactiva Emma. Alrededor de ellos destacan una serie de personajes pintorescos a la par, el demonio (magnético Guillem Barbosa), un ángel (la veloz multilingüe Laura Weissmahr), una bruja (seductora Kira Anzizu) y un hada (aleccionador Oriol Puig). Con estos elementos narran una divertida historia, muy punki e histérica sobre el suplicio o la bendición que puede significar el amor para unos y otros.         

Cuando uno se enfrenta a una historia como Wohnwagen puede sentirse perdido en un principio por no ubicar bien la historia. Y es que aunque un narrador nos sitúe en un bar habitado por todos estos personajes y nos muestre una escena de final de amor entre los dos tortolitos, hasta bien entrada la obra uno no interrelaciona todas estas escenas sueltas, muchas de ellas monólogos, donde hablan sobre sus experiencias amorosas desde distintos códigos, de manera más poética, con canciones, con historias narradas en múltiples lenguas… En todas ellas, los personajes hablan sobre su relación con el amor, desde la evocación, la destrucción, la pasión, o el desencanto. Pero de golpe, como si fuera un gag/anuncio, las historias se entrecruzan cuando los dos tortolitos encuentran la solución a sus distintas visiones de la vida: Wohnwagen. Es decir adquirir una rulot. Este vehículo sintetiza las dos formas de vida que significan Anton y Emma, uno más apocado, la otra más enérgica; uno estable, de estar en casa, la otra, un bicho, de no parar de viajar. O a lo mejor no. ¿La convivencia es la solución cuando uno es tan diferente al otro? ¿El amor tiene tanta fuerza como para poder mantener las diferencias a raya?

Sea el desenlace que sea, lo que importa aquí es la experiencia, el camino que uno hace. Y en este caso, como nos muestran esta historia con una intención muy punki en un espacio espacial, con una línea de vestuario muy dispar. Una amalgama de visiones, tonos, luces y música (en vivo) que acompañan unas interpretaciones muy vivas, gamberras y absurdas, exageradas y hasta caricaturizadas. Eso sí, como petición personal hubiese estado de traca incluir más guiños, más interacción con el público (más allá de repartir latas de cerveza y bolsas de patatas). Sea como sea, Wohnwagen es un ejemplo de creación artística made in Europa para Europa que desafortunadamente en este subdesarrollado país cuesta de impulsar.       

Wohnwagen de Rémi Pradére.

Dirigida per Max Grosse Majench y Anna Serrano.

Interpretada por Max Grosse Majench, Elena Martín, Kira Anzizu, Guillem Barbosa, Oriol Puig y Laura Weissmahr

Comedia punki sobre las múltiples caras del amor.

Hasta el 4 de diciembre en La Seca- Espai Brossa

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