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Crítica de 'Viatje a la lluna' - Masteatro

Crítica de ‘Viatje a la lluna’

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Las principales salas de teatro de Barcelona no son inmunes al efecto de la Navidad y programan obras infantiles. Así sucede también en el TNC, donde des de la sala Tallers se representa estos días Viatge a la lluna. Este viaje fue escrito en 1966 por el escritor Josep Maria Espinàs que unió fuerzas con el célebre compositor Xavier Montsalvatge. La historia contaba como un grupo de niños, los pesquis, para no aburrirse construían un cohete que lo llevaba hasta la luna. Allí descubrían un nuevo mundo sin maldad y decidían quedarse. Ahora, cuarenta y seis años después y para honrar el centenario de Montsalvatge, se ha recuperado esta bonita historia para darle continuidad con la ayuda del dramaturgo Pau Miró (quien tiene Un refugi Indie instalado en la Sala Beckett) y el compositor Albert Guinovart. La combinación de los cuatro nombres da forma a un proyecto lleno de color y de buena música que hipnotiza a los más pequeños y ilusiona a los adultos.

El viaje a la luna no sería el mismo sin la aportación de la orquestra Murtra Ensemble, una formación instrumental de música de cámara a quienes les gusta meterse en proyectos donde se mezclen disciplinas artísticas, con el teatro, la tecnología o las artes plásticas. La implicación de la compañía ha sido total, pues la adaptación a la composición de Montsalvatge así como la nueva partitura han ido a cargo de estos junto con Guinovart. Así en el escenario vemos a catorce músicos con sus instrumentos de cuerda, de viento o percusión que van musicalizando la historia de estos pequeños exploradores.

Para narrar la historia hay dos actores-cantantes. Son Iván Labanda (multiplicándose como puede con Over the moon en el Teatre Almería) y Xenia Reguant (Pegados), dos voces maravillosas y que dan el tono perfecto para una composición dirigida a los más pequeños. El trabajo de los dos no está solo en contar la historia y en cantar las cuatro canciones que forman el musical sino en hacerlo con distintos tonos, distintas voces. Este viaje es un cuento y la estructura es simple, una estructura de cuento, con su narrador y con sus pocos personajes que el narrador hace hablar. Así que los dos intérpretes adaptan su voz a la del cuentacuentos, pero la cambian cuando se ponen en la piel de los niños como el Roger o como la maldita sombra gigante que amenaza al grupo entre otros. El resultado es rico y bonito y delata el trabajo de las voces, no en vano Labanda es doblador profesional.

La historia que no llega a una hora de duración sucede en una heladería y la estética recuerda a los maravillosos años cincuenta y al american way of life. Así los actores y los músicos llevan sus uniformes típicos, con sus gorritos y sus colores apagados. Hasta el suelo de baldosas negras y blancas nos remite a aquella época. Pero el escenario se prolonga detrás donde una pantalla proyecta unas ilustraciones en movimiento y unos dibujos hechos por el ilustrador Sebastià Serra y el animador Jordi Caba. Estos cuadros refuerzan la narración dando color y fuerza expresiva a las escenas que niños y grandes nos imaginamos en nuestras cabezas.

La dramaturgia de esta obra tiene muy claro los valores que debe mostrar. Dirigida a un público infantil, el Viatge a la lluna defiende el motor de la imaginación para realizar lo imposible y lograr la bondad y la justicia, pero en la segunda parte, la trabajada por Pau Miró el conflicto se agrava creando un monstruo que amenaza seriamente la supervivencia de los niños. Pero al final, con cierta magia, la redención de los niños es posible. En esta segunda parte se amplía el prisma de valores hablando del amor hacia los padres o de la música como herramienta para conocernos mejor. Así en esta segunda parte es donde se suceden los cuatro números musicales muy bien ejecutados por todo el elenco, músicos y cantantes, en especial la canción de Mare marona y de Com es fa un petó.

Cabe decir que todos los que están encima del escenario tienen su papel. Dos actores-cantantes y catorce músicos, pero estos dos actúan mediante su música y sus movimientos acompañando las canciones. La música de Montsalvatge y de Guinovart es expresiva y con una tonalidad tímbrica ideal para los niños, a veces parece como si fuera de dibujos animados, tan enfática que da voz también a algunos personajes o a sus estados anímicos. Por otro lado los músicos no son meras estatúas en el escenario, interactúan con los actores y entre sí, cambian de posiciones y hasta algunos hablan en el número musical del beso. El resultado enfatiza el espíritu multidisciplinar y el tono mágico y de aventuras que los autores han pretendido imprimir. Un buen espectáculo familiar que enseña muchas cosas más de las que a priori uno podría pensar. 

Viatge a la lluna de Josep Maria Espinàs, Xavier Montsalvatge, Pau Miró y Albert Guinovart.
Dirigida por Pau Miró
Interpretada por Ivan Labanda, Xenia Reguant y la Murtra Ensemble.
Hasta el 6 de enero en la Sala Tallers del TNC.

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