La nueva temporada teatral en la Sala Beckett empieza con una obra compleja, Variacions sobre el model de Kraeperlin (o El camp semántic dels conills a la cassola) de Davide Carnevali. Es sin duda una buena apuesta del equipo comandado por Toni Casares, director de la sala, y conlleva sus riesgos, pues es una obra de difícil comprensión, algo experimental, y además es la primera vez que Carnevali estrena en Barcelona, y eso no deja de ser raro sabiendo la estrecha vinculación de Carnevali con esta ciudad y que sus textos han sido multipremiados en otros rincones de Europa.
El Kraeperlin nos presenta a tres personajes: el hombre 1, un hombre de avanzada edad afectado por el alzeheimer; su hijo, el hombre 2, quien intenta, mediante ejercicios, que no olvide tan rápidamente; y el hombre 3, un médico de acento alemán quien des de la sombra va evaluando el paciente. He ahí la sinopsis de lo que sería esta historia. Luego contar lo que sucede, las acciones, los hechos cronológicos, carece de importancia. Este texto mimetiza su estructura narrativa con la desestructuración que padece el enfermo, es decir el texto no mantiene una coherencia de sentido, no hay una unidad semántica que hilvane las distintas escenas. Lo que se ve y se oye es tal como lo proyecta la mente del hombre 1. Solo pequeños macguffins, como la simbología del conejo, o esas finas líneas rojas que los personajes nombran para hablar de distintas cosas sirven para que el espectador intente encajar el puzzle al final. Pero resulta ser todo al contrario. Este puzzle que es la mente del hombre se desmonta, pierde las conexiones entre sí. Así que el espectador por más que lo intente, no podrá reconstruir ningún puzzle en su cabeza, pues precisamente lo que se muestra es la descomposición neuronal y textual del puzzle.
Para aquellos que valoran las dramaturgias más arriesgadas, las construcciones textuales más originales deben ver esta obra para dejarse sorprender por el estilo del italiano. Sabemos que todo texto es la comunicación de unas ideas de un autor a un público receptor. Pero en teatro la comunicación copa distintos planos, no estrictamente la lingüística. Y es ahí donde el propio Carnevali enfatiza su propuesta. La información que se dosifica para la construcción de la historia pasa a ser poco necesaria, no es esencial. En Kraeperlin el autor valora más la dosificación en el ritmo del texto, en crear tensiones, atmósferas angustiosas y momentos incómodos para el espectador que se ayudan por un juego de imágenes proyectadas, por las declaraciones en los micros, por esas máscaras de conejo o de gato,… Pero a pesar de la frialdad, de la tensión, Carnevali saca a relucir una escena con un punto más emotivo (bien las historias sobre el Alzeheimer siempre han tenido un alto componente dramático) cuando el enfermo (magnífico Artur Trias) evoca (real o irreal, que más da) el día en que conoció a su mujer. Después de tanta tensión, el espectador le entra más una escena triste y lacrimosa como esta. Cuestiones del ritmo del texto, como decía.
Así esta historia reflexiona sobre la memoria. Y lo hace des de la óptica del individuo al colectivo, des de la memoria del ciudadano a la de Europa, evocada en perpetua guerra. Pero esta Europa, es solamente un recuerdo, donde se mezcla la realidad con la imaginación. Entender la mente de un enfermo de Alzeheimer es entender principalmente que la realidad se confunde con la imaginación. Y en este texto todo lo que vemos es tan real como imaginado. Nada es lo que es, ni lo que parece.
Variacions sobre el model Kraeperlin (o el camp semántic dels conills a la cassola) de Davide Carnevali.
Dirigido por Carles Frenández Guia.
Interpretado por Artur Trias, Jordi Brunet y Hans Richter.
Drama de autor sobre el Alzeheimer.