Lo peor de un musical es que su historia sea anodina, que sea más un concierto con un cierto cuerpo dramático que el desarrollo de un conflicto de unos personajes mediante canciones. Y aun así, no creo que haya ni un musical que figure en el top de textos teatrales. Pero hay que pedirlos unos mínimos porque de tanto en cuando nos presentan cada tontería. Una de ellas, bien la recuerdo fue el Cop de rock de Dagoll Dagom. La gran productora de teatro musical de Catalunya triunfó en público con este musical mediocre que recuperaba todo de clásicos del rock catalán. Pero la historia era realmente mala, infantil. Luego recuperaron por tercera vez su obra magna, Mar i cel, un clásico del teatro musical, con una historia muy bien desarrollada, inspirada en la obra de Àngel Guimerà y con un elenco fantástico de cantantes. Pero Dagoll Dagom necesitaban reivindicarse una vez más como motor de creación, no de frituras ni de reposiciones. Y lo han logrado, ahora sí, con Scaramouche, un espectáculo divertido y muy dinámico, un divertimento que mezcla aventuras románticas de espadachines justicieros y un juego de dobles ambientados en la convulsa Francia de finales del siglo XVIII.
Intuyo que a Juan Lluís Bozzo, director y autor del libreto (y mandamás de Dagoll Dagom), le tiran más los relatos históricos o fantasiosos que los dramas más contemporáneos. Por eso ahora ha escogido una novela de aventuras de espadachines de Rafael Sabatini, Scaramouche, ambientada en la Revolución Francesa y le ha añadido el juego de dobles de Los dos gemelos venecianos de Goldoni y dando protagonismo a una compañía italiana de comedia de’ll arte para afinar los referentes cómicos más clásicos. Pero la apuesta por la comedia lo es sobre todo a través del desarrollo de una clase noble histriónica, caricatura cómica de esa clase pudiente encabezada por un marqués despótico y cruel. Pero una crueldad infantil, remarcada con una risa malvada, como si fuera de dibujos animados. La batalla del marqués y el espadachín enmascarado no sólo es con el florete sino también a base de diálogos ingeniosos, hablados y cantados. Pero claro está que para cualquier amante de los musicales esta historia le puede recordar a Los Miserables. El referente está allí y no sé si implícitamente o no, Bozzo, David Pintó y Joan Vives (estos dos últimos también letristas de las canciones) han añadido algunos guiños al musical de Boubil y Schömberg, como en este Himne del poble que evocan desde la prisión y que se repite al final, como La Canción del pueblo de la adaptación musical de la novela de Victor Hugo. Podríamos decir que Scaramouche sería el reverso cómico y liviano de Los Miserables.
Y con una composición musical que no empalidece en absoluto con los grandes musicales. Ya es de sobras sabido que Albert Guinovart es probablemente uno de los compositores musicales más brillantes de nuestro país y lo demuestra otra vez con una partitura emparentada con la música popular catalana, pero con un gusto por la ornamentación más barroca. El único pero es no disfrutar de un tema mayúsculo, una composición que sobresalga por encima de las demás, de estos temas que, como el Himne dels pirates de Mar i cel, se recuerdan y se asocian al musical a lo largo de los años. Pero aunque no tenga ese tema memorable, hay muchas grandes canciones que consiguen un equilibrio mayor en el libreto.
Por otro lado, Dagoll Dagom siempre es excelente en sus casting y por supuesto este no es la excepción. El caballo ganador lo monta Iván Labanda quien borda este Marqués cruel, burlado y que es víctima confusa e idiota del juego de los dobles (momentos brillantes cuando se dan cambios escenográficos mientras el marqués está en escena y éste lo integra en el juego de la confusión). Pero delante de él se enfrenta, florín en mano, con un genial Toni Vinyals, quien finalmente consigue un papel protagonista… desdoblado. Detrás de éstos brillan las voces femeninas de Ana San Martín y Mireia Mambo y luego viene un séquito de secundarios de lujo como las voces de Jordi Corominas y de Frank Capdet. Son gente con mucho callo, mucho oficio, con no sólo una voz única y bien trabajada, sino también con unas buenas tablas interpretativas.
Los grandes musicales emocionan, sorprenden, te pueden dejar atónitos. Y si lo hacen es por la conjunción de una buena historia, unas canciones memorables y unas interpretaciones vocales únicas y genuinas. Y por supuesto por una escenografía grandilocuente, un vestuario lujoso y una orquestra potente. Y todo eso lo tiene Scaramouche (y lo permite el Teatre Victòria, casi la casa de Dagoll Dagom), un gran entretenimiento que tanto puede gustar al público menos educado en musicales como al más enterado.
Scaramouche de Dagoll Dagom.
Dirección de Joan Lluís Bozzo.
Composición musical de Albert Guinovart.
Interpretada por Toni Vinyals, Iván Labanda, Ana San Martín, Mireia Mambó, Jordi Corominas, Frank Capdet, Clara Moraleda, Albert Mora y muchos más.
Musical cómico de espadachines
Desde el 23 de setiembre en el Teatre Victòria.