En ciudades de Estados Unidos hay ciudadanos que se manifiestan contra el gobierno de Donald Trump; hace seis años de las primeras manifestaciones que dieron paso a la conocida primavera árabe; el 15-M fue la semilla de un movimiento social que ha traspasado al plano político; el movimiento Occupy Wall Street en Nueva York; y muchas otras revueltas que se han extendido en distintos lugares han puesto de relieve cierta violencia verbal o física por parte de la población contra las instituciones. El teatro, como reflejo deformado de la realidad, no ha tardado a reaccionar y a crear todo tipo de historias donde reflexionan sobre la política, las manifestaciones y la violencia. Y en eso están la compañía de Teatre de l’Enjòlit que han presentado en el Temporada Alta la comedia Realpolitik.
Los dos autores, Carles Fernández Guia y Elies Barberà, se plantean una tesis: ¿es legítimo el uso de la violencia para cambiar los comportamientos políticos y sociales más execrables para hacer una sociedad mejor, más justa? De esta forma presentan una serie de personajes que se unen debido a un hecho anecdótico pero que les transformará profundamente la vida: durante la visita a un mercado de un candidato político, éste recibe de una desconocida una bofetada absolutamente inconsciente e involuntaria. Este sencillo hecho y la posterior respuesta del político y el séquito los sacude, pero cuando ven que al político le coge un ataque de llorera en plena celebración electoral y desaparece, descubren el poder que tienen y deciden seguir actuando y planificando sus próximas acciones de cambio.
El desarrollo de la historia trata en primera instancia sobre el grupo humano, sobre cómo organizan sus estructuras jerárquicas y cómo se dan los conflictos entre sus miembros, un retrato irónico pero veraz de los movimientos sociales más actuales. Y es que cada uno de estos personajes vive el uso de la violencia a su manera, con más o menos ganas. Pero hacia al final de la obra, los autores vuelven a fijarse en la tesis que recorre el arco dramático, unen al grupo y los hace fuertes (y absurdos e hilarantes) en un juicio final, el juicio que representa al pueblo más combativo contra las leyes y las reglas que aún buscar una convivencia pacífica, recrean una sociedad preñada de desigualdades e injusticias.
La propuesta de esta compañía, aun siendo teniendo pocos recursos escénicos, es efectiva, aunque un poco plana. No juegan especialmente con la escenografía, aunque el soporte audiovisual sirve para dar a conocer los hechos y noticias que suceden y hacen avanzar la acción. Pero lo que importa aquí es el arco dramático de los personajes que vertebran el grupo, tanto a nivel individual como sobre todo a nivel colectivo. Y la defensa de los actores de cada personaje es buena, aunque hay quien sabe lucir más sus armas de clown, sobre todo Arnau Marín y Jordi Brunet.
Celebremos que la Realpolitik se dé en el teatro, a la espera de que los movimientos sociales, los colectivos y los individuales encuentren otras formas de canalizar el descontento. Aunque está muy bien poder establecer este debate desde la comedia y ciertas actitudes paródicas. Y aún mejor, está que podamos decir que los autores resuelven su tesis, aún sin saber las consecuencias que puede portar.
Realpolitik de Teatre de l’Enjòlit
Dirigida por Carles Fernnández Guia
Interpretada por Albert Alemany, Elies Barnerà, Jenny Beacraft, Jordi Brunet, Arnau Marín y Marta Montiel.
Teatro político y social en clave de comedia
El 11, 12 y 13 de noviembre en la Sala La Planeta de Giron en el marco del Temporada Alta.