PSICOSIS DE LAS 4.48 de Sarah Kane
Actriz: Anna Alarcón.
Dirección: Moisés Maicas
Teatro del Barrio. 14 de mayo de 2021. Madrid
YO CONOCÍ A SARAH KANE de Carlos Herrera Carmona
Yo conocí a Sarah Kane antes de y todo en ella era tristeza. Medía las palabras y el contenido de sus mensajes, escuetos y terribles. Nosotros éramos un pequeño grupo de dramaturgo/as a finales de los noventa reunido/as bajo la batuta de Emilio Hernández quienes tuvimos el privilegio de trabajar con ella en un seminario organizado por el Centro Andaluz de Teatro, en Sevilla. Sarah venía acompañada para ello –escoltada con amor más bien- por dos miembros del Royal Court Theatre de Londres. Sarah, o l’enfant terrible del teatro británico por aquel entonces y eternamente, se postulaba como un ser salvaje y hermoso que delataba y relataba sin cortapisas todo lo hermoso y todo lo salvaje que habitaba, y quería ser expulsado desde su interior. Los ejercicios que ella nos proponía estaban diseñados por su mente prodigiosa para llevarnos al borde de los acantilados. Ella ya se había arrojado desde uno de ellos y en su caída, un descenso libre de Mundo, iba dejando sin querer sus huellas en nuestra manera de escribir para que, en un futuro, nunca tuviéramos pudor a la hora de contar todo lo hermoso y todo lo salvaje del alma, de la mente. Al menos yo lo he seguido haciendo. Conservo un ejemplar de su obra Crave dedicado y unas fotocopias grapadas de su naciente Psychosis 4.48. Cuatro palabras en la solapa del libro y su nombre que la rematan donde me menciona. No más. El fluir de Sarah estaba en sus obras no en nuestra realidad. A los pocos meses del taller, supimos de su fallecimiento. No resistió más la caída en picado y decidió hundirse para siempre en un fiordo de negra hondura abisal. Nos queda su legado. Y por esta razón asistí al Teatro del Barrio para comprobarlo de la mano de Anna Alarcón.
Como en su pieza anterior, a modo de vigía, la intérprete nos recibe ya en escena en una suerte de alter ego de Sarah, tragada casi por un sillón tapizado en capitoné, detalle que me recordaba a las paredes acolchadas del psiquiátrico donde aguardaba ésta/Sarah para desahogarse. La mirada fría e implacable de la actriz empuñaba el universo aparentemente desordenado que Sarah quería retratar. Es el segundo montaje que veo de Anna y fascina la pulsión vehemente y trágica cuando se mueve, felina, por la escena. Es su mejor tarjeta de visita. Anna maneja acertadamente los ritmos iracundos sumergida en el torrente de intervenciones/voces que sucedían alrededor de la psique de la británica. Los recortes de luz parecían situar a la intérprete en un submundo sin oxígeno, aunque los retazos de poesía que Sarah dedicada al amor era lo único que Anna iba salvando del naufragio para que pudieran respirar.
Éxito de la actriz al salir airosa de este trance, de este desquicie sin solución y sin remedio que nos acerca –tal vez pudiera ser otro mensaje de Kane- a la incomprendida selva donde los perturbados sobreviven, con su vademécum de pastillas que para nada sirve, con su delirium tremens. Los locos y locas pueblan nuestra escena desde que nació este arte delirante que es el Teatro. Kane, heredera directa de la galería de perturbados del bardo inglés, mantiene el mismo pulso con la incomprensión, y como él, con la universalidad de su mensaje, algo que la mantiene viva hasta nuestros días. Anna Alarcón puede estar tranquila: el legado de Sarah Kane aun respira gracias al aire que ella nos ha insuflado desde el Lavapiés.
NOTA DEL AUTOR: En el Teatro Central de Sevilla, y con motivo del fallecimiento de Sarah Kane, hubo un homenaje a su obra por parte del Centro Andaluz de Teatro y de los dramaturgos que participamos en el taller que nos impartió. Más información en: https://elpais.com/diario/1999/03/18/andalucia/921712953_850215.html
Carlos Herrera Carmona es autor, director y crítico teatral. www,carlosherreracarmona.com