Tres fotógrafos entran en una casa abandonada para lanzar algunas fotos. Son dos chicos quienes se dedican a esto habitualmente y la chica se ha sumado hoy a la excursión. Son exploradores urbanos y han roto una ley impuesta por ellos, no entrar nunca sin permiso en una casa abandonada, ni forzar ni romper nada para entrar.
En esta habitación donde florecen todo de flores blancas hay una cama, un piano de pared a un lado y una cámara que enfoca a la citada cama. Esta cámara guarda una cinta con un mensaje. Se trata de una vieja mujer que seria casi enfadada hace una reflexión sobre la familia, esta entidad antigua inamovible, secular, sacralizada, respetada, llena de amor, de tradición, de generosidad,…, solamente quisiera que supiesen describirme cuando yo no esté. ¿Qué recordarán de mi ? ¿Quién se va acordar de mi ? Así empieza Prime Time, una obra que trata sobre la muerte en la familia y que se representa en la Sala Muntaner hasta el 22 de julio.
La obra escrita por Martí Torras (quien la dirige también) y Paula Blanco (una de las actrices) es una obra que juega con la indefinición de género, empieza planteándolo como un thriller de miedo, evoluciona hacia el drama, coge algún sendero hacia la comedia y hasta tiene tiempo para introducir un par de canciones. Pero el resultado global es irregular, extraño y uno se va a casa con la sensación de no poder atar todos los cabos que han ido soltando durante una hora y poco.
Parte de la culpa por la incomprensión total de la historia es por la estructura de puzzle que usaron los dramaturgos. Esto de contra historia desestructurada ya hace tiempo que funciona como estrategia narrativa, pero eso hay que hacerlo a favor de la historia y no para confundir al espectador. Todo acaba teniendo sentido al final, pero por el camino hay pasajes absolutamente innecesarios o que quedan a medias tintas, como es el caso del momento en que los hijos le piden a la vieja señora que le van a hacer un video para colgarlo en una web de citas para que encuentre a otro hombre. Pero esta mujer no quiere nada, esta enferma y ya que le están grabando porque no dejar su testimonio para que lo vean aquellos que quedan. Hasta se le pasa por la cabeza de enviarlo a la tele.
En esta obra se alternan dos líneas narrativas diferentes, la de los exploradores urbanos y la de los familiares, los tres hijos y la madre enferma, quien juega como fantasma entre los exploradores. El cambio del presente con el pasado, de los exploradores con los hijos se hace mediante el montaje de video o del sonido de una cámara lanzando fotografías. Pero hay cambios que confunden, y que te muestran una escena que no tiene una continuidad del todo lógica con su antecedente. Estos cambios posibilitan además el cambio de género, pasando de una escena con un poso de reflexión, unas palabras dramáticas de la madre o de los hijos, a otra humorística donde vemos a los exploradores ( o son los hijos) falseando un programa de telerealidad de video-testimonios de gente que se muere y en donde aparece la vieja mujer como concursante. Allí lograron hacerme reír por su impostura, sus tonos de voz, como si aquello fuera un anuncio de teletienda. Y luego al final logran tocar la fibra con este epitafio final donde se resuelve el porque de la cámara abandonada en aquel solar abandonado.
La escenografía de Prime Time es heredera del montaje teatral de hace unos años de Gata sobre teulada de zinc calenta, del escenógrafo Max Glaenzel quien les cedió los decorados ya que la obra de Torras y Blanco se representó como un ensayo abierto antes de la Gata en el Lliure de Gràcia. Los intérpretes resuelven bien sus personajes, con sus constantes alto y bajos narrativos, y destacando quizás las dotes de pianista del chaval Ferran Vilajosana.
Prime Time de Martí Torras y Paula Blanco.
Dirigida por Martí Torras
Interpretada por Paula Blanco, Dafnis Balduz, Ferran Vilajosana y Àngela Jové.
En la Sala Muntaner hasta el 22 de julio.
Reflexión dramática y desestructurada entorno a la muerte.