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Crítica de Pretty - Masteatro

Crítica de Pretty

Hay obras de teatro que son espejos. En ellas se ven reflejos, convenientemente tuneados por el autor, de aspectos de la sociedad. Sin duda, uno de los que muestra el lado más oscuro y sucio de la sociedad es el norteamericano Neil Labute, un tipo incómodo, proclive a la provocación y confrontación. Uno de sus textos llega por primera vez a los escenarios españoles de la mano de una de las compañías más activas durante los últimos años y que, a su manera, tambiés son provocativos, Sixto Paz. La compañía, cuya cara más visible es el actor Pau Roca, adaptan Pretty, en la original Reasons to be pretty. Y como siempre buscan la relación directa con el público a través de sus propias estrategias de marketing promocional. En este caso ya no van a taquilla inversa, pero sí que siguen trabajando la post-función a través de su popular Trivial y, esta vez, ayudados por la aplicación de ligue Tinder. Detrás de esta estrategia está la idea de cambiar los canales de promoción del teatro y de favorecer cierto compromiso con la compañía. A los de Sixto Paz ya se les conoce como los del Trivial.

Pero también se les debe reconocer un muy buen trabajo a la hora de seleccionar e interpretar textos que conmuevan, que revuelvan, que generen debate. Pretty lo es, pero lo hace desde la comedia. Eso sí el retrato de los personajes lleva la marca Labute, personajes moralmente muy reprobables que, a través de sus diálogos, de sus acciones y de su manera de pensar se dedican a buscar cierta felicidad a costa de los demás. El reflejo Labute nos devuelve cuatro personajes con miedos e inseguridades, pero sobretodo con unos egos destructivos.

La cuestión en Pretty está en la belleza, en el reconocimiento de la belleza o no en el otro, el ser querido. Todo empieza con una discusión de pareja muy subida de todo, agria, histérica y donde Labute rápidamente marca ciertos posicionamiento incómodo. La Meri le reprocha (en una recreación choni y barriobajera de Sara Espígul) a Edu, su novio que, según su mejor amiga Carla, le haya llegado en una conversación intrascendente con Toni, su mejor amigo y a la vez novio de Cara, que considera que tiene una cara normal. Este comentario aparentemente inofensivo enciende la mujer que considera que su “normalidad” es en realidad fealdad. La ruptura es un hecho. Mientras, por otro lado, Toni se presenta como el macho alfa, misógino, un tipo que se dedica a mentir, defiende su mujer como si fuera ganado mientras se dedica a pasturar a una compañera recién llegada y chulea de sus gestas sexuales con su amigo.

Desde este retrato tan feo, el autor y la compañía (cuya dirección viene servida por la habitual Marilia Samper) consiguen arrancar unas cuantas risas. Pero no puedo dejar de sentirme ciertamente perplejo sobre una duda que me asaltó en medio de la obra. El posicionamiento del autor. ¿Es misógino Labute? No, seguro que no. Como bien ya he dicho, al autor le gusta la confrontación y lo hace a través de la definición de personajes que marcan mucho su condición de género, tanto hombres como mujeres, trabajando a favor y en contra de ciertos estereotipos. Pero no puedo dejar de sentirme incómodo en este retrato tan estúpido de las dos mujeres, una la histérica manipulada, la otra la superficial manipuladora. Y si bien está el contrapunto masculino de Toni como personaje odioso, también está Edu. Éste se nos presenta como la víctima de todo el entuerto, un tipo con mucho más intelecto que el resto (en sus ratos libres leé tanto a Mankell como a Verne), que se dedica a recibir los palos y a defenderse de unos y otros, marcando una cierta integridad moral irreprochable. ¿Qué representa el personaje de Edu? ¿Es un antihéroe superado por las expectativas, diseñado para que el espectador se sienta identificado, como punto de fuga a un retrato tan descarnado de estos humanos? ¿Es el propio autor? A media obra deseé que Edu finalmente mostrará su cara más superficial, que se mostrará a la altura de los demás y tuviera su propia bajeza moral. Secretamente deseaba por el bien de ellas que se descubriera como un canalla. De esta forma, el autor parece adquirir cierto posicionamiento de género y ahí es donde se muestra la línea roja de la misoginia. Lo bueno de todo este debate interno es que es totalmente público y notorio en la obra de Labute, un autor con tantos fans como haters que lo insultan con vehemencia tal como se explica en este artículo publicado en el monográfico Pausa editado por la Sala Beckett.

Está claro que Sixto Paz sabía de la potencia textual de Pretty y de toda la provocación intrínseca que lleva, pero seguro que no sólo lo escogieron por esto. Está claro que la obra de Labute es un caramelo para los actores, la posibilidad de crear unos personajes tan desagradables y desde un proceso de creación que los llevaba a la exageración. Sara Espígul y Joan Carreras se lo pasan en grande. Tan alejados de la contención y la seriedad de otros personajes, se sueltan la melena, sin caer ni en tics marcados ni caricaturas. Mientras Mariona Ribas y Pau Roca, cuyos personajes permanecen en una cierta estabilidad, sin grandes altibajos, participan del juego escénico correctamente.

Y hablando de juego escénico, hay que denunciar cierto vicio que hay en muchas compañías. Parece que sea como una obligación el romper la cuarta pared, pero hay muchas formas de hacerlo. Sí que es verdad que este texto interpela directamente al público, sobre todo en sus monólogos, pero no es necesario invitar a unos cuantos del público a qué suban al escenario para asistir a una de las confesiones de la obra. Supongo que el último objetivo de la directora era el de que el público pudiera interactuar de alguna forma con los personajes y que estos respondieran a los envites. Pero esto no es un espectáculo de La Cubana y los escogidos no tienden a decir nada. Y el resultado final de esta ruptura termina siendo como un pegote mal puesto. La cuarta pared no se debe romper con tanta facilidad.

 

Pretty de Neil Labute.

Dirigida por Marilia Samper.

Interpretado por Pau Roca, Joan Carreras, Mariona Ribas y Sara Espígul.

Comedia de relaciones.

Hasta el 12 de junio en La Villarroel.

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