«Només són dones». Solo mujeres. Mujeres que lucharon. Algunas lo hicieron para convertir el mundo en un lugar un poco más justo. Otras, simplemente se aferraron al deseo de proteger a los suyos. Sea como sea, todas fueron mujeres que intentaron, como pudieron o como supieron, resistir ante la barbarie. Todas ellas lucharon para sobrevivir porque, aunque los libros de historia muchas veces lo olviden, se vieron inmersas en el mismo horror que los hombres con los que convivieron.
Del mismo modo que estas mujeres tan diferentes sufrieron las consecuencias de un mismo horror, en escena vemos la fusión de tres disciplinas que nos cuentan una misma historia: La interpretación, la danza y la música se unen a través de tres artistas muy compenetradas que nos hacen partícipes de un montaje innovador y sorprendente.
Por un lado, Míriam Iscla se pone en la piel de cinco mujeres que explican, a través de monólogos intercalados, sus vivencias a raíz de la guerra. La actriz consigue diferenciar perfectamente cada personaje solamente con su manera de moverse y hablar, reflejando claramente las distintas edades y condiciones sociales de cada una. Destaca sobre todo en el papel de Tomasa Cuevas, una joven analfabeta castellana que hace uso de toda su rebeldía contra el sistema. Es aquí donde la actriz interpreta el papel más alejado de todos los que le hemos visto hacer últimamente.
En segundo lugar, la danza contemporánea de Sol Picó –sustituida unos cuantos días por Xaro Campo- descoloca un poco al principio, pero enseguida se conjuga con las palabras y lo que la rodea. La danzante se mezcla con el espacio escénico creando efectos estéticamente bonitos que aportan otro de los toques diferenciales del espectáculo. De hecho, cabe aquí destacar la bella escenografía creada por Paco Azorín en la que cada una de les mujeres queda representada por un elemento significativo de su historia. También acompaña a la obra un montaje audiovisual que combina en el momento justo imágenes poéticas con datos históricos.
Finalmente, la particular sonoridad de Maika Makovski complementa las acciones de sus compañeras construyendo la atmósfera de tristeza, indignación o tensión que cada momento necesita.
Pero no caigamos en el error de pensar que cada disciplina tiene su momento presentado por separado. Al contrario, estas quedan constantemente unidas de una manera tan profunda que incluso se llegan a intercalar los papeles de las tres artistas, de modo que a momentos podemos llegar a ver a Iscla bailando, a Makovski recitando o a Picó/Campos tocando el piano.
Carme Portaceli ha optado por no quedarse solamente con lo que inicialmente eran monólogos al uso escritos por Carmen Domingo. La directora ha querido ir más allá consiguiendo en el resultado diferentes metas. Por un lado, mantener y difundir la memoria histórica de las mujeres encarceladas y fusiladas durante la guerra y el franquismo. Por otro, poner sobre el escenario a tres artistas procedentes de diferentes mundos en una propuesta original y estéticamente sobrecogedora. Finalmente, ha creado un espectáculo multidisciplinario que puede ser una buena manera de introducir a los aficionados a la danza en el mundo del teatro y viceversa. No está mal todo lo que se puede conseguir con la historia de unas que “solo son mujeres”.
Només són dones de Carmen Domingo.
Dirigida por Carme Portaceli.
Espectáculo de teatro, música y danza contemporánea.
Interpretada por Míriam Iscla, Sol Picó / Xaro Campo y Maika Makovski.
Hasta el 8 de noviembre en la Sala Petita del TNC.