Olvidémonos por un momento de la carga simbólica de Neus Català, la última superviviente catalana de los campos nazis. Olvidémonos de que Un cel de plom (un cielo de plomo) es uno de los pocos documentos que no solo reivindica la memoria histórica, sino que además se centra en la particular barbarie sufrida por las mujeres durante la II Guerra Mundial. Olvidémonos del brillante comentario de la protagonista sobre el papel de las mujeres en la guerra como personajes doblemente olvidados.
Si por un momento olvidamos todo este contexto, lo que vemos es la narración en primera persona de una biografía. La protagonista, una mujer luchadora que jamás pierde el carácter y el orgullo por más difíciles que sean sus circunstancias, nos cuenta en algo más de una hora y alternando constantemente pasado, presente y futuro todos los hechos significativos que han marcado su vida. Desde su feliz niñez y la celebrada llegada de la República hasta el aniversario de la liberación del campo de concentración en el que pasó parte de su juventud.
Pero como en un montaje sobre la memoria olvidar no parece ser una opción viable, recuperamos el contexto para darnos cuenta de la potencia que tiene la trama basada totalmente en hechos reales. Sin embargo, lo primero de lo que nos damos cuenta es que 100 años de aventuras necesitan de mucho más tiempo si lo que queremos es que estén contados con todos los detalles. La adaptación del libro original al monólogo teatral tiene demasiada narrativa condensada. Es una lástima que los detalles verdaderamente emotivos aparezcan diluidos entre datos, fechas y acontecimientos. Conocemos a la heroína, pero apenas nos quedamos con cuatro detalles sobre la mujer. Demasiados capítulos y demasiado importantes para contarlos en apenas unos minutos.
Por otro lado, la dirección de Rafel Durà es poco orgánica. La sencilla escenografía, con una construcción imprecisa parecida a unas vallas de espinas, se vuelve prescindible ya que la actriz apenas interactúa con ella. Si dejáramos el escenario vacío, la actuación más que correcta de Mercè Arànega seria exactamente la misma. La actriz solo se mueve por distintos puntos arbitrarios en los que recita cada una de las partes del monólogo. Vemos poco mensaje en sus desplazamientos más allá de cortar el estatismo.
No hay muchos montajes que se focalicen en la lucha de las mujeres, pero lo cierto es que hace poco pudimos ver una obra con este tema de fondo. Només son dones (Solo son mujeres), el espectáculo dirigido por Carme Portaceli en el que danza, música y teatro se unían para transmitir un mismo mensaje tenía un equilibrio escénico formado por escenografía y movimientos bellos y acompasados. Poco tienen que ver un montaje y el otro. Aquí también hay mucha reivindicación política, social y femenina. Pero todo es simple, despojado de todo artefacto. Arànega y su narración. Català y su recuerdo.
Neus Català, un cel de plom. de Carme Martí.
Dramatúrgia de Josep Maria Miró.
Dirigido por Rafel Durà.
Interpretado por Mercè Arànega.
Sala Muntaner, hasta el 31 de julio.
Festival Grec 2016.