Este sábado 25 de julio hemos tenido la oportunidad de ver representada en El teatro del Barrio de Lavapiés la obra Marx en el Soho. Aunque bien podría decirse Marx en Madrid, pues es un texto adaptado a la realidad española del momento, si bien con cierta prudencia de más. Destacamos especialmente el trabajo de dirección y dramaturgia que convierten un monólogo teatral en un hermoso trabajo actoral de diálogo con objetos que adquieren vida ante nuestros ojos: una marioneta, un maniquí o un tablero de ajedrez, se convierten en personajes y miniaturas de acontecimientos históricos que nos relatan la actualidad del discurso de un Marx que se dice no ser marxista. Una recuperación de la parte vehemente y humana del filósofo frente a su posterior exaltación como autor canónico cuya comprensión histórica posterior olvidó las motivaciones humanistas de su realidad histórica para pasar a elaborar una cuidadosa exégesis a la altura de una hermenéutica religiosa cerrada sobre sí misma. Marx vuelve a la tierra, con un permiso limitado y animado por otras grandes figuras históricas, para saldar cuentas con este presente que insiste en matarle una y otra vez, precisamente porque se mantiene invariablemente vivo -a veces pasando inadvertido, eso sí- a través de las décadas y la historia reciente del capitalismo.
Howard Zinn escribió este monólogo para un público estadounidense de 1999 y sin embargo el resurgimiento de Marx y su obra parece ser la tónica del Madrid contemporáneo; sólo hace falta pasarse por las principales librerías de la capital para comprobar las numerosas reediciones de su obra, así como de estudios en torno al marxismo, al socialismo y al anarquismo.
Pero esta obra tiene también la voluntad de rescatar la vida privada de un Marx injustamente tildado de burgués en su época; un “burgués” que sufrió, junto a su aristócrata mujer Jenny, una vivienda húmeda y pequeña, los malos olores de un barrio próximo a las cloacas y sin asfaltar, los cortes de luz, la necesidad de empeñar objetos personales para salir adelante y la muerte de nada más y nada menos que tres hijos a edades tempranas. Alfredo Abadía destaca por sus habilidades clown y de pantomima, alcanzando momentos de alta potencia interpretativa a través del manejo de los elementos escénicos para introducir al espectador en la ficción, haciéndole viajar en el tiempo para rememorar el Londres de finales del XIX. Los juegos de luz y sonido, acertadamente introducidos, favorecen esta inmersión en el ayer, mientras que la revisión actualizada del texto nos recuerda que estamos aquí, en el Madrid de 2015, y que los trabajadores seguimos sin organizarnos para conquistar nuestros derechos. Marx, más que nunca, está de vuelta en Madrid. Sólo tenéis que pasaros mañana, a las siete, por el Teatro del Barrio de Lavapiés.