Los Justos es una adaptación de la obra homónima de Albert Camus realizada por la compañía 611Teatro y que está siendo representada hasta el 26 de octubre en las Naves del Español en el Matadero.
Cualquier adaptación de una obra dramática a otra problemática y contexto del que fue escrita siempre resulta una labor compleja en la que se ganan pero también se pierden cosas. En esta adaptación no podía ser diferente… entendemos las razones que les han llevado a 611Teatro a utilizar este inspirado texto para tratar de reflexionar sobre nuestra historia cercana y la posición de ETA durante la transición, pero nos parece al mismo tiempo que los prejuicios con los que los espectadores nos acercamos inevitablemente a la cuestión de ETA, dada su dilatada evolución posterior y por haber sido objeto de alta preocupación mediática y partidista durante los últimos treinta años, influye para que no podamos atender en profundidad a las problemáticas éticas y políticas que se presentan en la obra o para que éstas deriven hacia puntos de vista más comunes actualmente que los planteados por Camus, perdiendo con ello su particular originalidad. El mismo título “Los Justos” hace referencia en el dramaturgo, y no de manera irónica en absoluto, a los revolucionarios rusos que se enfrentaron en 1905 a la tiranía del Zar, y en ella su posición ético-política no es tanto cuestionada en cuanto al objetivo sino más bien respecto del debate medios/fines tan frecuente en estos planteamientos, pero con un giro muy particular y propio de este autor: ¿Continúa siendo justa una acción que se enfrenta a una tiranía haciendo uso de la violencia contra inocentes? ¿Se convierte ella misma en tiranía o es un medio necesario para un fin superior que consistiría en la erradicación de esa misma tiranía? Los protagonistas son hombres justos que discuten sobre en qué medida pueden mantenerse tales y ser eficaces en sus intervenciones, y hasta este punto la reflexión es aparentemente convencional. Pero al mismo tiempo la propia muerte al servicio de dichos ideales les salva de convertirse en puros asesinos y les ennoblece desde una perspectiva moral. La reflexión moral de Camus traslada por tanto su acento del manido planteamiento de “los fines sí/no justifican los medios” al menos convencional “los medios continen los fines”, y es por ello que antes de nada el auténtico “hombre rebelde” de Camus, el héroe legítimo, no es tanto el que está dispuesto a matar, sino el que está dispuesto a morir por unos ideales. El que está dispuesto a llevar sus creencias hasta las últimas consecuencias, superando el impulso de la autopreservación en un acto de dignidad rebelde humana.
Esta complejidad del planteamiento de Camus se pierde inevitablemente con la adaptación, pues su perspectiva, más corriente actualmente, propone que la lucha armada conduce de manera inevitable a convertir a los seres humanos, por muchos ideales que mantengan, en puros asesinos, y que de esta mutación depende de hecho la eficacia estratégica de sus acciones.
Salvando estas limitaciones fruto de la adaptación, cabe decir que la obra funciona como un todo coherente y bien elaborado. Los actores mantienen un nivel interpretativo de mucha calidad y no se producen desajustes entre ellos, lo que permite que la obra en su conjunto se luzca, en lugar de lucirse un individuo en particular; un buen trabajo de dirección, sin duda. Los arreglos escenográficos y las ideas de puesta en escena son muy notables y expresivos, como todo el juego inicial con las cuerdas, que nos remite metafóricamente al tejido social que sostuvo al entramado de ETA en el País Vasco, a la vez que nos habla de la tierra, las raíces y el vínculo y atadura que nos crean. Excelente también la introducción en la trama de un poema de Gabriel Aresti, La casa de mi padre, creando un momento interpretativo de alta carga emocional. Por todo ello no podemos sino decir que el resultado, a pesar de los riesgos, es notable y de calidad, y que la obra merece ser evaluada con respeto hacia el equipo que la ha hecho posible.