La historia de la España que habitamos es traumática. No debemos olvidarlo, heredamos una guerra la cual dio paso a una época larga y oscura. Nuestra democracia ha heredado todo eso y los conflictos sociales y territoriales que hoy azotan la piel de toro también son resultado en gran medida de este periodo. Todo viene de la Guerra Civil Española. Y no hay que olvidarlo. Por eso muchos dramaturgos sienten el deber de ejercer profesores de historia y, con retórica o sin retórica, recordar episodios de tal conflicto. Episodios desconocidos, protagonizados por personajes de piel y hueso, nombres olvidados, al margen de la Historia, pero con una historia propia que termina salvando nuestra memoria histórica. Y a eso se remite La piedra oscura, un texto brillante y conmovedor de Alberto Conejero y dirigido por Pablo Messiez con maestría, sobriedad y sensibilidad en su puesta de escena. Está hasta el 28 de febrero en el Lliure de Gràcia, pero seguro que seguirán con su larga gira. ¡Qué no se les pase!
Conejero no se anda con rositas y empieza ya encogiendo el alma del espectador con un monólogo que pone en antecedentes y que nos sumerge de golpe en el conflicto, el bombardeo de la tripulación aérea italiana sobre la población española y como un chaval huye de él dejando atrás a su madre cayendo y profiriendo sus últimas palabras que nunca llegó a entender. Las palabras que le persiguen, que intenta descifrar mientras se dice a si mismo que debe de vivir para honrar su memoria. Este chaval está sentado en una silla, al lado un fusil y unos metros más allá, un hombre estirado y malherido en una cama. El carcelero, reclutado en su huida por franquistas, y el republicano cazado y vigilado en un hospital (aunque bien podría ser un búnker, un cuartel, una cárcel cualquiera) cerca del mar. La relación entre estos dos personajes se vivirá al límite, atenazados por sus propios miedos y víctimas del tiempo que juega en su contra. El prisionero quiere hablar, el carcelero tiene miedo a escuchar. Pero todo el relato se va tejiendo poco a poco descifrando las vidas de cada uno y descubriendo un secreto que el prisionero termina confesando al último hombre con quien podrá confiar. El testimonio, el guardián de nuestra memoria histórica.
Podría contarles quienes son estos personajes, tienen nombre y apellidos. Podría decirles cuál es el secreto. De hecho, las notas de prensa del espectáculo lo anuncian a bombo y platillo. Pero un servidor no lo sabía y la historia me parece más interesante y emocionante si uno no sabe nada de eso y va haciendo sus propias deducciones. Y al final, mediante reconstrucción podrá entender la maestría del autor al ir dejando las pistas, al estructurar la tensión narrativa, in crecendo debido a una cuenta atrás inevitable.
Cogiendo este texto excelente, Pablo Messiez y su equipo han sabido sacar oro desde una puesta de escena sobria con una escenografía ruda formada por una serie de paredes de color cobre, una iluminación excelente y una ambientación sonora oportuna y envolvente. Pero esta es una pieza de cámara que necesita de dos actores que entiendan el dramatismo de sus personajes, que interpreten bien todo el crescendo emocional que sienten, y sin duda, el trabajo de Daniel Grao y Nacho Sánchez transmite toda la verdad de los acontecimientos. Se nota un trabajo de dirección de actores muy intenso. Fue un placer escuchar el miedo en cada palabra del chaval, de un Nacho Sánchez pletórico, y un gustazo ver el viaje emocional desesperado de Daniel Grao, altivo y desafiante en sus primeras palabras, alegre y conmovido en sus últimas.
Un viaje que hay que hacer para conocer esta historia pequeña de un encuentro entre dos personajes que, medio ficción, medio realidad, terminaron salvando parte de nuestra memoria histórica y cultural. Y en eso hay que darle las gracias a este particular profesor de historia que es Alberto Conejero, al visionario Pablo Messiez por dotar de movimiento y poesía escénica su relato y a dos hombres que han sabido interpretar fielmente el sentido de las palabras del autor y de la poesía en movimiento del director.
La piedra oscura de Alberto Conejero.
Dirigida por Pablo Messiez.
Interpretada por Daniel Grao y Nacho Sánchez.
Thriller dramático sobre la memoria histórica
Hasta el 28 de febrero en el Teatre Lliure de Gràcia.