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Crítica de "La palabra de Oro. Sangre, poder y Dios en el gran siglo" (Ensayo general) - Masteatro

Crítica de «La palabra de Oro. Sangre, poder y Dios en el gran siglo» (Ensayo general)

LA PALABRA DE ORO. SANGRE, PODER Y DIOS EN EL GRAN SIGLO.

Intérprete: Pedro Mari Sánchez.

Corral de Comedias. Alcalá de Henares, 17 de junio de 2021.

Una producción de la Comunidad de Madrid para el Festival Iberoamericano del Siglo de Oro. Clásicos en Alcalá.

Dirección de producción: Josep Domènech.
Selección de textos y dramaturgia: Pedro Mari Sánchez y Susana Cantero.
Dirección adjunta: Susana Cantero.
Fotografía: Charles Olsen.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Escenografía Ana Garay.
Diseño de Sonido: Pedro Mari Sánchez.

EL VERSO ES EL BÁLSAMO de Carlos Herrera Carmona

El verso es el bálsamo de la escena. Oírlo es mirar hacia atrás sin ira y comprobar que la persuasión de la Palabra sigue vigente. La cantinela del verso en su emisión –musicalidad acompasada con ritmo certero, uniendo vocales como puentes levadizos y sin explosionar las consonantes- nos recuerda lo que fuimos, y cómo somos y seremos. Es el mensaje del pasado que avisa y aconseja sobre el amor y la guerra, el abuso del poder; es el canto al triunfo de muchos enamorados o la elegía del destierro para muchos soberbios, con o sin razón. Están los que creen que el verso en un escenario huele a alcanfor; hay otros, por el contrario, que se aferran a él creyendo que así el éxito está asegurado; están los que, simplemente, simulan que son capaces de enaltecerlo siendo esto como sembrar en tierra baldía: el verso nos está acompañando desde Grecia y su imperio avanza inexorablemente a pesar de los pesares. Los autores siempre han sido poetas, de ahí que Federico afirmara en su día que sólo ellos cuentan con las llaves del Teatro.

El actor Pedro Mari Sánchez, en una apuesta arriesgada y singular, sabe lo que está transmitiendo y hacia dónde se dirige con su tropel de versos. En el título de su misión, La palabra de oro, se aúnan tradición y defensa, belleza y denuncia. De luto riguroso se nos muestra el intérprete y la escena. Las tripas del corral alcalareño –asoman tímidamente recuerdos de un teatro del diecinueve- le son suficientes para sentir las palabras de oro de los grandes de siempre. Va transmutándose el actor de un personaje a otro en un continuum de voces desgarradas que nos hacen ver la fiereza y la viveza de sus lamentos. Y era sólo el ensayo general… al que tuve la suerte de poder asistir como invitado, justo -me consta-cuando los nervios se muestran  aún más vívidos que el propio día del estreno. De manera natural y con entusiasmo, el público invitado aplaudía algunos de los monólogos como si de arias esperadas se tratasen. Destacar la iluminación (Pedro Yagüe) cuyo diseño realzaba cada eslabón del texto general y al mismo tiempo nos seguía manteniendo expuestos a esa desnudez de la caja escénica. El hermoso techo con sus vigas de madera aúreas iluminado con luces rojizas remataba la faena lumínica.

Valiente el actor y apasionado en cada sílaba pronunciada por atreverse a seguir defendiendo las verdades de nuestro teatro clásico y por consiguiente, del auténtico drama, al menos para mí. Como autor puedo decir que hoy en día solo somos recreaciones de lo que los maestros ya crearon y nos dejaron, de ahí mi disfrute cuando vuelvo a oír el verso, bálsamo –banquete- adecuado para mis oídos.  No hay palabra que falte ni que sobre en los versos de Calderón, Lope, Sor Juana, San Juan de la Cruz… Simplemente porque son excelsas. Gracias, Pedro, por abrir tu oda a los clásicos con ese “Ah de la vida, ¿nadie me responde?” a modo de grito de guerra del implacable Quevedo para abrir la amalgama deliciosa que en puro trance, se va proyectando hacia la platea con el gran peso pesado de Calderón y sus sentencias que lo resume todo; y otro bálsamo, el del místico, que nos advierte que sin la presencia no desaparece la dolencia de amor.

Ha sido una experiencia gratificante y sanadora a nivel personal pisar de nuevo un corral de comedias y dejar que te entusiasmen con versos y más versos a tropel. Me ha recordado a aquellos tiempos de cuando iba uno a Almagro a aprender. Y esta vez, veinticinco años después, a disfrutar. “Quien lo probó, lo sabe…”.

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