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Crítica de La imaginación del futuro - Masteatro

Crítica de La imaginación del futuro

El final del Grec 2015 ha estado protagonizado por una compañía chilena que presentó una obra provocadora y transgresora que en su país causó enorme revuelo por reformular su memoria histórica. Se trata de La Re-Sentida, de siete años de vida que con tres espectáculos  se han erigido como una de las compañías con más proyección internacional de Chile y con La imaginación del futuro se han dado a conocer en medio Europa. Tal reconocimiento llegó a orejas de Ramón Simó, director artístico del Grec 2015, y decidió darles la sala Fabià Puigserver del Teatre Lliure durante tres días para que el público catalán (y chileno) viese una de las obras más controvertidas, un espectáculo tenso, enérgico, parido con mucha mala uva y con una incorrección política fuera de dudas.

Desconozco la situación actual de Chile, si viven bien o mal, si su justicia social cubre toda la sociedad, si sufren muchas desigualdades de clase. Pero lo que si conozco, no al detalle, es la historia política del pueblo chileno del siglo XX, la figura de Salvador Allende y del General Pinochet. La historia es de sobra conocida. En Chile las dos figuras son polémicas y al mismo tiempo intocables, sobre todo el héroe nacional, Salvador Allende. Y aquí es donde entra a jugar La Re-Sentida. Cogen el momento histórico en que las bombas caen sobre Santiago, cerca de el inminente ataque a la Casa de la Moneda. Allende se dispone a grabar su epitafio y a suicidarse, pero alrededor de él una troupe de ministros engominados y ministras con tacones altos interceden en el discurso, y imbuidos en una histérica vorágine retocan el discurso, cambian el decorado, ponen música reggaeton y hasta visten al presidente de chándal en aras de poder llegar a más gente, a que su mensaje político sea visto como un anuncio. Una panda de energúmenos que aplican las estrategias de marketing sobre la política en un momento de gran tensión y repercusión histórica. Los mercaderes de la política de hoy. Pero lo que a priori podría ser un gag de Monty Phyton, se desarrolla con brío e inteligencia para ir cambiando esta historia de sobras conocida y dibujando un presidente que termina llevando hasta las últimas consecuencias su sueño socialista, con ciertos aires dictatoriales. Aunque al final, el resultado termina siendo igual.

Pero este frenesí, la fiesta histérica de estos ministros no es todo lo que imagina La Re-sentida. Hay un alto en el camino, aprovechando la siesta del presidente, justo cuando el ritmo está más alto, cuando más violencia se respira, todo se para. Pero la compañía, sin querer rebajar la tensión y la provocación vertida sobre el público, aprietan aún más las tuercas. Interpelando a la platea directamente hablan sobre la situación real de Chile, no de esta distopía que muchos no van a compartir. De una caja de madera sale un chico de tez morena, el cual bautizan como Roberto, un chaval pobre del extrarradio de Santiago, con un presente miserable y con un futuro aún más catastrófico. A través de este joven se recreará toda una pantomima, en el que se atacará directamente al público, harán un gag surrealista con un clown vestido de bala loca y terminarán con una escena dramática. Un aparte en la historia principal para denunciar la situación social actual de Chile e inculpar directamente al público.

Toda la obra tiene muy bien medidos los tiempos, los acontecimientos son tan rápidos y las sorpresas tan seguidas que uno se ve invadido por la incomodidad de no poder hacer la reflexión necesaria. Por eso el trabajo de los actores es tan extenuante, tan físico, pues están perpetuamente en movimiento, bailando, cantando y hasta haciendo ejercicios de contorsionismo. Además se soportan con una escenografía mutante, sin decorados, solo algunos fondos, queriendo demostrar en gran parte la desnudez de un estudio de grabación, y con las imágenes que graban proyectadas en dos pantallas, desde el primer discurso de Allende hasta el último aliento de éste. El poder de la imagen de vídeo como discurso político, social y moral pero sobre todo como arma para desnudar las miserias de cada persona.

Una obra radical en su argumento, en su desarrollo y en su trasfondo. Para reir, para llorar y para sentirse acongojado. Y para preguntarse muchas cosas. Más aún si fuera usted chileno. A más de uno, La imaginación del futuro les ha revuelto las tripas. Nos aventuramos a decir pues que el objetivo de La Re-Sentida ha sido cumplido.

 

La imaginación del futuro de La Re-Sentida.

Dirigido por Marco Layera.

Interpretada por Diego Acuña, Benjamín Cortés, Carolina de la Maza, Luís Moreno, Pedro Muñoz, Carolina Palacios, Rodolfo Pulgas y Benjamín Westfall.

Distopía tragicómica.

En el Teatre Lliure del 28 al 30 de julio.

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