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Julio César

Crítica de ‘Julio César’

¿Cómo es posible que transcurridos más de cuatrocientos años, Julio César de William Shakespeare, tenga una actualidad tan terrible? Muchos dicen que las obras de los grandes genios siempre están de actualidad; pero ¿puede ser que sea tan simple, como que el ser humano no haya evolucionado a penas NADA?

Pieza que cuenta con una escenografía construida para ser eficaz y dar relevancia a la ‘palabra’; llena de figuras metafóricas para dejar libre la mente del espectador. Creada en colores negros y rojos donde los matices los pone el diseño de luces. Consta de catorce sillas colocadas a la derecha ante el ciclorama y un gran obelisco a la izquierda. Todos estos elementos se irán moviendo desde el primer acto hasta el quinto, pasando del orden a la destrucción más absoluta.

Paloma Bomé juega con el vestuario de igual manera. Ocho hombres militares cuyo traje marca la diferencia sutil de su rango y carácter, con respecto a los demás.

Una obra política doquiera que las haya. Como tantos políticos en el mundo, tantos soberanos, tantos tiranos y tantos embaucadores a lo largo y ancho de este país llamado España; una vez más se juega con el pueblo y con sus mentes. Paco Azorín hace una dramaturgia impecable de esta obra tan profunda, cargada de matices, de sueños, de supersticiones, de realidades y de valores humanos. Como dice Cayo Casio: “¿Quién es tan noble que no se deje persuadir?” Una tierra que está llena de lacras y donde unos pocos deciden hacer un sacrificio y no una matanza: “La sangre de César debe correr”.

En el acto tercero es apoteósico. Salen a proscenio: primero Marco Bruto (Tristán Ulloa) -entre las voces febriles del pueblo de Roma- y luego Marco Antonio (Sergio Peris-Mencheta). Bruto expone que ama más a Roma que a César y gracias a su muerte han logrado la libertad y la emancipación de los ciudadanos. “César era ambicioso y por eso le maté. ¿Quién hay tan servil que quiera ser esclavo? Si hay alguien que lo diga, pues le habré ofendido. ¡Viva la República! Y mi propia muerte la acepto, cuando el pueblo estime necesario que así sea”. Sin embargo, Antonio le precede con un discurso -que va más destinado al “chantaje emocional”, pero no por ello menos efectivo- sobre lo mucho que amaba César a Roma y todos los bienes que a ellos les daba en su ‘testamento’. “Cordura te has refugiado en las bestias y el humano ha perdido la razón. Todo el amor de César ha sido pagado con la ingratitud de Bruto y sus compatriotas; pero Bruto dice que César fue ambicioso y Bruto es un hombre de honor”.

Azorín ha dirigido a los actores de forma magistral en este Julio César. Tienen una fuerza, una luz y una claridad discursiva tan brutal, que logran que los espectadores no se puedan quedar de brazos cruzados en sus butacas.

El público estaba deseoso de escuchar la célebre frase: “¡Guárdate de los Idus de Marzo!”; como deseosos estamos desde Masteatro, de que esta obra tenga una gira fabulosa y extensa, que remueva las consciencias de todos los españoles.

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