Una guerra, da igual cual, azota el país, da igual cual. Una guerra ha empezado, da igual porque, y la gente huye, da igual donde. Unos, da igual quienes, pelean, torturan y asesinan a otros, quien quiera que sean, y estos otros, acabarán peleando, torturando y asesinando a otros, que bien podrán ser los primeros, familiares de estos o bien, simplemente, otros, quienes sean. Y éstos como los anteriores y los demás predecesores, pasarán de víctimas a verdugos. Así funciona la ecuación, el eterno silogismo de la Guerra. Y des de esa premisa se gesta la tragedia que une las distintas generaciones que se muestra en la gran tragedia con apuntes épicos de la temporada. Se trata de Incendis de Wajdi Mouawad, autor libanés emigrado al Quebec, dirigido por Oriol Broggi en una nueva producción de La Perla 29 y que se representa hasta finales de abril en el Teatre Romea.
La guerra separa a Nawal de su amado que le ha dejado en cinta. Pero no solo le quitan el amor de su vida, sino que al nacer su primogénito se lo arrebatan nada más salir de su vientre. Empujada por su moribunda abuela Nawal promete aprender a leer, escribir y a hablar para salir de la miseria y poder encontrar a su hijo. Es entonces cuando, acompañada de una fiel amiga se encuentra en medio de la guerra que las obliga a las dos a mancharse de sangre. La tragedia se va haciendo grande a medida que va pasando el tiempo y ahora los que deben reconstruir toda la historia son Simon i Jeanne, un hombre y una mujer, hermanos gemelos, quienes forzados por dos sobres enigmáticos y un insistente y hablador notario, viajarán al pasado, al suyo y al de su madre, la difunta Nawal.
Incendies la escribió Wajdi Mouawad después de un largo proceso de documentación sobre varios casos de torturas, desapariciones y otras atrocidades que ocurrieron en la guerra del Líbano. Así a uno se le pone la piel de gallina cuando al terminar la función y al salir al vestíbulo te encuentras varios plafones donde cuentan algunas de las historias que sirvieron como material de la obra. Es por tanto, una obra falseada en hechos reales. Pero Mouawad que tiene un talento enorme como narrador, entremezcla distintas historias, distintos personajes en busca de la tragedia perfecta, aquella tragedia universal que lo emparenta con los grandes Trágico, Shakespaeare y Sòfocles. Incendies no tiene tiempo ni espacio, sirve para ahora como podrá servir para dentro de cien años.
Y lo que hace Oriol Broggi con este texto es oro. Con la magnífica traducción de Cristina Genebat, el director exprime a fondo las posibilidades estéticas del texto sin renunciar a cierta marca de estilo de sus montajes representados en la Biblioteca de Catalunya: esa arena del desierto que llega hasta la platea, un escenario central que sitúa al público frente a frente, un tratamiento delicado en la luz,… Broggi entiende el texto, lo contextualiza, le añade belleza, trata bien sus tiempos y mantiene una atención exquisita por la banda sonora, con una gran fuerza dramática, sea en forma de rock cantado por el loco Nihad o como realce emocional en ciertas escenas duras de digerir. Y se atreve con metáforas directas y crudas como el chorro de agua roja que sale de un aspersor en medio de un tiroteo en una prisión donde se ven envueltas Nawal y su amiga.
Pero hay algo que me hizo arquear la ceja. Una, supongo, ya que desconozco la obra original, licencia del director para romper la cuarta pared y hacer un pequeño ejercicio de teatro dentro del teatro que no venía a cuento y que argumentalmente no se ve justificado. Cuando la hija empieza a buscar pistas sobre la historia de su madre llega hasta el enfermero que la cuidó en sus últimos años de vida. Pues el enfermero en cuestión (también interpretado por Manrique que se desdobla hasta un total de cuatro veces) ahora trabaja como chico de mantenimiento de un teatro donde se representa la obra que estamos viendo. Y digo yo que más da que el antes enfermero ahora trabaje en un teatro? podría trabajar en una consultoría o que fuera carpintero? No entré en el juego. Pero solo fue un momento.
Broggi se esmera con mucha sensibilidad con la puesta en escena, pero, y así es como se forman los grandes directores también, sobretodo en la dirección de sus actores. Los actores son brillantes todos ellos y esto es por varios motivos, pero todo se resume en uno, el compromiso. Esta palabra a veces usada en abuso describe perfectamente la manera de trabajar de la productora La Perla 29. Llevan a sus espaldas ya numerosos montajes de gran calidad artística y un servidor ha tenido la suerte de ver algunos de ellos. El primero fue Antígona, fría y memorable adaptación del mito de Sófocles. Tuve la suerte de poder hablar con Broggi y descubrir el proceso de creación de la compañía y me sorprendió su método de ensayo. Hacía unos meses que habían estado en Grecia para visitar por ejemplo el teatro antiguo del cabo Súnion para sentir el viento y declamar, y dejarse llevar por las musas del lugar, y empaparse de la cultura, y documentarse. Con la obra que presentan ahora en el Romea han hecho igual, pero claro que la misión era más difícil, mucho más dura. En el Líbano hace unos pocos meses visitaron las cárceles, los lugares donde la muerte hizo mella, aquella prisión donde muchas mujeres y hombres fueron torturados y asesinados, donde el peso de la guerra se notaba en cada piedra. Allí el ensayo es cuando se descubrió más descarnado, más auténtico, donde los actores seguro que entendieron la gravedad de cada una de las palabras y acciones que noche tras noche repiten ahora en el escenario.
Así pues aplaudimos a rabiar, nos levantamos y reverenciamos a Julio Manrique, ese actor (y director artístico del Romea) que se crece en cada reto y que aquí deslumbra en sus cuatro personajes, que es como si fuera un ser de cuatro cabezas, el monstruo que crea la guerra, la víctima y el verdugo en un mismo. Como también es impresionante la construcción de los personajes de Clara Segura, dos heroínas, una Nawal, la víctima luchadora que lucha contra su destino impuesto y Jeanne que recoge el testimonio de su madre para descubrir, mediante un viaje al Líbano, la verdad silenciosa de Nawal. Ella seguro que recordará este papel durante mucho tiempo. Nosotros, los espectadores, también. Y al lado de estos dos fuera de serie del teatro, vienen los mejores secundarios. Xavier Boada, magnífico actor que presta voz, humor y ternura al notario, impulsor del viaje de los protagonistas y compañero de Simón (Manrique) en el desierto; Marcià Cisteró, quien presta físico, mirada y voz poderosa en sus personajes sobretodo en la creación de Sawda, la amiga que busca la libertad, la primera mujer que canta; y desdoblados en varios personajes básicos para avanzar la acción están Xavier Ricart i Xavier Ruano, quienes pueden hacer ahora de paramilitares, ahora de sabios árabes o de fotógrafos de guerra amenazados; y la última es Claudia Font, una joven que representa la ausencia, el silencio de Nawal, su espíritu que acompaña a los gemelos con una mirada clara e intensa. Bravo para todos!
Así pues, Incendis es sin duda una de las grandes tragedias clásicas de este siglo y el montaje de Broggi un cuadro bello y duro, conmovedor que no hay que dejar de ver y sentir.
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