Teatro Lope de Vega. Sevilla.
21 de febrero de 2016
Escrita y dirigida por Juan Carlos Rubio.
Reparto: Jorge Javier Vázquez y Kiti Mánver.
NO NOS PONGAMOS ESTUPENDOS
por Carlos Herrera Carmona
La primera comedia que recuerdo la vi con mis abuelos. Años 80. En la tele. De argumento tan ágil como frágil, previsible; abundante en chistes manidos, decorados de color pastel que parecían haber sido diseñados por un niño sin talento. Puertas y ventanas que daban a cualquier sitio. Música pachanguera, y enlatada, por supuesto. Play-backs a diestro y siniestro. Personajes planos, afectadísimos, pintados en lugar de maquillados y coreografías amaneradas o de caseta rural. Vestuario con mucho raso+pluma+pelucona, y, lo peor de todo: el reparto paraba la acción cuando el público se tronchaba y esperaba ansioso el aplauso cual surfero que aguarda la gran ola: la comedia se llamaba «Vaya par de gemelas«. Y a mi me encantaba ver a mis abuelos reir a mandíbula batiente. Y yo, pues también. Y España reía. Y éramos felices. De éso se trataba. Y Lina llenaba los teatros tanto o más que Marsillach; como Lope y Calderón lo hacían en el Corral del Príncipe. Molière, sin ir más lejos, le leía sus comedias a su criada, por aquello de asegurarse la risa. Así que no nos pongamos estupendos. Porque sé que después de esto, el guay de turno, el cultureta de turno, la pandilla alamedil avant-garde de turno arqueará una ceja. Y dos. Sin embargo, a mi plin, que yo duermo en Pikolín. Visto lo visto, yo voy a hablar. Que para eso en mi país no hay límites para expresarse y se puede dejar a los títeres sin cabeza. Aquí vamos a salvar al títere y al titiritero.
Fernando Fernán-Gómez clamaba eso de que en nuestra piel de toro el mayor pecado no es la envidia sino el desprecio. Y en el sur nuestro de cada día, como supuestamente lo hacemos todo con tanto arte y tanta «grasia», parece que nos han concedido una bula papal para ser los laureados en dicho deporte. Pues bien. Vengo de ver esta comedia musical del tan odiado/querido/vilipendiado/criticado/envidiado hundido y despreciado Jorge Javier Vázquez. Mare de Deu! Y vengo con ganas de marcha.
Hoy me he acordado de mi abuelos, sí. Y de Lope también, con aquello de hablarle al vulgo en necio, pues es el vulgo quien paga las comedias. Y lo sentenció el Fénix. Pues bien: ahí que estaban más de 300 señoras, con sus pelos ahuecados y su Farmatint idéntico bajo sus lacas, haciendo una cola kilométrica para pasárselo pipa. Una vez dentro, todo era un divertido guirigay: mucho selfie con telón de fondo y araña rococo en el techo. Y mucho «¡¡Niña, hazme una foto! ¡Ponte que estamos en el teatro!! ¡¡Que salga la lámpara!! ¡¡Esto va pal Feibu!!«. Y mucho vocerío desde los palcos; y el gallinero, un pucherito hirviendo en su cazuela, nunca mejor dicho. Mucho pueblo llano y llenando hasta la bandera. Las 300 damas han dejado el sofa y la película de Antena 3 para ver teatro. Eppure si muove in Siviglia! Esto escuece, sí. Tela. Y más a los que sabemos que al público aquí hay que atraparlo con soga, con sirenas o con mentiras, pero ésa es la realidad: gente que nunca va al teatro ha pagado y ha venido, a mansalva. Y allí se ha hecho teatro, y no se ha hablado en necio, nos guste más o nos guste menos. Al menos este ejército de señoras han ocupado las butacas que se han pagado -no como en el Maestranza, cuando la burguesía edulcorada hispalense deja filas vacías haciendo caso omiso a las invitaciones. Y mis expectativas se han cumplido: era lo que me esperaba, ni más, ni menos. El Mago de Oz de las tardes televisivas hace de él mismo con ribetes dramáticos que son de agradecer por aquello de lo novedoso. Sorprende que muestre, cante y cuente sus miserias y cierto es que el tiempo pasaba volando. Es que de eso también se trata: de acción y de que no aburra, como un entremés picantón de larga duración. Hace nada me deshacía en elogios hablando de El alcalde de Zalamea and Company, pero la realidad es que hoy no cabía igualmente un alfiler y la barahúnda marujil puede que se acostumbre a la magia de un telón, a sentir los aplausos como si fueran para ellas; a estremecerse -me ha pasado- con La Mánver y su momentum: una isla con lindas palmeras que merecía haber sido un todo un continente.
Así que Jorge, síguete riendo de Janeiro, tú que puedes. En esta ciudad serás bienvenido (no olvidemos que la obra más popular Made in Seville es donde sacamos a una Virgen -otra más, por si no tuviéremos bastante- con manto y corona y que contamos, cómo no, con un «presentadorlamardegrasiosoyocurrente» que también va de rey y se las lleva de calle, no a 300, sino a 3000…). Así que yo filtro y me quedo con el abracadabra del autor/director que me ha entretenido, y con La Mánver, que acaricia este montaje pizpireto, simpático y ágil con el que mis abuelos también se habrían reído a mi lado. Y con esa caricia, la tuya, Kiti, con ella me quedo yo, y con tus ojos a punto de llorar.
Y no nos pongamos estupendos, como decía Valle, que hoy me he enterado antes de entrar que, en nuestra Escuela Superior de Arte Dramático, la asignatura «Siglo de Oro» la han convertido en una optativa…
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