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Crítica de Hamlet - Masteatro

Crítica de Hamlet

Ver Hamlet siempre es un placer, puedes verla tantas veces como quieras que siempre descubrirás nuevos detalles en la historia que te harán ver la obra des de un nuevo prisma. Hamlet es un mito de la historia moderna y como tal las compañías que se acercan a él lo adaptan para fijarse en sus detalles. Una historia, miles de formas para contarla. La gente de la sala Atrium presentan un Hamlet que respetando el texto clásico, con la precisa adaptación del imprescindible Joan Sellent, le da una forma más moderna y actual. Aún así, uno reflexiona y piensa que la adaptación hacia un código más transgresor, aquella que busque la vigencia absoluta, aún no se ha hecho.

Los elementos diferenciales de este Hamlet están en la forma: en la escenografía, la música, las coreografías o en alguna construcción del personaje. El reino de Dinamarca se nos presenta aquí como una pasarela de madera, un juego de tablones móviles de tres niveles de altura, debajo los cuales se nos oculta hasta media obra el elemento clave, el detalle distintivo: un canal de agua. Todo estudioso de la obra de Shakespeare y sobretodo de la magna obra de Hamlet conocerá bien todos los dobles sentidos de las palabras del príncipe. El simbolismo y la poesía sobre lo que se dice y lo que sucede permiten a los directores ahondar en un sentido u otro y aquí Raimon Molins y Marc Chornet descubren el agua como pantanos, como el vació donde yacen los muertos o casi muertos, el camino que separa la tierra del cielo o el infierno. La ejecución de la idea ofrece momentos de gran belleza poética, como el baile del enterrador con la difunta Ofelia o como el gesto de verter la copa de agua sobre el cuerpo de Ofelia simbolizando la última paletada de tierra encima de su cuerpo. Vemos un bautizo pero se nos cuenta una defunción. El agua aquí no es vida, es muerte.

Luego están las opciones de contextualización. El Príncipe se pasea con un diario personal donde va apuntando sus dolorosas reflexiones   sobre la muerte de su padre, el casorio de su madre y su tío y las posteriores revelaciones que tiene. Ese diario sobre el que vierte sus monólogos es una cámara de vídeo. Este juguete sirve también como testimonio y medio de comunicación entre Ofelia y él. El recurso funciona y se estira a lo largo de la obra (aunque para el final se prescinde acertadamente) ofreciendo todo tipo de planos. Pero donde el recurso se hace realmente interesante es en la aparición del espíritu del padre. El vídeo como medio de comunicación entre vivos y muertos, como una puerta abierta al cielo o al infierno. En alguna películas ya se ha usado esta idea, pero la genialidad está en cómo mostrarlo. Es aquí donde se nota el buen hacer de Marc Chornet, quien se encarga de la parte audiovisual y que hace hablar al padre (con voz de Lluís Marco) mientras se muestran las imágenes de la boda de éste con la reina y futura madre de Hamlet. Otro de los toques modernos que los directores dan a la obra está en la música y las coreografías. De Chemical Brothers a la deliciosa versión del Psycho Killer de Bruce Lash y a través de ellas estas coreografías espasmódicas que acompañan el tránsito a la locura de Hamlet. También podríamos decir que la lucha a distancia entre Laertes y Hamlet es una coreografía. Los personajes, situados en dos extremos del escenario de madera golpean al aire con furia, sin espadas, sin sangre. Esta batalla no luce como debería, pierde fuerza y épica y además se resuelve muy rápido y de forma un poco confusa, ¿cuándo representa que se intercambian las dos espadas en el duelo?

Por otro lado están las pinceladas que intérpretes y directores dan a los personajes. Hamlet (Raimon Molins) es un atormentado príncipe más solitario que nunca, pero no taciturno. Ofelia (Clara de Ramon) es una encantadora y juguetona dama que transita hacia su propia locura con pena, pero sin desgarro. Pura ingenuidad. La química entre los dos es buena hasta cuando tocan el violín. A su lado están el asesino, el Rey (Marc Rius) y la Reina (Alba José) demasiado hieráticos y inexpresivos los dos, sobretodo en ella. Luego está Xavi Torra, que salta del apacible y fiel Horaci al impetuosos y arrogante Laertes con un simple cambio de gafas. Pero el verdadero acierto de casting está en Toni Guillemat, quien presta su enclenque figura y sus dotes de clown para dotar de gracia a distintos personajes (Poloni, enterrador,…). Él es el encargado de dar voz a un personaje nuevo en la historia y que otorga el simbolismo preciso y precioso al elemento acuático: Caronte, que se lleva a los muertos en su barco.

Es larga, sin interrupciones, pero el ritmo es ágil gracias a una movilidad escenográfica y a algunas interpretaciones que dan brío y fuerza al drama. La gente del Atrium y de ProjecteIngenu han dado un paso firme para afianzarse como una compañía talentosa, que resiste al envite de este gran clásico dándole un nuevo empaque más conectado a nuestra realidad. No será la mejor adaptación moderna de Hamlet, pero sí que da pistas para seguir investigando. El objetivo final, como siempre, dar universalidad al mito y a William Shakespeare, su autor.

Hamlet  de William Shakespeare.

Dramaturgia i dirección de Marc Chornet y Raimon Molins.

Interpretada por Raimon Molins, Clara de Ramon, Xavi Torra, Marc Rius, Toni Guillemat i Alba José.

Drama universal.

Hasta el 11 de enero en la Sala Atrium.

 

 

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