Yllana regresa a la cartelera madrileña con The gagfather, una comedia disparatada que sintetiza las cualidades que han convertido a esta compañía en todo un referente en la escena nacional e internacional. Concebida como un particular homenaje al cine negro, The gagfather viaja a los bajos fondos para proponer una historia de gangsters y policías donde no falta el humor gestual tan característico de Yllana y buenas dosis de humor negro. Todo ello aderezado, como no podría ser de otra forma, con un importante trasfondo satírico.
Si agitamos todos estos ingredientes en la coctelera, el resultado es una parodia ácida, bien estructurada, ágil y repleta de personajes grotescos y gags de gran factura. Yllana pone sobre la mesa una propuesta que no pasa de moda, en la que no faltan los retratos caricaturescos ni la crítica mordaz a los poderes establecidos. Aquí la línea entre el bien y el mal se difumina: el espectador participa de un montaje en el que los delincuentes compran su libertad y hasta la limpieza de su alma, mientras que los policías o la propia Iglesia hacen la vista gorda a cambio de un puñado de dólares. Y todo ello en medio de un clima de complicidad que consigue que la sala no abandone la carcajada ni en los momentos en los que se frivoliza con la muerte.
En una época en la que muchos montajes bracean por la sátira echando mano de la risa fácil, Yllana demuestra que se puede contemplar casi cualquier tema con el prisma de la comedia sin necesidad de caer en tópicos ni en discursos manidos. Y lo hace, como es habitual en su estilo, sin palabras, utilizando únicamente la fuerza de su código gestual y algunos sonidos. Eso sí, una banda sonora bien escogida ayuda a dar mayor profundidad cómica a toda la obra.
Pero no sería justo aplaudir este montaje sin hacer lo propio con el reparto. Con un escenario desnudo, únicamente formado por paneles móviles para delimitar las diferentes estancias, todo el peso de la representación recae en Fidel Fernández, Luis Cao, Juanfran Dorado y Jony Elías, quienes dan vida a todos los personajes que aparecen por el escenario con rápidos cambios de vestuario. The gagfather se estructura como una obra coral, en la que todos los actores participan de un protagonismo compartido, pero no podemos dejar de alabar el trabajo de Luis Cao, cuya vis cómica elevó el tono de los aplausos de un público entregado con la causa durante la hora y media de función.
Yllana riza el rizo con este montaje. Exprime sus virtudes y eleva a la máxima potencia el teatro gestual con un buen puñado de recursos cinematográficos. Una propuesta atrevida e irreverente que de buen seguro se instalará en la programación española durante bastantes años, como ya ha ocurrido con algunas de sus creaciones más reconocidas.