El Teatre Lliure está haciendo una temporada de traca. Y lo remata con la reprogramación de dos de las mejores obras del año pasado: Un enemic del poble de Ibsen y Els dies feliços de Beckett. La obra del genial dramaturgo irlandés dirigida por Sergi Belbel y con una interpretación luminosa de Emma Vilarassau, acompañada puntualmente por Òscar Molina, es dura, extraña, difícil de digerir, con una reflexión demoledora sobre una sociedad marciana (no en vano el árido paisaje remite al planeta rojo), como si viviéramos en un después del apocalipsis. Aunque todo son puras conjeturas, construcciones mentales que uno hace ya en la calle, agradecido de estar vivo, móvil y con un presente mucho más generoso que el que vive la pobre Winnie. O a lo mejor es lo que queremos creer.
Dice Belbel que no hay que buscar una lógica realista al texto. Con eso quiere decir que no vamos a encontrar una historia al uso, una narrativa de inicio, nudo y desenlace. Todo empieza en un punto, y si bien hay una evolución en el personaje, Winnie vive permanentemente su propio día de la marmota. Día tras día, su vida se repite en los mismos gestos, en las mismas palabras, los mismos recuerdos. Y aun así, Winnie hace un esfuerzo titánico para ver y vivir la diferencia en cada momento. Winnie es desconcertantemente vital, ingenua si quieren, pero también tremendamente lúcida, sarcástica y furiosa en algunos casos. Un carrusel de emociones que sorprende. ¿Cómo puede sobrevivir al tedio absoluto cuando está clavada, enterrada de por vida en un paisaje árido? Tiene la suerte de tener a su lado su marido, un ser extraño, que gruñe, un hombre que sufre su propia maldición que limita su capacidad intelectual. Este, con sus apariciones, sus balbuceos y alguna frase bien construida, es el que le da estos momentos felices.
Para la interpretación de Winnie, Belbel confía por enésima vez en su musa, Emma Vilarassau. La actriz canaliza como nunca su energía escénica a través de un amplio abanico de registros, desde la ternura hacia la furia pasando por la desgana y la felicidad. Pero todas estas emociones tan bien ejecutadas, naturales salen de su voz y de su interpretación gestual, primero tronco arriba y finalmente en su rostro. Un trabajo titánico que no deja de sorprender una vez más por sus capacidades interpretativas. Un servidor se pregunta si debe haber tenido un entrenamiento específico de clown (en la segunda parte, con solo la cabeza visible, el trabajo expresivo en su cara es brutal) y de expresión vocal.
La fuerza de Winnie/Vilarassau viene reforzada por la presencia inquietante pero fiel de Willie, interpretado por Òscar Molina, así como de la genial escenografía de Max Glaenzel y la iluminación de Kiko Planas, graduada al milímetro.
Hay muchas Winnies en esta hora y media, pero si nos tuviéramos que quedar con alguna sin duda sería con la alegre y luchadora, la que se abraza a la vida, que se muestra perenne e inmutable a sus ojos, la que se presenta a través de unas palabras y gestos rutinarios que se repiten eternamente.
Els dies feliços de Samuel Beckett
Dirigida por Sergi Belbel
Interpretada por Emma Vilarassau y Òscar Molina
Drama vitalista
Hasta el 21 de junio en el Teatre Lliure de Gràcia