Con una peculiar propuesta, se presenta esta compañía ante unos espectadores ávidos por ver espectáculos actuales e historias que tengan el sabor del momento social que están atravesando. Esta pieza teatral cuenta con una escenografía de por sí crítica, ya que todo el decorado está compuesto por cajas de mudanza, con la situación del país: muchas personas que tienen su vida hipotecada, que han perdido su empleo, que han perdido su vivienda; y en definitiva, personas que tienen su vida suspendida sobre la cuerda floja que, si se rompe, caerán directamente al vacío.
El Salto trata precisamente de esta temática – que sirve como nexo de unión para los ágiles textos del dramaturgo Luis O’Malley – ¿Qué sucede cuando el hombre tiene un pedazo de su vida en cada una de sus cajas de la mudanza? ¿Qué sucede cuando el hombre no encuentra salida a una situación desesperanzadora? ¿Qué sucedería si ese hombre viviese en un rascacielos de Nueva York y tuviese la ventana que da a la calle abierta?
Pese a que todo gira entorno a la “desesperación”, Imanol Suárez (director escénico de la propuesta) logra – mediante unos textos muy lúcidos, cargados de humor y de situaciones absurdas – dejar al público con una visión optimista de la vida.
Tres actores en escena, una escenografía dinámica y música de Broadway que llevarán al espectador a viajar de New York a París y de París a Ninguna Parte. Demostrando que todos los humanos, da igual dónde vivan y cuál sea su cultura, pasan por momentos críticos y momentos de soledad; donde la penuria a entrado por la puerta y el amor ha salido por la ventada. Concluyendo que, si el cartero sólo llama dos veces, la esperanza puede llamar infinidad de ellas y que tras momentos de tristeza y desamor llegan otros de felicidad y bienestar.