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Crítica de El Policía de las ratas

Crítica de El Policía de las Ratas

Es un cuento de Roberto Bolaño, oscuro, triste y sucio. El poso del escritor, del llorado poeta xileno se manifiesta bajo las órdenes de uno de sus más fervientes admiradores, Àlex Rigola. El genial y excéntrico director catalán vuelve a adaptar por segunda vez un texto de Bolaño después de su apuesta más arriesgada, la épica y larguísima puesta en escena de 2666 (que en breve llevará a Berlín). En este caso se trata de un solo relato, El policía de las Ratas. Rigola juega en casa, en el Lliure de Gràcia, y gana.

Esta es la sociedad de las ratas, un colectivo trabajador, sumido en la uniformidad, que ven con malos ojos aquel que destaca, que se sale de la mediocridad colectiva. Esos diferentes son los artistas, los creadores individualistas como Josefina la Cantora. Ahora su sobrino, Pepe el Tira es un policía que tiene que encontrar un peligroso asesino en serie que se oculta bajo las alcantarillas. Pero este trabajo será mucho más peligroso. El asesino es un depredador, pero es el depredador que él se cree? ¿porque su obsesión por lograr desenmascarar el crimen empieza a ser cuestionada por los altos mandos? ¿porque cada vez más se distancia del colectivo, busca más la soledad?

Rigola adapta ese relato al teatro para reflexionar, a modo de thriller, sobre una sociedad formada por una masa controlada, sin atisbos de diferencia, sin brillo individual. En esta reflexión, Bolaño describe los artistas como los únicos seres que se atreven a salirse de la tangente y reclama su espacio propio para estos. No es futurista, es simplemente un universo ficticio, paralelo, un espejo. Pero bien nos remite a otras distopías como las que retrata Orwell, Huxley o aún más modernos, como en Blade Runner de Ridley Scott, sobre un cuento de Philip K. Dick.

El policía de las ratas versión Rigola es una lectura dramatizada, un teatro con poco movimiento, en que la palabra lo abarca todo. Los dos actores, Joan Carreras y Andreu Benito, narran la historia y dialogan  sentados en dos sillas con dos micrófonos de pie que usan en momentos puntuales de la función para realzar ciertos matices al texto. El resultado es una narración masticada, pausada, lúgubre que encuentra el tono perfecto que pide el relato y que crea entre público y escena una conexión íntima y tensa.

Otra de las claves de esta adaptación y sin duda del teatro que defiende Rigola es el decorado. Rigola siempre le gusta de ayudarse de elementos escenográficos que den una lectura complementaria o diferente al texto representado. Muchas veces peca de exceso, demasiados trucos, referencias y dobles juegos que pueden confundir; otras veces resulta brillante en el paralelismo, brutal pero efectivo. Esta vez Rigola acierta. La historia aunque ocurre en las alcantarillas, aunque el entramado nos sitúa en un laberinto pudiente y asfixiante, no lo vemos como tal. Es la palabra la que proyecta el escenario virtual. El real es un cuadrilátero blanco con dos sillas de despacho negras, los micros y los actores de negro. Rigola busca el contraste y el minimalismo, y lo logra aún más con tres elementos más que hacen referencia a la historia: una rata de proporciones gigantes, humanas (al principio tapada con una manta térmica como si fuera un cadáver humano, luego descubierta en todo su repugnante esplendor), una bolsa de sangre de hospital (que a medio relato es abierta y de la cual va goteando su viscoso líquido sobre la tarima blanca) y un minúsculo ratoncillo blanco (rodeado por la mancha roja, como un punto blanco en medio).

El director cuenta además con dos de sus mejores cómplices, Joan Carreras y Andreu Benito, quienes se prestan al relato, a un teatro diferente, controlando el ritmo del texto, impostando voces (sobretodo Benito quien se encarga de interpretar a los distintos personajes con quien dialoga Pepe, el Tira) y sobre todo manteniendo un tono grave, desesperanzado. La mejor manera de narrar este crudo relato de Roberto Bolaño.

 

El policía de las ratas de Roberto Bolaño.

Dirigida por Àlex Rigola.

Interpretada por Joan Carreras y Andreu Benito.

Thriller policíaco social.

Hasta el 24 de noviembre en el Teatre Lliure de Gràcia.

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