Y EL LOPE CON LOPE SE VISTIÓ DE GALA
Recuerdo a Eduardo Vasco hablar en las Jornadas de Almagro de hace ya una década de su pasión por Lope en otras comedias del Fénix que él había ya dirigido, tales como La bella Aurora, No son todos ruiseñores o La fuerza lastimosa. Vasco sostenía entonces que el punto de partida del teatro es el afán de comunicación, y que para que él quedara satisfecho, artísticamente hablando, las historias debían pasar por su turmix. También hablaba en aquel encuentro de la intervención severa a la que sometía los textos clásicos -huyendo de los filólogos sapientísimos…- para limpiar escenas sobrantes y adaptar ese lenguaje a sus intenciones. Y que también buscaba él caminos para que el verso no sonara cantarín, ni afectado, ni que oliera a alcanfor… Y para concluir su intervención, se apoyó en Larson y así subrayar lo que Lope insistía en transmitir: una pasión feroz donde la voluntad está totalmente subyugada.
Aquellos pensamientos -y más- de Eduardo Vasco cobran hoy más fuerza quedando personificados en su reparto -sublime por los cuatro costados, músicos incluidos, cómo no- de esta comedia de secretario -prefiero el término que le otorga Mariateresa (sic) Cattaneo que el manido comedia palatina. El epicentro de este juego escénico, la Condesa Diana, a quien Eva Rufo le da alma y vida, encarna, entre otros, el concepto lopino de los celos, que resultan ser más sanos que el hecho de no ser amado/a. Rufo maneja sus miradas y las dota, arrabbiata, del humor, del amor, del desprecio -la Merteuil queda en pañales- en definitiva: de todo el collage que Lope le podría demandar. Instantes de aria cuando la actriz transmite sonetos bajo la sola luz de un cenital acertado. Cadencias elegantes e interrupciones al dente en los versos más inquietos sin perder sonoridad y fluidez. Rufo encarna una de las máximas de su director: comunicar a través de un verso que encuentra por sí solo su ruta mágica.
Por otro lado, Eduardo Vasco parece seguir las indicaciones de Cattaneo ya que, ciertamente, en El perro del hortelano nos olvidamos del mundo palaciego, pues el disimulo o la ocultación de las pasiones y las máscaras caen en saco roto. Todos batallan y sufren; todos se persiguen y quieren ser correspondidos. Genial la camarilla de los pretendientes de Diana con sus criados (actores: Lorente, Ortiz, Cubero y Lázaro) donde un sabor a zarzuela salpimenta cada una de sus apariciones a las que se va apuntando un sabio de la Compañía Nacional: Joaquín Notario en el rol de Tristán.
Si masculina casi es la actitud de Diana en la trapisonda barroca de su odi et amo a la enésima potencia, también se ve proyectada esta actitud agresiva y de mandamás en el comportamiento de sus criadas: divertidas, rayanas en lo rústico sin perder la fina hilaridad propia de este tipo de comedia. Destacar a Marcela (Isabel Rodes) quien, siendo sólo mezzosoprano, exige amor, castigo y revancha al igual que su despótica señora. Aunque sí he echado en falta el momento culmen de Teodoro con su monólogo “Nuevo pensamiento mío/desvanecido en el viento…”; habría preferido más altura, tal vez porque así me lo enseñó en su día un filólogo sabio: Marc Vitse.
Domingo Ynduráin piensa que la comedia española es una especie de tablero de ajedrez donde lo que importa es el desarrollo de las jugadas, no las piezas en sí. De ahí que, aun sobresaliendo Diana por ser huracán, único en su género, en sus debilidades, arrogancias y vacilaciones, Vasco demuestra su capacidad de maniobra orquestal en el docto manejo de sus actores y una versión que no traiciona ni ritmo, ni trama, ni empuje. De ahí que podamos recorrer la vista de un lado a otro del escenario y detenernos en cualquiera de ellos para comprobar lo medido, lo exacto y lo jugoso que destila cada interpretación. Por citar: la fascinante trola que Tristán le suelta al Conde Ludovico (J. L. Santos) y sus turcos/clowns acompañantes en un despliegue de medios actorales dignos de la siempre reverenda madre Compañía Nacional de Teatro Clásico. Marsillach, esté donde esté, habrá disfrutado.
Y el Lope se vistió de gala, por segunda vez, gracias a Eduardo Vasco quien acude a los clásicos para hablarnos, una vez más, del sempiterno tema jamás démodé. Y como acabó diciendo este director en aquel Almagro a propósito de Lope y del Amor: “Nos apetecía hablar del amor como explosión vital e incontrolada..” Se ve que aún, y demos gracias, le sigue apeteciendo.
EL PERRO DEL HORTELANO
De Lope de Vega
Compañía Nacional de Teatro Clásico
Dirección: Eduardo Vasco
Reparto: David Boceta, Joaquín Notario, Eva Rufo, Luisa Martínez y Pedro Almagro entre otros.
Sevilla, Teatro Lope de Vega. Hasta el día 11 de marzo.