Teatro realizado des del corazón y que llegue al corazón a partir de una novela de éxito arrollador, con una historia para todos los públicos, de estas que pueden suceder al lado de tu casa como en el Londres de principio de siglo. El curiós incident del gos a mitjanit convenció a Julio Manrique des del momento en que pasó la última página de la novel·la de Mark Haddon y se dijo a si mismo que movería tierra y cielo para representarla. Antes pero se le adelantó Simon Stephens quien, en el 2012, la estrenó en el National Theatre de Londres. Ahora el actor y director coge la adaptación del inglés y se la hace suya en una adaptación que trata con mimo el personaje de Christopher Boone, este protagonista a quien da vida Pol López, quien aporta físico, movimiento y carácter a este héroe de difícil adaptación a una sociedad dominada por el miedo y la mentida.
El joven de 15 años en cuestión se comporta raramente. Todo empieza de manera precipitada. El chico descubre Wellington, el perro de su vecina atravesado por una horca de cuatro dientes. Su vecina lo acusa, un policía llega, le pide explicaciones, él se las da, sinceramente, sin temor, el policía lo zarandea y el chico le pega. Un inicio explosivo para presentarnos el caso, detonante de un gran descubrimiento y el chaval. En ningún momento se explica nada sobre su trastorno, pero rápidamente uno entiende que se trata del síndrome de asperger, un tipo de autismo. A partir de entonces, la aventura de Christopher empieza: tratará de descubrir el asesino del perro, a pesar de las reticencias por parte de su padre y de las dificultades a la hora de abrirse al mundo. Pero su investigación terminará siendo contraproducente para sí mismo al descubrir la verdad sobre la muerte de su madre años atrás. El viaje físico y emocional no hará más que empezar mientras sigue divagando sobre la inmensidad del universo, soñando en ser un astronauta y recitando una serie numérica como si fuera un mantra en momentos de estrés.
Manrique trata su material con ternura, fijando la historia en un escenario cambiante (a través de mesas, pizarras,…), donde los actores se muestran en parte del metraje mientras el protagonista sigue con sus pesquisas. Una primera parte de aventuras e investigación, con contrapuntes humorísticos, pero que va recrudeciéndose a medida que se descubre la trama verdadera. En la segunda parte, la movilidad del escenario aumenta al mismo tiempo que la tensión y el estrés en el protagonista ayudado por la violencia de las proyecciones de video en algunos momentos. El drama se desboca, Christopher ve como su mundo se tambalea y sus rutinas, su zona de confort, todo lo que le mantiene en calma y receptivo no le sirve.
La virtud de esta historia es contarla des del punto de vista del chaval. Para ello no solo nos servimos de la palabra y el movimiento de Christopher, sino de la narración de la profesora Siobhan, que lee el libro que supuestamente ha escrito Christopher. Es la voz de su pensamiento, donde se filtran todas las reflexiones sobre la estupidez de la sociedad que le rodea. Un narrador omnisciente que interrelaciona también con el protagonista. El juego se intensifica en la segunda parte cuando la maestra le propone al chico de adaptar este texto al teatro. Un ejercicio metateatral y terapéutico.
Otro acierto de Manrique es el uso de la música. Manrique entiende el teatro visto des de un punto de vista contemporáneo, moderno. Y en sus obras trata de dar con la banda sonora perfecta. En El curiós incident del gos a mitjanit no hay canciones, ni bailes, pero mantiene la música en un primer plano de manera inteligente. Manrique hace un uso diegético de la música en la primera parte, pues en un lateral hay un piano y una batería. Norbert Martínez pica con fuerza la batería para marcar los momentos de explosión y tensión del protagonista, mientras que Xavier Ricart acompaña los pensamientos del protagonista (por ejemplo, recrea la sintonía del juego del tetris cuando el personaje habla sobre él). En la segunda parte solo hay un único acompañamiento en vivo, la aportación al cello de Marta Marco, pero la banda sonora al piano sigue, pero ahora de manera extradiegética.
Todos estos elementos tan bien conjugados no tendrían sentido sin el talento de los actores, la panda de Julio Manrique, amigos aliados (gran parte del cast ya los vimos en el chrsitmas de Santa Nit, en el Club Capitol) con los que saca los mejores perfiles. Pero el caso de Pol López va a parte. Recordando el desamparo infantil del personaje de Iván i els gossos, que hace un par de temporadas le encumbró en la misma sala, el actor trabaja su Christopher des de su figura física bajita, débil, pero con carácter. El movimiento: no caricaturizado, orgánico, talmente como el de un xaval afectado por este síndrome; la voz: perfecta dicción, acelerando el ritmo de las palabras en momentos de estrés; la mirada: sincera, a veces perdida y otras, que huye. Un retrato conmovedor que mantiene en todo momento, hasta después de los aplausos y antes de los títulos de crédito. Una última aparición de Christopher para deleitarnos con su profunda inteligencia, a pesar de un trastorno que él trata de vivir con naturalidad en una sociedad que no le entiende.
El curiós incident del gos a mitjanit de Mark Haddon y Simon Stephens
Dirigida por Julio Manrique
Interpretada por Pol López, Iván Benet, Cristina Genebat, Marta Marco, Mireia Aixalà, Xavier Ricart, Norbert Martínez y Carme Fortuny.
Drama para todos los públicos.
Hasta el 10 de mayo en el Teatre Lliure de Gràcia.