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Crítica de 'El café. La comedia del dinero.' - Masteatro

Crítica de ‘El café. La comedia del dinero.’

elcafe

Si en otros tiempos era “sexo, drogas y rock and roll”… ahora parece ser que las cosas han cambiado ligeramente: “sexo, máquinas tragaperras y tecno”.

Los momentos históricos han evolucionado…, involucionado, ¿quién sabe? Lo que sí está claro es que obras como la que estrenara Rainer Werner Fassbinder en 1969, siguen estando de “terrorífica” actualidad. El Café es una pieza que habla de una sociedad obsesionada por el dinero, la acumulación de bienes, el sexo, el diálogo de besugos, el juego, la cafeína, las mentiras, y los trapicheos.

Una obra no apta para muchas sensibilidades, ni para muchos públicos, ya que hay bastantes bofetadas hacia los pudorosos, los reprimidos, los que les gusta guardar las apariencias, y hacia los que no quieren ver partes de esta sociedad en las que todos estamos inmersos hasta la médula.

Una puesta en escena espectacular, donde cabe destacar la escenografía – compuesta de ocho máquinas tragaperras, una gramola, siete sillas y una tarima que simula el tablado de la antigua Commedia dell’Arte -, una indumentaria impecable, efectista, cuidada y sumamente llamativa; una dirección actoral soberbia de la mano de Dan Jemmett; y unas interpretaciones intachables como las de Jesús Barranco (en el papel de Tráppolo) y José Luis Alcobendas (en la piel del dueño del café y también en la del propietario de la casa de juegos)

Un espacio escénico que se divide entre “el café”, lugar que sirve de pretexto para encuentros entre personajes de distintas clases sociales y donde nadie se mira a la cara; “la casa de juegos” donde cada uno va a lo suyo, haciendo apuestas, endeudándose hasta lo más hondo de su poca decencia y apostando a las campanas que nunca suenan; y “la casa de los placeres” donde los cuerpos y las carnes se confunden con amores. En medio de todo esto, el espectador podrá entrever, que todos los personajes tienen un control brutal sobre las cifras monetarias y el valor de las monedas al cambio.

¿Para qué engañarnos? ¡El tercer acto es capaz de sacar de sus casillas a un monje! Tanto, que el pobre Tráppolo, en su desesperación se hace con la voz del público, y pide: “por favor que salga otro”. Miradas en blanco y seres humanos convertidos en máquinas.

Teatro de La Abadía; del 27 de Febrero al 31 de Marzo del 2013.

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