Es más que conocido el afán de la Fura dels Baus por sorprender, provocar y despertar algún tipo de reacción en sus espectadores, y esta tragedia de William Shakespeare le viene como anillo al dedo para experimentar con nuevas sensaciones. Con la comida como principal protagonista, la compañía catalana juega con elementos recurrentes en su producción artística, como el ritmo frenético, la música agresiva, las imágenes impactantes y el apoyo audiovisual. De esta forma, la Fura explora el último sentido que aún no había trabajado, el gusto, con un ágape que puede resultar muy dulce para unos, pero que podría indigestar a otros si esperan un fiel reflejo del texto clásico.
El espectador, como es habitual en las obras de la Fura, se convierte en sujeto activo en esta degustación, ya sea probando la comida que los actores reparten en pequeñas bolsas, moviéndose por la sala para esquivar a los elementos móviles o participando en el gran banquete final. De pie, el público asiste a una versión libre y bastante alejada del original de Shakespeare, al que la Fura es capaz de exprimir su vertiente más dramática y sangrienta para provocar verdadero pánico.
La conjunción del calor, la música, las imágenes proyectadas, el olor a comida, el ritmo frenético y la violencia aconsejan asistir a la obra sin comer, ya que el estómago lo agradecerá. Lo que no garantiza es mantener el cuerpo dispuesto en todo momento, ya que es habitual que haya desmayos en todas las representaciones –no es extraño que haya hasta cinco por función–.
En consecuencia, lenguaje furero en estado puro, que profundiza en el odio, lo trágico y lo dramático entre asesinatos, violaciones y mutilaciones para demostrarnos que después de una gran tragedia, la gente es capaz de seguir comiendo.
ariel
fui a verlo con mi novio y nos embolamos muchisimo . es un especatculo aburrido con gallegos de curso basico . y de formacion actoral barrial. basta de esto basta de la fura del baus