Salgo de la Biblioteca Nacional de Catalunya convencida de que las emociones más potentes se esconden en el detalle. Salgo después de más de dos horas y media que me han pasado como un suspiro. Salgo porque me dicen que la función ha acabado, no porque me haya cansado de seguir descubriendo las intimidades de las hermanas Mundy. Salgo de ver Dansa d’agost , el texto del irlandés Brian Friel que Ferran Utzet, discípulo de Oriol Broggi, dirige estos días bajo el sello de La Perla 29.
Friel podría habernos hecho una retrospectiva de los sucesos más importantes de la vida de las cinco hermanas protagonistas. Sin embargo, opta por crear un retrato delicado, fresco y poético de su día a día en un momento muy concreto, un verano que cambiará el rumbo de sus historias. No encontraréis en este texto grandes ni trepidantes aventuras. Nada de tramas complejas ni mensajes reflexivos. El espectador se convierte en un testigo silencioso de las emociones más corrientes y a la vez más íntimas de una familia peculiar. Las sensaciones, las pulsiones, las sonrisas y los llantos son los grandes protagonistas de un montaje ágil, tierno y cuidadosamente engranado.
Destacar algunas de las interpretaciones es complicado dada la harmonía y la compenetración del equipo. Sin embargo, no puedo publicar estas líneas sin mencionar algunos nombres. Para empezar, Marcia Cisteró demuestra una vez más su condición de actriz de primerísimo nivel, pese a no estar suficientemente reconocida por el gran público –quizá debido a su poca trayectoria televisiva-. Interpreta uno de los papeles más complejos de la obra: Agnes, la hermana con una ligera disminución física. Cisteró desprende espontaneidad, naturalidad y ternura en cada palabra y en cada movimiento.
En la misma línea se encuentra una maravillosa Marta Marco, que con su alegría y positivismo compone la hermana más dicharachera y entrañable. Por su lado, Mònica López, en la piel de la mayor de las hermanas, mantiene la rectitud de una buena señorita Rottenmeier, personaje arquetipo pero siempre efectivo y potente.
Finalmente, y aunque la obra es principalmente femenina, no podemos olvidar que el equipo lo forman también tres actores. Quiero citar a Albert Triola, que se pone en la piel del “hijo del amor” – preciosa poética para referirse a los hijos cuya vida no procede de un matrimonio- de la Mundy pequeña (interpretada por Carlota Olcina). El personaje es el que, ya de mayor, actúa de narrador de la historia, si bien los mejores momentos de su interpretación son aquellos en los que interactúa con las protagonistas retrocediendo a su niñez. Triola pasa de uno a otro momento vital con una bipolaridad deliciosa.
El espacio naturalista creado por Sebastià Brosa y Elisenda Pérez y la caracterización de los personajes con vestuario de Annita Ribera son otras de las filigranas del espectáculo. El hogar de las hermanas queda perfectamente detallado y nos transporta enseguida a ese ambiente de la Irlanda rural que forma la atmosfera de toda la obra.
Pero como he dicho este es un montaje de momentos, y hay unos cuantos que quedan profundamente grabados en la memoria. Estoy hablando de ese pajarito que Maggie (Marco) finge echar a volar para engañar al pequeño Michael (Triola). O del brillo en la cara de Chris (Olcina) al bailar junto al padre de su hijo (Oscar Muñoz). Pero sin duda el más impactante es la danza de las cinco hermanas, una captura de la libertad hecha felicidad. Por un momento, las Mundy olvidan los problemas y las convenciones para dejar paso a los gritos, la risa y el movimiento. Un improvisado ritual al ritmo de una música irlandesa que conmueve al espectador y le despierta las ganas de levantarse del asiento y unirse a su melodía.
La sonrisa de un ser querido. El aroma de un paisaje. Un baile con quien te enciende los ojos. La oscuridad de la sala justo antes de que se abra el telón. Los recuerdos más intensos provienen de momentos breves, sencillos, aparentemente insignificantes. Salgo de Dansa d’agost deseándole a la obra la larga vida que se merece –y que tendrá a juzgar por el ritmo al que está agotando entradas-, convencida de que ese es el auténtico mensaje de un montaje tan cuidado y bello como imprescindible.
Dansa d’agost de Brian Friel.
Dirigida y traducida por Ferran Utzet.
Interpretada por Màrcia Cisteró, Mònica López, Marta Marco, Òscar Muñoz, Nora Navas, Carlota Olcina, Albert Triola i Ramon Vila.
Producción de La Perla 29.
Hasta el 1 de mayo en la Biblioteca Nacional de Catalunya.