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Crítica de Consell Familiar - Masteatro

Crítica de Consell Familiar

La familia es sin duda la primera estructura organizativa a la que el ser humano se enfrenta y en la que es copartícipe. Su estructura jerárquica fue sin duda el primer sistema político (y el más duradero) de la historia. El padre se dedica a trabajar para alimentar la familia y la mujer se ocupa de las tareas de casa y a cuidar a la camada para que crezcan fuertes, sanos y con cabeza. Padre y madre toman las decisiones y los hijos las acatan. Afortunadamente, los roles entre madre y padre han cambiado, pero entre padres y hijos no. Cristina Clemente se plantea pues, en Consell Familiar, romper esta estructura de manera hábil y con excelente sentido para la comedia. Y lo hace juntándose con Jordi Casanovas, otro dramaturgo de aúpa, que aquí solo ejerce tareas de director.

Una familia típica, padre, madre, hija y hijo. Y el novio indio (o de por allí) de la chica. Un piso pequeño, pero acogedor, donde toda la familia trabaja para tirar adelante el cuidado de la casa y de ellos mismos. Esta casa es un pequeño estado que hay que salvaguardar, y sus miembros son sus gobernantes, unos con más cargo y otros con menos. Ya entenderán que el padre y la madre son los que deciden, los que formulan las leyes, los que reciben las propuestas, las estudian y las pasan a trámite para su posterior aprobación o denegación. Y no estoy hablando en sentido metafórico. La primera escena asistimos a una reunión, uno de estos consejos familiares semanales donde se discuten talmente como si fuera una asamblea los puntos del día. Allá el padre es el presidente que lleva años mandando de manera inflexible y según para quien de manera ya un poco despótica. La hija quiere saber una respuesta definitiva a la petición, formulada insistentemente año tras año, de cambiar su habitación, la misma que tiene des de sus seis años. Y a sus veinte y pocos años ya no está para los ositos ni el color rosa. La pobre no se atreve a mostrar su cuarto a su novio. Pero por enésima vez y amparados en unos nuevos recortes presupuestarios la chica se queda sin habitación. Pero algunos jóvenes de hoy en día ya no se quedan de brazos cruzados y reclaman su posición en un sistema que los margina y que no les ofrece nada de lo que necesitan. Así la disidencia y la revuelta empieza y el sistema se tambalea. La hija logra entonces la revocación del presidente y la convocatoria de elecciones. Y que todos los miembros de la familia puedan presentarse. La batalla por el control de la casa empieza. Y ya se sabe que en campaña electoral todo se vale.

La dramaturga Cristina Clemente deleitó el año pasado al público barcelonés con una comedia tiernísima y con grandes dosis de ingenio, La nostra Champions particular. Ahora sigue otra vez la exploración de los conflictos familiares pero des de otra perspectiva. Huye del amor y de las relaciones entre parejas para crear una parábola sarcástica sobre la política a través de el núcleo familiar. Así nos encontramos unos estatutos que rigen la cotidianidad de la familia, unos presupuestos que ordenan hasta el consumo de cervezas y unas elecciones organizadas con campaña,  urna y incertidumbre hasta el último momento. Clemente tal como le gusta a Jordi Casanovas, enmaraña las cosas a menudo que se suceden los hechos con giros, con guiños malintencionados a ciertos discursos populistas y con una confesión que refleja muy bien la diferencia entre las generaciones de padres y hijos.

A buen seguro que Casanovas , coetáneo de Clemente vio en ese texto algunas de las características de sus obras, de su manera de entender el teatro. Y aunque la autora no es tan críptica ni misteriosa como lo es Casanovas si que le gusta ofrecer cambios de rasante en sus textos pero siempre siguiendo la linealidad de la cotidianidad que los enmarca. Y le da a la historia un cambio de perspectiva muy ingeniosa (aunque previsible) en el giro final. Nos imaginamos al director, amante de estos desenlaces sorpresivos, satisfecho de dirigir una obra así.

Los actores, dirigidos con agilidad por Casanovas trabajan para destruir la unidad familiar tal como se les manda. Pere Ventura, el patriarca, pasa de ser el hombre que mece la cuna al díscolo pasota; Lluïsa Castells, es la madre sufridora de sus hijos, pero manipuladora para sus propios objetivos;  Aina, la hija (Georgina Latre), es la que lo quiere cambiar todo, con aires de revolución, pero imposibilitada para conciliar las dos maneras de llevar un gobierno; por otro lado, está Roc (Pep Ambrós), un joven fracasado, que intenta de todo pero que no logra sacar adelante ninguna de sus pasiones, un «nini» sin malicia; y el quinto en discordia es Mark (Marc Rius), el novio extranjero de Aina que hace equilibrios para intentar conciliar su relación mientras quiere quedar bien con los padres y ganar su primer trabajo. Buen oficio de todos.

Consell familiar de Cristina Clemente.

Dirigida por Jordi Casanovas

Interpretada por Pere Ventura, Lluïsa Castells, Georgina Latre, Pep Ambrós i Marc Rius.

Comedia política.

Hasta el 4 de enero en la Sala Beckett.

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