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Crítica de Claudia - Masteatro

Crítica de Claudia

El teatro documental es sin duda una de las disciplinas escénicas más potentes a la hora de trasladar relatos sociales dramáticos que interpelan de lleno al espectador. Son retratos de personas, de hechos que forman parte de nuestra historia contemporánea. No es algo nuevo y cuando está bien hecho el impacto emocional puede ser muy grande. Una de las claves está sin duda en dar al relato de toda la verdad posible a través no sólo de imágenes sino de testimonios reales y físicos que con su voz cuenten el drama de su existencia. El mejor ejemplo de esto lo hemos tenido durante unas semanas en el TNC. Claudia de la compañía La Conquesta del Pol Sud es el testimonio de una mujer que a sus 22 años descubrió que era una niña robada por la dictadura de Videla. Claudia no es una actriz, es la víctima real de la historia.

A los 22 años Mercedes Beatriz Landa fue descubierta mediante prueba de ADN que en realidad era Claudia Poblete Hlaczik. Fue una de las primeras niñas robadas durante la dictadura de Videla que recuperó su verdadera identidad. Pero Carles Fernández Giua y Eugenio Szwarcer, directores de la compañía, no se encargan de hacer una reconstrucción dramática del caso a través de material de archivo. Lo que realmente es necesario en esta historia es oír la propia voz de la víctima. El testimonio de Claudia es inapelable, un discurso único, una voz donde se personifica el dolor de todo un pueblo. Y mucho más. Se trata de no sólo descubrir la historia de su vida sino de entender el choque emocional y cómo lo gestiona.

Lógicamente aquí hay una construcción escénica y dramatúrgica del relato, pero ésta está para apuntalar el discurso de Claudia. Los dos directores dejan que la mujer se desplace por un escenario donde unas persianas venecianas ocultan una pantalla sobre la cual se proyectan imágenes marco o vídeos que acompañan y contextualizan la historia de la argentina. Este espacio que queda entre las cortinas y la pantalla sirve como la casa de la infancia de Mercedes, la niña que vivía con cierto temor y cierta desazón por ver que sus padres eran mayores que la mayoría. De hecho, la estructura dramática se divide en tres partes: Mercedes, Claudia y Guada. Pasado, presente y futuro. Y en medio del discurso de Claudia, los dos directores presentes en escena, dan momentos de tregua a la víctima, para que respire y coja fuerzas para seguir con el relato de su vida, y cuentan sus experiencias en el viaje que hicieron a Buenos Aires. Szwarcer, argentino también, y Fernández Giua visitan los sitios del horror y dan testimonio fílmico para contextualizar y dar forma a las palabras de Claudia. El viaje, pero no nos sirve para presentarla, es como un viaje que corre en paralelo al relato de la niña robada. Este viaje incluye imágenes muy hermosas que se proyectan mientras ella hace sus reflexiones en voz alta sobre todo en el segundo capítulo cuando habla ya como Claudia. Reflexiones adultas que se mezclan con los recuerdos del pasado como su gusto por la literatura de ciencia ficción y por este asteroide lejano que es Ganímedes. Otros mundos donde la pequeña se refugiaba sin saber que ella misma vivía en uno inventado, en una realidad “apropiada”.

Cabe decir que la construcción dramatúrgica de la historia está hecha para que el espectador siga el mismo proceso que vivió Claudia y así el impacto por los hechos descubiertos sea el mismo. De todas formas, un servidor tuvo una extraña sensación. Este relato tan duro, tan vivencial y tan bien relatado se recibía con una cierta distancia física que le hubiese gustado de salvar. Aunque toda la construcción escénica y dramatúrgica funciona y conmueve, me imagino sólo a Claudia contando su historia con pocos elementos de atrezzo y sin soporte videográfico en un escenario donde el público esté a un metro, sin gradas, sin separaciones, sin solemnidad. Su historia ya dibuja todos los escenarios y los personajes. Pero puedo creer que todo el constructo esté diseñado a la medida de la no actriz, para que pueda sentirse todo lo cómoda posible para contar su terrible testimonio.

Así pues, el nudo en el estomago se va haciendo fuerte y no se libera en el momento del juicio donde finalmente Mercedes pasa a ser Claudia con todo derecho. Ella misma se encarga de decir que es entonces cuando todo empieza. ¿Cómo vivir una nueva vida y aceptar que 22 años de tu existencia han sido de mentida? ¿Pero puede ser una vida vivida mentida? Preguntas que deja en el aire y que la propia protagonista trata de resolver día a día. Pero la solución a esta confusión no la tiene la propia Claudia. Ella acepta el relato oficial pero no puede desprenderse de lo vivido. Pero Claudia tiene una hija, Guada, el futuro. La claridad de esta niña de 9 años para entender lo que sucedió es el mejor seguro para fortalecer la memoria histórica y para impedir que actos tan atroces como éste sucedan otra vez.

Claudia de La Conquesta del Pol Sud    

Dirigida por Carles Fernández Giua

Creada e interpretada por Carles Fernández Giua, Claudia Victoria Poblete Hlaczick, Eugenio Szwarcer

Hasta el 10 de diciembre en la Sala Petita del Teatre Nacional de Catalunya

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