En menos de un año La Virguería vuelve a la Sala Beckett para llenar el escenario de hojas muertas después de hacerlo con plomo el pasado abril. Y celebramos que sea así y que dure esta relación. Los espectáculos de la compañía suscitan emociones a flor de piel y encendidos debates para interpretar y ordenar sus historias. Lo curioso de «Arbres» pero es que esta vez, como ya hicieron en «Paisaje sin casa» de Pablo Ley, han gozado de la colaboración de Marc Artigau como dramaturgo. Éste joven dramaturgo, que ya ha gozado de sus pequeños éxitos como el de «Un mosquit petit» (TNC,2014) o «Aquellos días azules» (Círcol Maldà, 2014), escribe una historia llena de poesía, de un amor simbólico que se relaciona muy bien con el universo propio de La Virguería.
Un hombre y dos mujeres. Él, es Llorenç, un ser que sufre una crisis de invisibilidad. Éste descubre una mujer, Lluna, a quien le otorga un poder especial. Se obsesiona con ella. Una noche, en el bosque, oculto, la ve con otro hombre. ¿Pasión o violencia? Luego un accidente, un atropello. Ahora el hombre se ha quedado ciego y contrata los servicios de una mujer, Alba, para que la siga y le cuente lo que hace Lluna, como viste, como huele. Esta chica des de hace unos años se dedica a escribir historias que le pasan por la cabeza, pequeño cuentos que hablan sobre sí misma y sobre su entorno. Un ciego, una mujer que observa para él, que fabula y una mujer como un espectro, una víctima. Y el bosque como punto de partida y final, como marco místico. Y dentro de él, los personajes se ocultan detrás de sus mentidas, como quien mira des de la sombra de los árboles.
Marc Artigau y La Virguería se han encontrado y sus dos universos literarios se alinean perfectamente. Artigau es dramaturgo, pero se dice que su escritura tiene más de cuento que de teatro. Por eso des de hace un tiempo escribe y narra cuentos en la radio. Este nuevo relato que es «Arbres» casa perfectamente con la complejidad de las historias de La Virguería. El autor teje una especie de thriller nebuloso que se sustenta sobre dos planos, uno narrativo y otro poético, místico que otorga simbolismo a la trama. Los personajes hablan y se relacionan deambulando por los dos planos, estructurando ese nuevo puzzle de La Virguería. Siempre muestran sus dramas rotos a pedazos para que el espectador ordene sus piezas. En «Arbres» pero no hay desorden temporal, todo sucede cronológicamente. Luego en el recuerdo, los personajes nos llevan al pasado pero lo viven como si fuera el presente, como si el tiempo se plegara sobre sí mismo. ¿Sucede o sucedió?¿ Lo vivimos o lo recordamos? Al final, todo converge, lo real y lo fantástico, fundiéndose en un único plano, cerrando el círculo temporal.
Con esta historia, La Virguería funde su marca a través de ciertas coreografías que acompañan en todo momento el devenir de los personajes. La encargada principal de ello es Isis Martín, que aquí luce como la víctima, Lluna. A su lado, tierno, conmovedor, pero también ambiguo, está Norbert Martínez, el ciego Llorenç . Y para cerrar el triángulo, el vértice que une a los dos personajes, esta frágil, pero manipuladora Carme Poch, cuyo final nutre de sentido a toda la simbología del relato.
Sobre este manto de hojas muertas de la Beckett descansa un pequeño escritorio, unos sillones, numerosos libros y un sarcófago de cristal con la raíz de un árbol dentro. Una escenografía lúgubre que ayudado por una iluminación que va de la linterna al cálido foco crea esta atmósfera de thriller fantástico. Con todos estos elementos, La Virguería hace otro paso adelante nutriéndose ahora del imaginario de Marc Artigau, a través de esta preciosa historia de amor que pueden ser muchas historias a la vez.
Arbres de Marc Artigau
Dirigida por Aleix Fauró.
Interpretada por Isis Martín, Norbert Martínez y Carme Poch.
Thriller dramático.
Hasta el 30 de noviembre en la Sala Beckett.