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Crítica de 'Aladdin y la lampara' - Masteatro

Crítica de ‘Aladdin y la lampara’

Una princesa con un nombre impronunciable; un chico pobre deliciosamente amanerado; un genio loco y lleno de energía; un malvado brujo africano más blanco que la nieve; un rey bonachón con pinta de borracho y una madre con complejo de Electra con aires a la “Esteban”.

Todos ellos ha convertido esta obra en el plan perfecto para disfrutar con los más y menos pequeños de la casa.

Pero ¿cómo es la obra y cómo se desarrolla el montaje de la compañía “La Bicicleta” en el San Pol que exquisita y estratégicamente  dispuesto pone a disposición de los asistentes todo lujo de detalles? Pues es divertida, trepidante y al mismo tiempo ¡cómo no decirlo! Discurre discretamente empañada por el pensamiento y lenguaje machista que a veces describe muy bien la ideología de la religión musulmana, basada en el machismo y la discriminación. Claro que estos aspectos finales no competen en ningún caso al elenco, sino que más bien, es un aspecto que simplemente se puede leer entre líneas y que para con los más pequeños exige cierta responsabilidad tal como apreciarlo, y si se puede, evitarlo.

Si dejamos a un lado este pequeño/gran detalle a un lado del escenario y obviamos esta circunstancia tan poco didáctica y pasamos a ver cómo lo vive la grada, hay que decir que la obra es abiertamente recibida por el populacho y los “populachi” (niños y niñas) y que además enmudecen para atender a lo que están viendo. Y todo el mundo sabe que cuando los niños prestan atención a algo ininterrumpidamente es que ellos, lo hacen muy bien.

La obra te transporta por momentos a la película, y para quienes “Aladdin” marcó nuestra infancia, es verdad que la ausencia de Jazmín , la de la película, puede despertar cierta nostalgia.

Tiene ritmo, es dinámica, graciosa, ocurrente, jovial, entretenida, amena aunque su defecto, por sacar alguno, es la cuestionable calidad vocal de las canciones. Aunque yo soy de las que piensan que tratándose de un público mayoritariamente tan pequeño, que duda cabe de que poco o nada les importa a ellos ese aspecto que ni tan siquiera conocen, porque a ellos lo que les importa es disfrutarla, no entenderla.

A estas alturas de la crítica, solo una reflexión más:

Aprendamos de los niños.

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