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Crítica de A tots els que heu vingut - Masteatro

Crítica de A tots els que heu vingut

El teatro es político. Y ahora más que nunca. Pero la construcción de los relatos viene determinada siempre por el género, eso nunca cambiará. Así pues, nos hemos encontrado en estos últimos años en que autores como Jordi Casanovas (Port Arthur, Patria, Ruz-Barcenas), Jorge-Yamam Serrano (Camargate) y muchos más han narrado historias con la realidad política nacional e internacional de fondo o en primer plano. Algunos han optado por la estructura de thriller, otros por un tono más documental y otros por la comedia más vitriólica. Este es el caso de A tots els que heu vingut de Marc Rosich, probablemente uno de los textos más redondos del año donde relata el despertar de cierta sociedad catalana los días siguientes al estallido del escándalo de Jordi Pujol y los “ahorros” en Andorra. Gran parte de esta tragicomedia, que se representa en el Nacional, la protagoniza una mujer mayor, lo que aquí denominamos la “tieta”, prototipo de mujer pujolista, creyente en la filosofía de derechas y catalanista que durante años pregonó CiU desde el poder. Para levantar a la “tieta” Magda Casals, el director confía en Mercé Arànega, una actriz que año tras año encabeza proyectos teatrales (sea drama o sea comedia) que si sobresalen son por su trabajo. Y aquí está inmensa, probablemente una de las actuaciones más brillantes de este curso teatral.

El dramaturgo ha hecho uno de los textos que mejor funcionan, una comedia que va como un reloj, sobre todo en una primera parte en la cual no sobra ni una coma. Se levanta el telón y vemos a Magda en su piso con el hombre que pide en la puerta del súper. Ella una señora antigua, con el peinado a lo Núria Feliu (ya entraremos en detalle a analizar el peso de la popular cantante catalana), le cuenta a este lunático de la calle (Carles Gilabert) su decepción con Pujol mientras hace un repaso de su vida y miserias con su marido difunto. Sin duda la situación que ya nos plantea el autor es esperpéntica. Dos personajes que viven en extremos opuestos de la sociedad se complementan por necesidad: ella primero le pide que le enseñe a insultar y a sacar la rabia acumulada y luego que le haga de escribiente para una carta dirigida al “Molt Honorable Jordi Pujol”; él, aunque en ningún momento lo haya pedido, un techo y una compañera a quien poder ayudar y observar como si fuera un experimento sociológico. Un anarquista que disfruta viendo el despertar de esta mujer antigua que, a pesar de todo, prefiere aferrarse al mito. La construcción del héroe de Magda se refuerza con una anécdota del pasado, un encuentro a lo Puentes de Madison County con el President pero con la Marta, esposa de Pujol, de intrusa y villana en la sombra. La situación se complicará con la llegada de la nieta de Magda (Mireia Pàmies), una joven e inocente criatura que quiere ser emprendedora y levantar una bollería donde vendan cupcakes. Pero para ello necesita que Magda le enseñe la receta de las magdalenas que hacía cuando ella era pequeña. Este pequeño bollo funciona como un pequeño mcguffin que no incide directamente en el devenir de los acontecimientos, pero sí que sirve como conector con el pasado de Magda y su encuentro con Pujol. La magdalena como un elemento de cierta carga sexual, de pasión no resuelta. Aunque sólo sea un recuerdo, pero es el recuerdo que vertebra la ilusión.

Esta ilusión se mantiene en la segunda parte, aunque la presencia del personaje se vea reducida al principio. Este acto empieza con la presencia de las hijas y la hermana de Magda que cuidan de su madre estirada en cama. Pierde Rosich la intensidad del momento, tal como había terminado la primera parte. No juega a favor del texto perder la mirada sobre el personaje de Magda y dirigirla a los otros personajes. El interés de la historia radica en la construcción y el seguimiento de esta mujer que está despertando de una ilusión de años y años. Hablar del presente y el pasado de las hijas desvía el interés, aunque luego todo termine encajando en el personaje de Rafa, el vagabundo quien resulta formar parte del pasado de las dos hijas. Esta relación de manera indirecta, y un poco forzada, acabará provocando un acto que afectará de manera directa a Magda, quien seguía a lo suyo sin conocer la relación entre Rafa y sus hijas. Mientras tanto Magda ha hecho crecer la obsesión, carta tras carta, deshojando su pasado con su marido (brillante el momento de las prácticas comerciales/sexuales con las enciclopedias), buscando una nueva Magda más liberada (haciendo saltar el parqué y descubriendo los azulejos hidráulicos) preparada para cuando venga el Molt Honorable y pueda bailar los éxitos de Núria Feliu en sus brazos.

Precisamente la popular cantante catalana y sus versiones de boleros y standards de jazz son otra de las obsesiones de esta romántica pujolista. Rosich usa esta figura como otro de los espejos, bañados en caspa, en lo que Magda se refleja (el peinado le delata). Tanto que las canciones que van sonando en su cabeza (que oímos mientras se proyecta en las paredes la imagen de la cantante) sirven como inspiración poética para dirigirse a su apreciado Pujol. No en vano la Feliu es la musa del pujolisme.

El texto, que sólo pierde fuelle en el primer tramo de la segunda parte, está muy bien construido. Pero la dirección de actores es también espléndida, gracias a un fantástico elenco y por encima de todos, gracias a la interpretación de Mercé Arànega. Hay partes del texto, sobre todo al principio que hay un cierto tono chabacano, como de chiste fácil (no es ninguna crítica, el personaje de Magda reacciona así) pero que la actriz lo hace de una manera natural, auténtica, cuotidiana. Porque a pesar de un mínimo de caricaturización del prototipo y de un relato fantasioso, seguramente había más de una Magda sentada en platea que hablaría de la misma manera que esta mujer y podría suscribir más de una frase. A su lado brillan el contrapunto de Rafa, el vagabundo interpretado por Carles Gilabert, huyendo de la caricatura, y creando un ser que bascula entre el individualismo radical y la conmiseración hacia Magda. Otro de los motores cómicos de la obra está en el personaje de la ingenua nieta Mireia Pàmies, una “pava” de manual que la actriz da forma desde el tono de voz hasta el contorneo y sus expresiones embobadas.

Con todo eso, A tots els que heu vingut es una de las obras de dramaturgia catalana más brillantes del curso. Una comedia costumbrista que es un espejo roto de parte de la sociedad catalana encarnado por esta Magda Casals, una antiheroína que viaja hacia la conversión, hacia la aceptación de que los tiempos ya han cambiado, que es hora de abrir las ventanas, que entre aire nuevo y lo limpie todo.

 

A tots els que heu vingut de Marc Rosich.

Dirigida por Marc Rosich.

Interpretada por Mercè Arànega, Carles Gilabert, Mireia Pàmies, Lourdes Barba, Montse Esteve y Àurea Màrquez.

Comedia corrosiva sobre el fin del pujolismo.

Hasta el 7 de mayo en la Sala Petita del TNC.

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