El pueblo latinoamericano, y concretamente el argentino, son celosos de su identidad. Tratan de marcar su carácter, de subrayar su personalidad, seducen con su palabrería, su baile… Y aun así son víctimas de su propia historia que los divide a sangre y fuego que les deja, incluso ahora, preguntándose quienes son en realidad. Éste, pero, no es un retrato social de la identidad argentina, aunque sí que se plantea preguntas a través del recorrido histórico de los acontecimientos. Pero lo que hace Mariano Pensotti en Cuando vuelvas a casa voy a ser otro es un puzle donde se van construyendo (o destruyendo) las identidades de tres personajes a través de distintos capítulos. Tres ejemplos de argentinos que desde la actualidad miran atrás para construir su presente y su futuro.
Pensotti, uno de los directores y autores más reconocido en lo que llevamos de siglo, se presenta por primera vez en el Grec con una historia que parte de una anécdota real. Su padre enterró en el jardín de sus abuelos hace 40 años, al estallar la guerra y la consecutiva dictadura de Pinochet, una bolsa con todo de objetos importantes y relevantes que le podían delatar. Ahora, debido a la construcción de una piscina por parte del nuevo inquilino, la bolsa ha sido descubierta. El padre se enfrentó al pasado al reconocer todos los objetos que había dejado bajo tierra. Todos menos uno. Y aquí empieza la ficción. Entonces Pensotti decide usar el espejo (convenientemente deformado) y reflejarse a sí mismo en el hijo de este hombre que ha encontrado un objeto el cual no recuerda, una cinta de casete donde suena la canción de un hombre a la guitarra. El hijo, autor y director teatral, se obsesiona con encontrar el autor de la canción y dueño de la cinta. Al mismo tiempo intenta levantar una nueva adaptación de su obra más exitosa (de hecho, el único éxito que ha tenido). Pero extrañamente descubre que alguien le está supliendo la identidad y que está de gira con la obra que están ensayando. Así el autor muta el relato de la construcción de la identidad histórica de un hombre al juego del doble yo a través de unos pasajes descritos desde un prisma nebuloso y extraño. Cómo un cuento de realismo mágico.
Sucede a esta historia otra en que una mujer no encuentra su propio camino mientras intenta ser una cantante de éxito. Pero como en todos los personajes el pasado se le revela para darle indicios de cuál puede ser el camino. Luego Pensotti nos presenta la historia de un chico que construye su identidad a través de los demás, para adaptarse, para ser aceptado por un grupo, o por la chica que le gusta hasta terminar siendo un político de izquierdas que aspira a un cargo, pero que ciertos acontecimientos terminan por llevarle a vivir una vida que no es la suya. Aunque viniendo del chaval que construyó su identidad a través de la aceptación de los demás, tampoco estaba claro cuál era realmente su vida.
Estas serían las líneas maestras a través de las cuales Pensotti monta su puzle. El cuadro final nos dibuja un retrato humano sobre las distintas identidades individuales que sumadas marcan un reflejo de la identidad argentina contemporánea. Podríamos hablar de la identidad como el espejo burlón que refleja aquello que no queríamos para nosotros. O la identidad como algo que uno construye para adaptarse a su entorno, con la única voluntad de sobrevivir, sin orgullo de ser, sino de estar y pertenecer. O cómo se construye y destruye la identidad de un pueblo a través de distintos convulsos periodos históricos y cómo todo eso afecta a las nuevas generaciones que sienten cierto vacío existencial, sin lucha de clases, sin dignidad que recuperar.
Siguiendo con el Pensotti autor, la estructura narrativa incluye pequeños cuentos que otros personajes cuentan a los protagonistas para incentivarlos a hacer un movimiento u otro. Son pequeñas perlas con una buena dosis de humor que también hablan sobre la construcción de la identidad. Una convención de Elvis, un chaval que termina vistiéndose como su ex, Fidel Castro de incógnito para ver a una antigua amante actuar, etc. Un recurso narrativo que refuerza el debate identitario que recorre toda la obra.
Si el relato en si ya atrapa la atención del lector, Pensotti lo traslada al escenario subiendo los actores encima de unas cintas transportadoras que avanzan muy lentamente en una analogía clara del paso del tiempo. Además, este juego escénico también lo incluye en el relato cuando en el epílogo habla de un museo arqueológico de la Patagonia, donde a través de cintas transportadoras, textos proyectados y demás recursos nos aparecen los personajes como si fueran indígenas prehistóricos.
Junto con Pensotti, levantan la obra el Grupo Marea, que el dramaturgo creó junto con el músico Diego Vainer y la escenógrafa Mariana Rirantte para desarrollar sus obras escritas donde el trabajo del actor tuviera un gran peso. En el caso de Cuando vuelvas a casa voy a ser otro, se intuye un fuerte trabajo con los actores para dar con este ritmo que no decae nunca a través de la definición de una multitud de personajes. El resultado es sin duda otra muestra del talento narrativo y escénico argentino que, desafortunadamente, llega a nuestra casa en cuentagotas.
Cuando vuelvas a casa voy a ser otro de Mariano Pensotti y Grupo Marea.
Dirigida por Mariano Pensotti y Grupo Marea.
Comedia sobre la construcción de la identidad.
Interpretada por Santiago Gobernori, Mauricio Minetti, Andrea Nussembaum, Javier Lorenzo, Juliana Muras.
Del 25 al 27 de julio en el Teatre Lliure de Montjuïc.