CAMA de Pilar G. Almansa
Reparto: María Morales y Carlos Troya.
Teatros Luchana. 29 de septiembre de 2018, Madrid.
HAMBRE por Carlos Herrera Carmona
Arranca la pieza valiente, con la musculación tensa y vitaminada. María Morales y Carlos Troya irrumpen en escena y se posicionan en una confrontación chispeante, iluminadora, reivindicativa, con poso sabio e históricamente fundamentado, con retruécanos salpimentados de comedia al uso, giros esperados mas acertados en un toma y daca sensual y simpático; diálogo de sobras sabido y escuchado en barras y metros, pero que aun así agrada dado su leve y singular prisma aunque con pocos grados de inclinación. La conversación, equilibrada y entretenida -que favorece más a la fémina, pues es quien dirige y escribe, como ha de ser- nos conduce sin cortapisas a una ensoñación escénica donde la danza de piel contra piel y caricia frente a caricia sustituye a lo evidente -gran acierto- y llena el espacio de asombro y amabilidad desnuda. A partir de este momento, el verbo rebosa tanta exquisitez poética que deriva hacia lo inasible; tal es la intimidad creada entre los personajes/actores que en algunos momentos es harto difícil oír aquello que se dicen y de ahí la pérdida del peso que ha de llevar la palabra ilustrada en escena. Por otro lado, el paso del tiempo no es indicado hasta bien entrada la escena en cuestión y la credibilidad de Troya en su desdoblamiento interpretativo no es acogida como debiera.
La representación adolece de una dirección quizás más apremiante, pues mucho jugo quedó dentro de la naranja. Las luces, con su potencial juego de claros y sombras en situaciones que lo demandaban a voces, ausente, y el espacio sonoro, desaprovechado: se podría haber realzado lo que allí se cocía -que olía bien- y el salto del texto dramático al espectacular -en virtud de una semiótica teatral más redonda- habría sido más aplaudido por un servidor quien acudió a dicha obra por la estupenda obertura que me ofreció aquella mañana durante la presentación de la programación de este teatro.
Obviando el título -al que no le hallo ni significado ni significante- la argumentación que la directora/autora rubrica en el programa de mano reclama un festín de alegatos, himnos y revoluciones, sin embargo mi hambre permanece a la salida. Me habría gustado más y más y más y más y más -sobre todo en la figura de María Morales, quien siempre me fascina desde la primera sílaba en su boca pronunciada. Tan fácil como el haber mantenido el impulso estupendo del inicio, haber aumentado a la quinta potencia media hora más de trama y haber hecho uso de los recursos que la sala ofrece, pues a veces la desnudez por la desnudez no es tan bienvenida.