Probablemente Incendis es una de las tragedias que más ha sacudido la cartelera catalana en los últimos años. La historia escrita por Wajdi Mouawad recoge toda la épica de las tragedias clásicas y lo sitúa en un contexto contemporáneo. Luego vino Litoral y luego Cels, otra tragedia muy actual e intranquilizadora. Ahora Oriol Broggi cierra la tetralogía de La sangre de las promesas con Boscos, probablemente la historia más femenina de todas donde se resigue a través de siete mujeres distintas tragedias familiares conectadas entre sí que corren a la par que las grandes tragedias europeas del siglo XX. En la Biblioteca de Catalunya, santuario de La Perla 29, ya resuena la intensidad de las palabras del libanés. Intensidad sin mesura durante 4 horas, incluido entreacto.
La obra es preciosa. Narra la historia de una muchacha que se ve empujada a investigar y descubrir su árbol genealógico, junto con un paleontólogo que a su vez intenta cumplir una promesa a su padre. La excusa es la muerte de la madre de la muchacha y sus delirios causados por un hueso en el cerebro. La investigación de los dos lleva al espectador a hacer una inmersión en distintas historias al pasado de una serie de mujeres vilipendiadas, asesinadas, violadas, abandonadas pero rodeadas de hombres que fueron tan víctimas como verdugos. Este viaje lo protagoniza una deslenguada Loup, una joven rebelde junto con el paleontólogo Douglas Dupontel, y a través de sus investigaciones se nos dan a conocer otros nombres como Aimée, Luce, Ludivine, Leónie, Hélène u Odette entre muchos otros personajes, hasta un total de 26 personajes interpretados por 11 actores. Muchos personajes, mucha historia. Y la sensación de que el señor Mouawad se ha pasado, que se ha recreado en su historia alargándola hasta la extenuación del pobre espectador. 4 horas en una silla de plástico con un cojín son muchas horas. Eso hay que decirlo. Uno puede terminar muy emocionado, pero les juro que al levantarse sus músculos entumecidos no lo agradecerán. Como nunca antes podemos decir esto que ver un Mouawad es ir a sufrir. Cabe decir pero que es un sufrimiento catártico. El dolor, sumado al hecho de que al terminar es ya medianoche pasada, se aligera por la satisfacción de haber visto otra gran obra, otra sacudida emocional marca de la casa. Pero si uno se pone a reconstruir toda la obra desde un punto de vista estructural, seguramente se preguntará: ¿Era necesario realmente que fuera tan larga?
De todas, todas, no. La obra es un viaje al pasado donde distintas historias se van encajando una con otra y la manera en que estas se exponen son alternadas, en un orden decreciente, del presente al pasado más lejano. La única simultaneidad es con el presente de Loup y Douglas quienes siguen con su investigación al mismo tiempo que reflexionan sobre las historias que descubren y que se nos representan. Cada una de estas historias trágicas que azotan el pasado de Loup tienen una relación con su precedente, pero son como piezas de una cadena qué si se prescindiera de alguna de ellas tampoco pasaría nada se podría construir una historia con el mismo dramatismo. Un servidor entiende que Mouawad quiere crear un arco dramático intenso que hable de la miseria del ser humano, de la traición entre padres y madres e hijos/as, entre hombres y mujeres. Pero uno tiene la sensación de que abarca demasiado, que quiere hablar de muchas cosas y que, vaya, menos, es más. Y si a eso le sumamos que todos sus personajes tienen momentos de grandes reflexiones con un tono poético, muchas veces recargado y reiterativo, uno puede pensar que por allí también se hubiese podido aplicar la tijera. Entiendo pero que esta reflexión no sea compartida. La tragedia más melodramática es en su génesis un género recargado de grandes reflexiones, de una intensidad desmesurada.
La puesta en escena es sencilla sin grandes elementos escenográficos, sin muchos ornamentos. Sólo la arena y un manto de hojas secas, sillas, plataformas, mesas, camillas, elementos que van y vienen, alguna proyección (con especial valor en la proyección del final que descubre una de las claves de la historia) y el efecto mágico de la lluvia. Sobre este escenario los 11 actores van mudando la piel e interpretando distintos personajes cada uno menos los dos protagonistas principales, la adolescente rebelde, descreída, rebotada con toda esta historia y el paleontólogo, el impulso, el desconocido que le dice las palabras justas para que haga el camino hacia su pasado. Loup es Clara de Ramón, una chica joven con unos añitos ya encima de los escenarios y que siempre ha encandilado con su dulzura. Había riesgo a la hora de apostar por una chica que transmite eso, pero Broggi ha hecho bien su trabajo de dirección y De Ramón hace el viaje del odio y la rabia a la aceptación del amor y la piedad dentro de un personaje. Loup es el último eslabón, pero por debajo de ella están muchas mujeres y las intérpretes recrean episodios de gran emoción sobre todo Màrcia Cisteró, Cristina Genebat i Marissa Josa. Al lado de estas mujeres sufridoras están una serie de personajes masculinos quienes motivan estos episodios de violencia e injusticias. El personaje con más recorrido y cuya interpretación destaca más es el del loco y melancólico Edmond la jirafa a quien da vida Xavier Ripoll. Pero hay una serie de personajes interpretados por Marc Rius, Sergi Torrecilla y Xavier Ricart que no tienen muchos matices y cuyas interpretaciones no ofrecen una gran profundidad. Da la sensación de que en cualquier momento se pueden intercambiar sus papeles y que las palabras suenen igual, con la misma intensidad. Repetitivo. Pero sinceramente, no sé si este es un problema de actores, de dirección o es que en este caso el texto no ofrece la profundidad necesaria para estos personajes.
El sentimiento con esta última gran obra de Moawad es contradictorio. Pues sí, aceptamos la lección histórica, nos conmueve la historia, convence este último giro (esperado, eso sí) y nos sacude el último monólogo de Loup. Pero todo se consigue desde la construcción de una tragedia o más bien diría de un melodrama tan largo, tan intenso, tan… ¡Tan! Qué… ¡uf!
Boscos de Wajdi Mouawad.
Traducida por Cristina Genebat.
Dirigida por Oriol Broggi.
Melodrama histórico y familiar.
Interpretada por Clara de Ramón, Ramón Oliva, Màrcia Cisteró, Cristina Genebat, Marissa Josa, Xavier Ricart, Xavier Ripoll, Marc Rius, Carol Rovira, Xavi Ruano y Sergi Torrecilla.