Sorprende entrar en el teatro y ver a estos diecinueve bailarines de élite, entrenando con sus atuendos descuidados y cómodos, mientras el público se va sentando. Sobre todo cuando sabemos la trayectoria de esta compañía de danza llamada “Ballet de Víctor Ullate, Comunidad de Madrid”. Puntual -al horario establecido- suenan las primeras notas musicales de Luis Delgado al mismo tiempo que se abre un cenital dibujando un gran círculo en el escenario.
Todos los bailarines desaparecen, por las cuatro calles que hay a ambos lados, y aparece la primera bailarina: comienza la pieza Seguiriya. Diseñada por Ullate hace quince años y con un vestuario precioso de doble falda colorida para las mujeres y pantalón negro con ribetes rojos para los hombres (creado por Eduardo Lao, director artístico de la compañía). Esta pieza se compone de tres partes diferenciadas: la primera con un tránsito y un solo de cada bailarín bajo la luz; la danza de siete parejas con siete focos y una armonía perfecta en el escenario (donde al final se interrumpe la música mientras los bailarines siguen danzando en el más absoluto de los silencios para acabar como aves posadas); y el trasiego de toda la compañía, primero una pareja, luego cuatro, luego sólo dos hombres, las chicas juntas, los chicos y tras este ritmo frenético, acaban todos sobre el escenario arropados por el calor de los aplausos del público entusiasta de esta noche. Seguiriya está repleta de ritmos agradables, otros que recuerdan a la raíz flamenca, percusión,…; y movimientos de aves y palmas de los bailarines.
La siguiente pieza (Tres), coreografiada por Eduardo Lao, se apoya en tres sonatas de Beethoven (nº14, nº5 y nº2) para poner de manifiesto lo que ocurre en una relación entre dos cuando se deja entrar a una tercera persona. A través de la danza entendemos estos sentimientos y llegan directamente al corazón. Además se apoyan en un recurso expresivo que es una bambalina sujeta en el centro atrás del escenario cubierta de tela elástica. Esta tela da pie a múltiples juegos de formas y fuerzas.
La penúltima pieza se titula Après Toi. La creó Ullate tras la muerte de su amado maestro -el bailarían y coreógrafo Maurice Béjart-. Para esta dedicatoria utiliza, cómo no, la sinfonía nº7 de Beethoven; y el bailarín (en este caso el palmero Dorian Acosta) muestra la capacidad explosiva del cuerpo, la desesperación, y la fragilidad lanzando besos al espacio que ni se crea ni se destruye. La pieza comienza con una cruz de luz marcada en el suelo para acabar con la misma cruz que dice lo expresó en su día Ullate: Te transmito mi más emotivo agradecimiento Maurice, por lo que me enseñaste; y lo reflejaré en mis piezas, eso sí, siempre después de ti”.
Y para dejar el listón altísimo, como toda gran compañía en su afán de superación, muestran la pieza Bolero. En un escenario repleto en su parte trasera por mesas redondas y sillas, que generan un espacio de cabaret de principio del siglo pasado, apoyado además con una bambalina de tela roja brillante que divide el escenario en dos durante la primera coreografía que es el Manisero (durante la cual, van entrando todos los bailarines, jugando a las arte del cortejo con sus trajes impecables marcados por tirantes y zapatos de claqué, y ellas con sus tocados y vestidos de charleston). Desaparece la tela para dar paso a la pareja de bailarines principales en la coreografía que diseñó Ullate con la música de Maurice Ravel. Las ocho parejas de bailarines marcan el coro atrás; mientras esta pareja, compuesta por Marlen Fuerte y Josué Ullate, hace un despliegue de sensualidad, sexualidad, fuerza, y bravura en un in crescendo voraz que acaba con foto fija, tras un contundente golpe del bombo.
¿Qué decir?, salvo que nunca se había vivido en el Teatro Cuyás una ovación tan espectacular, larga y sentida como la que se vivió anoche. El jefe de sala no había visto nada así en su larga trayectoria en este teatro…