El TNC abre la sala grande con uno de sus montajes más esperados y de mayor envergadura. Se trata de Molt soroll per no res, el clásico de Shakespeare convertido en musical con canciones de Cole Porter y otros. Àngel Llàcer y Manu Guix, creadores del exitoso espectáculo El petit príncep, llegan ahora al teatro público por la puerta grande con un musical de gran formato ambientado en los estudios de Hollywood de los años 50. La producción llega a reunir sobre el escenario a 10 músicos y 15 actores que suman un total de 98 cambios de vestuario.
Un reparto natural
Para Llàcer lo que define este montaje son las personas que lo hacen, a las que ha querido dirigir bajo la premisa de la naturalidad. “Si nosotros no nos mostramos tal y como somos no gustaremos”, dice. Para eso, era necesaria la libertad de creación. Llàcer explica que el texto fue la segunda opción de la compañía: Querían hacer un Brecht, pero la compra de los derechos les limitaba a un estilo muy concreto. Así pues, se pasaron a Shakespeare y entre el director y Marc Artigau organizaron la particular dramaturgia. Llàcer defiende que independientemente de la puesta en escena el texto de Shakespeare se ha conservado. “Hemos cortado tan solo unas 25 páginas del original”, dice, “pero se ha mantenido la esencia”. El traductor Salvador Oliva va más allá en la defensa del musical que, en su opinión, “potencia esta obra de Shakespeare”.
David Verdaguer y Bea Segura son los dos grandes protagonistas de la comedia. Además, Llàcer contactó enseguida con la gente con la que había trabajado en El somni d’una nit d’estiu. Así fue como habló con el propio Oliva y con los actores Albert Triola y Òscar Muñoz. También Lloll Bertran fue una de las primeras apuestas del director, quien debuta por fin en el TNC con lo que define como “un papel pequeñito pero muy cuco”. Llàcer también destacó su voluntad de trabajar por primera vez con Victòria Pagés, para la que ha tenido que cambiar el género de un personaje: Leonato pasa a ser Leonata.
Finalmente, el elenco lo completan 6 actores surgidos a partir de un casting, mecanismo de contratación que Llàcer defiende. “Tenemos que crear equipo, todos tenemos que ir a una”, afirma. Y va más allá: Además de con talento, “yo presumo siempre de saber crear equipos de buena gente”.
Música y escenografía
“Hemos querido mantener los referentes musicales de los años 50, musicalmente intentamos reproducir esta sonoridad”, explica Manu Guix. En total, esto se plasma en 18 números musicales que contienen temas de Cole Porter y otros coetáneos suyos, a los que tuvieron que recurrir, una vez más, por los problemas en la compra de derechos.
Siguiendo con la naturalidad exigida por Llácer, Guix destaca el riguroso directo de la música. “Nos mostramos tal y como somos hasta el último extremo”, dice Llàcer. Para más complejidad, hay que tener en cuenta que el elenco lo forman “actores que no son de musical y que han tenido que cantar y bailar”, en tan solo “8 rigurosas semanas de ensayos”.
Respecto a la escenografía, se ha querido reaprovechar los elementos utilizados en otras obras del teatro. Así pues, las personas que hayan visto muchas obras del TNC reconocerán muchos de los elementos del montaje.
El primer paso
Una parte importante de las representaciones serán escolares. En este sentido, Llàcer ha defendido la capacidad de la obra para enganchar a un público joven que, años más tarde, pueda acudir a ver obras más complejas. “Yo siempre hago cosas fáciles para que la puerta se abra”, dice el director. Sin embargo, matiza que la obra “es divertida pero nada frívola”. Además de la propia universalidad y belleza de los textos de Shakespeare, en el montaje se podrán ver pequeños homenajes a diferentes películas del periodo de oro del cine americano.